José M. Lozano
Autor | Félix F. Palavicini |
Páginas | 77-92 |
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rador de primera fi la entre los pocos de la Cámara, ha
sido, por est a razón, una de las más distingu idas fi guras
de la XXVI Legislatura.
Es de talento y pose e un alto grado de cultu ra literaria. Sus
más notables discursos son los dos que hizo en defensa de su
credencial, y el pri mero costó la de don Manuel Sierra y se de-
nominó: “El canto del cisne”, porque Lozano supon ía que éste
sería su último discurso como diputado.
En e sa no ta bl e p ie za , L o za no hi z o l a d efi n ición de los “Cien-
tífi cos” en los términos siguientes:
“Científi c o”, en el conc epto p úbli co, es el la drón del er ari o, el q ue
ha explotado las pasiones ruines de los gobernantes para obt e-
ner por el cohecho concesiones ópt imas. “Científi cos” son todos
aquellos —hayan formado par te del grupo que tiene sobre sí las
iras populares, u otros muy “Científi cos” del otro bando (risas,
voces: “¡Bien!” y aplausos)—, para decirlo de una vez, para que
caiga sobre ellos el yambo eterno de la historia y la cólera per-
manente del pueblo, son, no este ni aquel ind ividuo, sino todos
los que han explotado y sangrado a este pobre pueblo.
En la misma sesión, hizo la defi nición de los jacobinos a sí:
JOSÉ M. LOZANO
O
LOS DIPUTADOS
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El señor Cabrera , decía yo, es un jacobino. ¿Qué es un jaco-
bino? Todo ser que se cree en posesión de la verdad absoluta y
cree que por su credo se llega a la felicidad universal.
Es jacobino Juan de Zumárraga quemando monumentos
de la civilización azteca, porque ellos encerraban la prostitu-
ción idolátrica; es jacobino el padre del luteranismo inglés, del
protestant ismo inglés, Wiclef, y más ta rde Calvino, que manda
destruir catedrales, monumentos suntuosos del arte gótico,
donde el alma había c ondensado en piedras sus i lusiones; como
jacobino es el señor Cabrera que, en nombre de la libertad,
en nombre de su credo, amurallado dentro de sus prejuicios,
niega todo derecho político y toda expresión de verdad a los
católicos. Es el jacobinismo rampante que hizo la Revolución
francesa , el que hizo que el pueblo más amable representara la
tragedia más espantosa y cometiera la hecatombe más hor ro-
rosa. Ese es el jacobinismo. Y el señor Cabrera viene, cua ndo
tiene en las narices el olor de la car ne quemada en Ticumán y
en la Cima, a decirle a la conciencia católica de la República:
“Señores católicos, vosotros no sois ni católicos, ni mexicanos,
ni ciudadanos”. (Aplausos.)
Fue entonces cuando el licenciado Cabrera hizo su pro-
fesión de fe de jacobinismo diciendo: “El jacobino no es un
pro ducto perm anen te; es un pro duct o acc ident al en los ca mpos
revoluc ionario s; el jacobino no es un tipo soci al que se en cuen-
tra a todas horas y en todos los momentos, sino que es un tipo
social que apa rece en el momento en que es necesario pa ra
salvar a las repúblicas, a las naciones, de las grandes catást ro-
fes. (Aplausos.)
”El jacobino, señores, defi nido como lo ha defi nido el se-
ñor licenciado Lozano, es un hombre que cree que él posee la
verdad; pero no nada más cree, sino que lucha, que se esf uerza
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