Jerusalén y la política exterior estadounidense
Autor | Víctor Emilio Corzo |
Páginas | 22-24 |
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"Cada política exterior de toda nación importante involucra razón, sentido común, zanahorias y palos.
No puedes tener puras zanahorias y ningún palo”, afirmaba el finado senador estadounidense Fred Thompson al referirse a la praxis de la diplomacia.
Durante el último año, la política del mazo y la zanahoria ha sido particularmente notoria por parte del gobierno de Estados Unidos. Basta ver Twitter para darse cuenta de la nueva dinámica y de la variante bizarra de la diplomacia electrónica que busca más confundir que fijar una posición estatal.
Pululan los ejemplos; sin embargo, uno de los capítulos más recientes y representativos de este cambio de dinámica ocurrió durante los días posteriores a la declaración de Donald Trump, cuando señaló: “Hoy finalmente reconocemos lo obvio: que Jerusalén es la capital de Israel”.
El “reconocimiento” de Estados ha sido una herramienta de política exterior frecuentemente empleada para determinar si una entidad posee las características de “Estado” (e.g. el caso de Palestina, Kosovo o Cataluña) o qué grupo particular será considerado como gobierno legítimo de un Estado (e.g. el golpe de Estado de 2009 en Honduras). Con base en esta herramienta de política exterior se entiende que la comunidad internacional —en específico, cada país— tiene el poder de legitimar o rechazar —libremente— la calidad de Estado de aquellas nuevas entidades que busquen ser sujetos de Derecho internacional. Sin embargo, la decisión de Estados Unidos levantó varias cejas ya que dicho reconocimiento tiene impacto en uno de los puntos torales del conflicto histórico entre Israel y Palestina: la soberanía de la ciudad de Jerusalén.
Durante los últimos 47 años el gobierno estadounidense había sostenido la posición de no reconocer a Israel o a Palestina soberanía sobre dicho territorio hasta en tanto no definieran de mutuo acuerdo el estatus de aquella ciudad. Lo anterior, con el fin de promover la ruta de la paz y no escalar el conflicto. La justificación de dicha
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posición se fundaba en la Resolución 476 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (1980), como fuente “suave” del Derecho internacional, en la que se pide a Israel que termine la ocupación de los “territorios” palestinos, incluida la ciudad de Jerusalén.
El conflicto palestino-israelí, tal como lo heredara la Organización de Naciones Unidas, se...
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