Introducción

AutorPablo A. Maríñez
Cargo del AutorSociólogo, escritor y diplomático dominicano. Profesor e investigador titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, unam
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Introducción
Pablo A. Maríñez*
Todo imperio, además de sus propias fronteras geográficas, como las
tiene cualquier Estado-nación, suele tener fronteras económicas y po-
líticas en los lugares más remotos del planeta, donde se ve en la nece-
sidad de trasladar sus tropas –y en muchos casos dejarlas ahí estable-
cidas como bases militares, navales o aéreas– con el objetivo de
defender sus dominios, ante el eventual ataque de las naciones o im-
perios enemigos; además de esto, los imperios han establecido siste-
mas de fortificaciones en sus fronteras, como lo fueron las murallas del
Imperio romano, o las murallas del Imperio chino, sistema de defensa
que en la actualidad son monumentos arqueológicos, de atracción tu-
rística, pues con los cambios internacionales que se han producido,
particularmente con el desarrollo de una tecnología sofisticada en el
armamentismo, en plena época nuclear, aquellas murallas han sido
reemplazadas por los “escudos antimisiles”.1 Pero pocas regiones del
mundo se han convertido, en el mismo periodo histórico y durante
1 Los escudos antimisiles consisten en un sistema de defensa instaurado durante la adminis-
tración del presidente George W. Bush, en el 2000, diseñado para interceptar en vuelo, y destruir
los misiles enemigos, antes de que lleguen a su destino. La eficacia de dichos escudos todavía no
ha sido demostrada, aunque se han destinado miles de millones de dólares en estos proyectos
armamentistas.
*Sociólogo, escritor y diplomático dominicano. Profesor e investigador titular de la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, durante va-
rias décadas; también ha sido profesor, en la década de 1970 de universidades en Perú y Ecuador.
Presidente-funda dor de la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe, AMEC, en 1993-1994.
Tiene una amplia obra escrita sobre el Caribe, región de la cual es especialista. Su último libro
publicado es El Gran Caribe ante los cambios internacionales y la política exterior dominicana
(Santo Domingo, Funglode, 2007). Ha sido embajador de la República Dominicana en México en
dos ocasiones, 1997-2000 y 2004-2009; actualmente es Embajador de su país en Chile.
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varios siglos, en frontera de diversos imperios, tal fue el caso de la re-
gión del Caribe. Durante mucho tiempo la humanidad y los propios
políticos e intelectuales no habían tomado conciencia de este hecho
histórico, sino muy recientemente.
Por estas razones, después de la publicación del libro De Cristóbal
Colón a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, en 1970, existe un
antes y un después en los estudios historiográficos sobre la región del
Caribe, pues esta obra de Juan Bosch, que es clásica en su género, re-
sulta un parteaguas en dichos estudios, por varias razones: por la pro-
fundidad y amplitud con las que aborda el área, por la novedosa tesis
desarrollada y por la importancia que demuestra haber tenido esta
zona, no sólo en su dimensión geopolítica, sino también en la econó-
mica, a lo largo de casi cinco siglos de historia, mismos que correspon-
den a la época moderna de la humanidad. En suma, ha sido después
de la publicación de esta obra que el mundo –incluyendo a los propios
habitantes del Caribe y de América Latina– ha tomado conciencia del
papel histórico de la zona como frontera imperial, sin lo cual es impo-
sible comprender los procesos políticos, económicos, sociales e inclu-
so culturales de los países del área.
Es en los últimos cinco siglos a que hacemos referencia, que surge
y se desarrolla el sistema económico capitalista, hasta llegar a su etapa
imperialista, como la denominó Lenin2 desde finales del siglo XIX, el
cual irrumpe, a partir de 1898 en el Caribe como lo habían venido ha-
ciendo los diferentes imperios europeos desde finales del siglo XV y
principios del XVI; pero también porque en dicho periodo histórico se
inicia en la región el proceso de independencia en América Latina con
el triunfo de la Revolución haitiana, el 1o. de enero de 1804, mismo
que un siglo después sigue sin culminar, pues al menos 11 países jus-
tamente del Caribe continúan bajo dominio colonial de diferentes im-
perios que se apoderaron de estos territorios; además, fue precisamen-
2 Lenin hace este planteamiento en su texto clásico, redactado en 1916 y publicado en 1917,
El imperialismo, fase superior del capitalismo (Obras escogidas en tres tomos, Moscú, Editorial
Progreso, 1970, pp. 689-798); cincuenta y un años después, Juan Bosch demostraría que desde
mediados del siglo XX esa etapa del capitalismo había sido sustituida po r el pentagonismo. Cf.
Juan Bosc h, El Pentagonism o, sustituto del imperialismo, Madrid, Guadiana de publicac iones,
1968; dicha obra conoce diversas ediciones en diferentes países, además de haber sido traducida
a varios idiomas.
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te en esos cinco siglos, –a principios del siglo X X– que triunfa un
nuevo sistema económico, político y social, el socialismo –antagónico
al capitalismo–, en Rusia, que se convierte en la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, la URSS, y que por azares de la historia también
desplazaría sus fronteras hacia el Caribe, a raíz del triunfo de la Revo-
lución cubana, o más precisamente desde el momento en que ésta se
declara socialista, en 1961. Se trata, en realidad, del último imperio
que se lanza hacia el Caribe, aunque fue uno de los de más corta dura-
ción en la zona, apenas de tres décadas, independientemente de que
sus objetivos políticos, económicos y militares fueran diferentes al de
los anteriores. De todas maneras, dicho acontecimiento histórico redi-
mensiona la importancia geopolítica del Caribe para constituirla, nue-
vamente, en una de las áreas más conflictivas y de mayor peligro béli-
co en el hemisferio, al grado de que pudo haberse convertido en
escenario de una guerra nuclear a raíz de la denominada crisis de los
misiles en Cuba de finales de 1962. Por estas razones, desde que surge
la Guerra Fría, en 1947 –la que se prolongaría hasta 1991– pocas regio-
nes del mundo han sido víctimas de los más brutales designios de
poder imperial alguno, como el de Estados Unidos, que se lanzó a do-
minar dichos países desde 1898.
Decíamos que la publicación de la obra De Cristóbal Colón a Fidel
Castro. El Caribe, frontera imperial, ha constituido un parteaguas en la
historiografía del Caribe por varias razones, además de las ya señala-
das. Porque reivindica, a partir de sólidas argumentaciones, basadas en
diversos documentos y acontecimientos producidos, muchos de ellos
refrendados en tratados y acuerdos internacionales, el verdadero papel
que dicha región ha jugado históricamente en la edad moderna; con-
trario al que le solían atribuir la mayoría de los historiadores, incluyen-
do a los propios latinoamericanistas, que ignoraban al Caribe en sus
estudios, o en el mejor de los casos lo relegaban a una simple nota de
pie de página, pues lo consideraban conformado por una serie de pe-
queñas islas y territorios continentales sin mayor importancia, una
parte de los cuales lo han denominado despectivamente como “repú-
blicas bananeras”; o en su defecto, los propios investigadores lo situa-
ban en un segundo plano en sus estudios, porque entendían que una
serie de estos países continuaron –y todavía hoy día una parte de ellos

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