In absentia: el arbitraje Artic Sunrise

AutorVíctor Emilio Corzo
Páginas42-44

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Históricamente una de la criticas más frecuentes que se hacen al Derecho internacional, arrastrada principalmente de la gramática legal no especializada, es que éste no es realmente Derecho pues existe fuera de un "orden coercitivo", donde no hay una autoridad suprema que imponga el orden y sancione cuando se cometan violaciones al sistema normativo. Para disipar esta idea, por contraste, se argumenta la efectividad de los mecanismos de solución de disputas a nivel internacional, en los que, a diferencia de los mecanismos nacionales, sus sujetos, históricamente Estados, se someten voluntariamente a su autoridad y acatan las determinaciones judiciales y arbitrales de las cortes o los paneles sin necesidad de que exista una autoridad supranacional que los obligue. El récord de la Corte Internacional de Justicia permite percibir que el gran porcentaje de los Estados acatan sus decisiones por dos razones principales: primero, como medida de autoayuda para asegurarse de que ningún Estado en disputa con ellos pueda ignorar en un futuro diferendo la sentencia de un tribunal internacional, y segundo, para preservar la certeza hacia el resto de la comunidad internacional de que ese Estado es confiable y acata sus obligaciones de Derecho internacional.

Sin embargo, hay excepciones, y de vez en cuando surgen ejemplos en que los Estados terminan actuando bajo su propia interpretación del Derecho internacional, o de plano desconocen la jurisdicción de un tribunal internacional, como aconteció en el arbitraje Artic Sunrise, ante la Corte Permanente de Arbitraje, durante el procedimiento instituido por Países Bajos en contra de Rusia.

Hechos

En septiembre de 2013 el buque rompehielos holandés Artic Sunrise —o como también lo llaman los operadores de la organización Greenpeace: The Rainbow Warrior— y sus 30 tripulantes fueron arrestados por autoridades rusas al haber participado en una protesta en contra de la plataforma petrolera Prirazlom-naya, en el seno de la zona económica exclusiva rusa cercana al Ártico. La protesta tenía como objetivo evitar la primera explotación petrolera en el Ártico, la cual —según Greenpeace— ponía en peligro el medio ambiente

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local, especialmente porque no existía tecnología que pudiera limpiar un derrame petrolero del hielo, y también porque empeoraría la ya delicada situación que enfrenta el Ártico por el calentamiento global.

Tras su arresto, la...

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