El Iluminismo

AutorRubén Pacheco Inclán
Cargo del AutorEgresado por la UNITEC como Licenciado en Derecho
Páginas78-87
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LECCIONES DE ÉTICA. Conociendo el proceso histórico
El ritmo intelectual ha traído consigo, en la losofía moderna (como fue el caso
también en la losofía griega), a un inicial periodo cosmológico-metafísico.
Siguiéndole una época de carácter esencialmente antropológico, y que, por
tal motivo, el renovado afán puramente teorético cediera su paso a una concepción
práctica de la losofía, entendida como sabiduría mundana.
De hecho, se vuelven a encontrar todos los rasgos de la sofística griega en la lo-
sofía del Iluminismo (que se desenvuelve aproximadamente durante el siglo XVIII),
sólo que ahora con una muchedumbre de maduros pensamientos, con una mayor
riqueza de matices y con más hondo contenido, pero también, y gracias a tales cir-
cunstancias, con aguda energía de oposiciones.
En lugar de Atenas, se desarrolla toda la corriente del movimiento espiritual en
los pueblos culturales de Europa, y la tradición cientíca cuenta ahora tantos siglos
como centurias en aquel entonces. Pero el sentido general y los objetos de que se
ocupa, los puntos de vista y los resultados de losofar, muestran en estos dos perío-
dos, tan distantes en el tiempo y tan diversos por su fondo cultural, cierta anidad y
analogía rica en enseñanzas. Campea en ambos el mismo retorno al sujeto, el mismo
apartamiento, lleno de tedio, de las sutilezas metafísicas, a la misma preferencia por
una consideración empírico-genética de la vida anímica del hombre, el mismo afán
de investigar la posibilidad y límite del conocimiento cientíco y la misma pasión por
la disputa en torno a los problemas de la organización social; en n, no menos carac-
terístico es para ambos períodos la penetración de la losofía en los amplios círculos
de la cultura general y el cruce del movimiento cientíco con el literario.
Para el iluminismo del siglo XVIII, empero, el fundamento cultural se había dado
ya en los rasgos generales de una concepción mundana de la vida que, durante el
Renacimiento, fue gestándose gracias a los vigorosos movimientos que tuvieron en
arte, religión, Estado y ciencia natural. Y habiendo encontrado, desde luego, su for-
mulación metafísica en el siglo XVII la renaciente ciencia, se puso nuevamente a la
orden del día el problema de cómo es preciso que el hombre comprenda, en el marco
de la nueva concepción del mundo, su propia esencia y su peculiar sitio en el cosmos;
y frente al valor que se vino a poner en este tema, retrocedía cada vez más intensa-
mente el interés por la turbamulta de los conceptos metafísicos en los que se habían
consignado todas estas concepciones del mundo.
Se satisfacían con las ideas de conjunto de la nueva imagen del universo, para
ocuparse con tanta mayor acuciosidad de la vida del hombre, y todas estas doctrinas
del Iluminismo, que de modo tan violento polemizan contra la especulación, operan
desde un principio, en lo esencial, con una metafísica del sano entendimiento huma-
no que, al n de cuentas, tanto elevó su voz y supuso como verdad evidente aquello
que había llegado a él por un largo esfuerzo de las centurias precedentes.

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