Ignacio Ramírez

AutorEnrique M. de los Rìos
Páginas293-306
˜ 293 ˜
Ignacio RamÌrez
1818-1879
EL AÑO 1836 varias personas ilustradas entre
las que se contaban los hermanos José María
y Juan Lacunza, fundaron una Academia de
Bellas Letras que celebraba sus sesiones en el
antiguo Colegio de San Juan de Letrán de
México, la cual Academia pronto alcanzó
fama, tanto por la novedad de su carácter como
por el impulso que dio a los estudios literarios
vistos hasta entonces con verdadero desdén.
Presentóse un día a esa academia un jo-
ven cuyo traje revelaba pobreza y sus mane-
ras encogimiento de verdadero colegial, con
el carácter de candidato. Según el reglamen-
to de la sociedad debía presentarse una tesis
de introducción y el joven neófito conforme
a esta exigencia ocupó la tribuna y empezó a
leer el tema de su discurso. Los socios todos,
hombres llenos de lauros y de fama, se le-
vantaron con asombro fijando sus miradas
con avidez en el joven orador cuando éste
leyó el tema de su discurso, el cual era el au-
dacísimo siguiente: “No hay Dios; los seres
de la naturaleza se sostienen por sí mismos”.
Empezó el candidato a desenvolver en
su disertación una teoría enteramente nue-
va y osada y de tal manera cumplió su co-
metido que los viejos de la Academia a pesar
del escándalo mayúsculo que había dado el
atrevido orador, al concluir este de hablar se
pusieron en pie y lo felicitaron, habiendo
añadido uno de los Lacunza: —Voltaire no
hubiera hablado mejor sobre este asunto—.
Ese oscuro colegial envuelto en una capa de
sopista y que de tal manera anunciaba su
entrada en el mundo intelectual se llamaba
Ignacio Ramírez.
El discurso causó el consiguiente es-
cándalo, al grado de que un biógrafo del Sr.
Ramírez se expresa así: “El vulgo, es decir,
la mayoría de la nación, sobre todo el cle-
ro y las clases acomodadas, en su fanática
gazmoñería, con temor veían cruzar a aquel
joven sombrío y meditabundo, tan pobre-
mente vestido. Como las mujeres de Ravena
al ver pasar al Dante por las calles, decían
nuestros ignorantes timoratos: Ese hombre
viene del infierno. Cuando este Ramírez saltó
a la palestra política, la situación de México
no podía ser peor. Dice el Sr. Altamirano refi-
riéndose a los gobiernos que se sucedían casi

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