Exclusión, identidad y codificación juvenil como perspectiva de Derechos Humanos

AutorDr. Miguel Ángel Rubio Toledo - Dr. Ricardo Victoria Uribe - Mtro. Arturo Santamaría Ortega - Mtro. Alejandro Higuera Zimbrón
Páginas56-72
ENERO-MARZO 2010
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A FONDO
INTRODUCCIÓN
Los jóvenes desde siempre se asocian
entre sí, comparten gustos, vestimen-
tas, imágenes, apariencias, música, len-
guaje, espacios, entre muchas cosas
más. Estos grupos van construyendo
sus identidades a través de estos ele-
mentos como rasgos diferenciales, que
son los mismos que hacen que se reco-
nozcan entre sí y se diferencien de los
otros, ellos crean y recrean sus códigos
con los que se identifican, con lo que
sienten que les pertenece y a quiénes
pertenecen ellos. La conformación de
su identidad surge como “una delimi-
tación del espacio simbólico y geográ-
fico, asociando e integrando al grupo
que sostiene relaciones de cercanía y
similitud, soslayando a los que no parti-
cipan en su propio grupo, fomentando
la identidad del grupo por intereses y
actividades comunes” (García, 1990).
En el interior de estas comunidades, se
crea una espacio de seguridad y abrigo,
mientras que en el exterior se percibe
la inestabilidad, la inseguridad y el azar,
de tal manera que se pretende la preva-
lencia de este entorno pro tector obser-
vando a todo aquel que no sea parte de
éste como un extraño, como ajeno, e
incluso potencialmente enemigo.
A, se puede observar la codificación
de esta realidad juvenil en la determi-
EXCLUSIÓN, IDENTIDAD Y CODIFICACIÓN JUVENIL COMO
PERSPECTIVA DE DERECHOS HUMANOS
DR. MIGUEL ÁNGEL RUBIO TOLEDO
DR. RICARDO VICTORIA URIBE
MTRO. ARTURO SANTAMARÍA O RTEGA
MTRO. ALEJANDRO HIGUERA ZIMBRÓN
nación de su contexto espacial y tem-
poral, de manera sincrónica, pero me-
diante un proceso diacrónico. Es decir,
se encuentra delimitada por referentes
de espacio y tiempo en la que los jó ve-
nes se resignifican en identidades juve-
niles particulares al ser trastocados en
su significado hisrico, cultural y social;
el joven que vive en sociedad tiende a
modificar o intercambiar los significa-
dos que le daban sentido a su esencia
primaria, por lo que busca llenar esos
vacíos mediante fantasías, fetiches, y
grupos de pertenencia artificiales. Es
decir, en tanto el tejido social juvenil
está fragmentado en pequeños órganos
sociales (culturas juveniles parceladas),
cuya forma relacional establece lógicas
de actuar y pensar determinados, for-
ma particularidades sociales al fomentar
distintas éticas y estéticas fundadas en
intereses miniaturizados, observados
en la co nstrucción social de lo que algu-
nos denominan “tribus urbanas”.
Estas identidades remiten a normas de
pertenencia, basadas en oposiciones
simbólicas o imaginarias. La identidad
social del joven se caracteriza por el
conjunto de sus pertenencias a su sis-
tema social, permitiéndole ubicarse en
ese sistema y ser ubicado por los de-
más. De tal forma, la construcción de
la identidad se hace en el interior de
los marcos sociales que determinan la
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A FONDO
DIGNITAS 11
posición de los agentes y por lo tanto
orientan sus representaciones y sus
elecciones. Se elabora en una relación
que opone a su grupo con los otros con
los cuales entra en contacto. Por tanto,
la identidad se construye y reconstru-
ye constantemente en los intercambios
sociales en una relación dialéctica: au-
toidentidad y heteroidentidad. Entran
en juego las relaciones de poder entre
los grupos que entran en contacto para
obtener la legitimidad social, el conflic-
to dominados-dominantes. Se trata del
esfuerzo no tanto de reapropiarse de
su identidad, determinada por el grupo
dominante, sino de volver a apropiarse
los medios para definir por sí mismos,
según criterios propios, su identidad.
Empero, ningún grupo, ningún indivi-
duo está
a priori
encerrado en una sola
identidad unidimensional, sino que for-
ma parte de varias identidades, es decir,
fabrica a partir de varias formas cultura-
les en las que se encuentra inme rso o le
son inherentes una síntesis determinada
en una relación con el otro (intertextua-
lidad a través de la intersubjetividad). In-
tegra la pluralidad de las referencias que
están vinculadas con su historia.
Fre nte a las culturas letradas, ligadas a la
lengua y al territorio –comúnmente lla-
madas modernas–, las electrónicas, las
audio visuale s, las musicales, las estéticas
–o posmodernas–, rebasan esa ads-
cripción produciendo nuevas comuni-
dades que responden a nuevos modos
de percibir y narrar la identidad. “Nos
encontramos ante nuevas identidades,
de temporalidades menos largas, más
precarias pero también más flexibles,
capaces de amalgamar y convivir in-
gredientes de universos culturales muy
diversos. Observamos conjuntos ente-
ros de jóvenes, cuyas mentes dan cabi-
da a la magia y la hechicería, las culpas
cristianas y a su intolerancia piadosa, lo
mismo que al mesianismo y al dogma
estrecho e intratable, a utópicos sue-
ños de igualdad y libertad, indiscutibles
y letimos, así como a sensaciones de
vacío, ausencia de ideologías totalizado-
ras, fragmentaciones de la vida y tiranía
de la imagen fugaz, y al sonido musi-
cal como lenguaje de fondo y trance”
(Martínez, 2000). El mundo juvenil vive
un proceso expansivo de cosificación, a
todos los niveles y en todos los planos.
Desde el estallido de las naciones a la
proliferación de las sectas, desde la re-
valorización de lo local a la descompo-
sición de lo social.
Es importante señalar además que, si
bien la globali
zación tecnológica en
los medios de comunicación ha cerra-
do las brechas entre las sociedades y
culturas, aún existe una gran cantidad
de elementos culturales que no han
sido ni pueden ser globalizados, y por
ende, existe una forma de particulari-
zación contextual en cada sociedad en
la aproximación a sus juventudes. Bajo
esta óptica, las identidades suponen
grupos de jóvenes que comparten un
conjunto de reglas relativamente es-
pecíficas, ya sean de origen, actitudes,
comportamiento, deseos, raza, ima-
gen, pensamiento, intereses, proble-
mas. Así, la juventud advierte diversas
formas, admite distintos sentidos y sig-
nificados, y exige a pensar en varias y
diferentes realidades juvenile s conecta-
das entre sí, generando identidades es-
pecíficas, formas de comportamiento,
lenguajes y pensamientos de acuerdo
al contexto en donde se d
esarrollan. Se
encuentran en todo lugar, escribiendo
historias que suelen entretejerse entre
y toman fuerza, aunque otras parece-
rían no existir, pero forman parte de un
todo, de la familia, de la sociedad, del
país, del mundo entero.
Así, este artículo explica la parafernalia
existente en la ritualidad y mitología de

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