Idealismo Platónico
Autor | Rubén Pacheco Inclán |
Cargo del Autor | Egresado por la UNITEC como Licenciado en Derecho |
Páginas | 34-40 |
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LECCIONES DE ÉTICA. Conociendo el proceso histórico
La teoría platónica de las Ideas es uno de los acontecimientos más signicativos
y fructíferos de la historia entera del pensamiento, pero también uno de los
problemas más complicados y difíciles que tiene ante sí la exégesis ético-lo-
sóca; a esto hay que añadir los naturales obstáculos que trae consigo la tradición li-
teraria de la cual disponemos. Los Diálogos platónicos exhiben la losofía de su autor
en un ininterrumpido progreso que se extiende a lo largo de medio siglo, pero dado
que la sucesión de los pensamientos no puede jarse ni por la tradición, ni mucho
menos por externas características, es preciso echar mano de hipótesis pragmáticas.
No hay duda de que la oposición entre Sócrates y los sostas constituye el pun-
to de partida del pensamiento platónico. Los primeros escritos de Platón describen,
llenos de ternura y amor, la doctrina de la virtud del maestro; no llegan a resultados
positivos, pero dejan entrever sus propósitos críticos: ya se advierte con creciente agu-
deza y clara conciencia de la posición propia, la lucha de la teoría social y cientíca
de los sostas.
La crítica platónica parte en lo esencial del postulado socrático: reconoce la re-
latividad del conocimiento sensible, pero encuentra que suministran el saber, que la
virtud exige, ya que se originan de los estados cambiantes del sujeto y objeto, poco
importa que se les reelabore en ulterior reexión; el referido saber tiene un origen y
objetos de conocimientos diversos. Del mundo corpóreo y sus mudables hechos no
hay ciencia, sólo percepciones de valor relativo: aquélla tiene un objeto de investi-
gación inmaterial que debe existir frente al mundo de los cuerpos del mismo modo
como el conocimiento racional existe frente al de la opinión.
Por vez primera en la historia del pensamiento se admite expresa y consciente-
mente una realidad inmaterial y es claro que se trate de hallarla mediante un saber
supra empírico, mediante una actividad espiritual desembarazada del mundo de
la materia. Todo esto en armonía con una exigencia ética. En efecto, el concepto
de la inmaterialidad no tiene desde luego, para Platón, el propósito de explicar las
apariencias empíricas, sino el de garantizar un objeto de conocimiento y querer
moral. El mundo inmaterial de que habla Platón no es el mundo de lo psíquico, no
de formas lógicamente determinables como pretende la moderna teoría del cono-
cimiento fundada por Kant. Hay que interpretar el hecho históricamente, pues ese
mundo inmaterial que quiere decir el mundo de las Ideas es, para Platón, el ser in-
corpóreo susceptible de ser conocido por los conceptos. Y puesto que los conceptos
no se dan en la realidad aparente, es preciso que formen parte de una “segunda”
y heterogénea realidad.
Si las ideas son algo diverso del mundo sensible, es también absurdo intentar des-
cubrirlas en los meros contenidos de la percepción; allí no pueden arraigar ni existir,
de este modo la doctrina de Platón se hace más racionalista que la de otros lósofos
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