Humilde poeta y soldado de la patria

AutorAndrés Henestrosa
Páginas455-457
AÑO 1957
ALACE NA DE MINUC IAS 455
de los trabajos de Barrios de los Ríos fueron firmados con este extraño seudó-
nimo: Duralis Estars. Otros, muy pocos, con el de Férula.
El libro que nos ocupa, o sea, El país de las perlas y Cuentos californios es
su mejor libro y el más conocido, a pesar de su rareza. En él reunió el autor
una serie de narraciones de muy hermosa factura, inspiradas en el ambiente
bajacaliforniano, o simplemente californio, como él diría. En un estilo escueto,
limpio, directo, dentro de las maneras de su tiempo, José María Barrios de los
Ríos nos da una visión de aquellas lejanas tierras, entonces más que ahora, tie-
rras incógnitas. Como ocurre con los que tienen algo que decir, el autor no se
anda por las ramas ni se embrolla: dice con elegante sencillez las cosas que
se propone. Más que novelas cortas, más que cuentos, los dos títulos reunidos
en el volumen son narraciones de diversa inspiración y factura, si bien todas
muy bien escritas. Barrios de los Ríos no rehúye ni desdeña las aportaciones
de toda índole, si ellas sirven a sus fines, que no son otros que los de divertir
y al propio tiempo divertirse: el cuadro de costumbres, el folklore, la reminis-
cencia histórica son ingredientes con que estas narraciones se sazonan.
Don Juan B. Iguíniz describe en su Bibliografía de novelistas mexicanos el
libro de que tratamos y a él remitimos al lector, no sin antes consignar una
particularidad. Iguíniz da como fecha de la edición el año de 1908, en Som-
brerete, Zacatecas. La edición que tenemos, hecha por la editorial “Pax” de
esta ciudad, y que pudiera ser una reimpresión, carece de fecha y de colofón. A
partir del título, toda la descripción de Iguíniz coincide punto por punto, con
la del libro Paisajes de occidente, de Enrique Barrios de los Ríos, hermano suyo,
de quien nos ocuparemos alguna vez.
10 de febrero de 1957
Humilde poeta y soldado de la patria
Una simpática figura de nuestras letras, ahora ya casi olvidada, es la de Lo-
renzo Elízaga. Como ocurrió con otros grandes mexicanos de su tiempo y de
su hora, cambió la pluma del literato por la del periodista, o publicista, como
entonces se decía. Cuando el gobierno supremo de la República, encabezado
por el señor Juárez, abandonó la capital, Elízaga no pudo seguirlo por circuns-
tancias particulares. Pero no se bajó de los hombros el manto republicano

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR