La honestidad como institución

AutorAlexandra Reyes Haiducovich
Páginas161-163
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BENITO JUÁREZ −a quien a menudo hay que recurrir en busca
de la mejor luz de los caminos−, dijo muchas veces que el
manejo escrupuloso y delicado de los dineros del pueblo es
condición inherente a todo demócrata, a todo liberal, a todo
“buen repúblico”. Los rectores de la nación −insistía el indio
de Guelatao−, deben limitar sus necesidades hasta el punto
en que puedan satisfacerlas con el sólo fruto de su trabajo.
El gobernante no es, como suele creerse equivocadamen-
te por influjo del inmoralismo de muchos aprovechados, un
hombre destinado al disfrute de los bienes terrenales, a sen-
sualizarse en una vida disipada y a establecer una descen-
dencia en el lujo. Porque el contraste entre la opulencia de
rectores de la nación y la estrechez en que vive la gran ma-
yoría de los ciudadanos de los países pobres, afrenta no sólo
a las leyes, sino a los principios morales, sin los que no hay
hogar sano, pueblo en equilibrio ni sociedad digna ante sus
ojos y ante los ojos de los demás. El gobernante de un país
pobre no puede, y si puede no debe, vivir en el lujo y el boa-
*Andrés Henestrosa, Agua del tiempo, op. cit., t. I, pp. 304-305.

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