Homicidio
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HOMICIDIO.
E
.,;
li
oini('
,:
da
el
r¡u
e p1·iTa de la i·ida
ii
otro
, sea c1wl f u
ei-e
el
me
di
o de l)ue
se r a lr
¡rt.
To
do
lwmi
cidio, ú
P.a
;c
P,
pciún
de
l c
a-
s1
u
tl
, es 1m
11ible
cuando se
('.j
ec
11
ta sin
de
re
cho •
.4.
.rts. 540,
!\
4-1
del Código Penal.
1 E
1110s
n,e
gad~
al
punto m:ís importante
dela
pres
e~~e
obra; a aquel
en
el qué debemos tra~ar del homici-
dio, uno de los delitos que
más
conmueven á la sociedad,
ya
no sólo por las circunstancias que puedan concurrir
en
su
comisión, sino por lo que es más esencial, por el
desaparecimiento repentino, inespei;ado, violento,
de
uno de los miembros que forman
la
as:ociación.
Parece increíble
qu
'e
un
sér
prive de la vida á otro
sér
sin que medie uno de esos •agravios ·que
la
honra del
ofendido no tolera; pero el homicidio que bajo
este
su-
puesto se verifica, tiene
su
lado de excusa, de gallardía
y , ha
sta
si se quiere, de nobleza·: el duelo. ·
Que el hombre que recibe
una
ofensa busque
una
sa-
tisfacción
en
el
~o
.mb
¡1
te
que se
ll~m!l,
duelo
,.
es compren-
sible
;;pe_ro;
~S
~O :
110
, e~
c1;1sa
qu~ _sea
un
delinG!fe,n:t~ ,porque
se expone á morir voluntarJame11t~ 6 á comet~r
un
ho-
, ,
20
"I
micidio;
pel'O
que el hombre, en iguales circunstancias,
cometa
un
asesinato en la persona de
su
o
fe
nsor, no se
explica á no mediar ponilenores de que nos ocuparemos
ade
lan
te.
El Código penal francés dice: 47'licle
1";·.
L'
?'.1~f1;acl1"011
·
que
les
lois
punissent
eles
peines
el
e pol·
ice
es
une contmun-
tion.
L'
i11frnction
qu
e
les
loís
punis
se
nt
de
s peines
co1'rec-
tionnell
es
-
est
un
elélit.
L'
injraction
que
les
lois
prnússent
el'
une peine qff!.ictite
ou
infamante est un
c1'ime.
I
El homicidio debe ser comprendido siempre en la cla-
se
de
un
crimen, porque la ley, rigorosa éomo debe se
r-
lo, lo castiga con la pena de muerte y así puede Yerse
en
el
art.
561
del Código penal.
Ahora bien, criú'rnn ó delito, que
la
diferen
ci;,t
no exis-
te
en
nuestra
legislación, (poi más que
la
clasificación in-
fluya mucho en cuanto á la condición del delincuente y
en
cuanto á la estimación del grado de
cultura
de
una
sociedad y de los sentimientos dominantes
en
ella,) el
homicida no es siempre agente voluntar
io
del hecho que
realiza; y
para
demostrarlo bastan lijeros conoci~iento,s
en la medicina legal, pues el conoqimiento de
esta
cien-
cia nos pone como de relieve, las . Ciiusas morbosas que
pueden determinar el impulso del qelito.
Con
un
poéo más de estimación por
la
ciencia médico-
legal, dándole 'uri participio directo
en
la
'investigación
de
la responsabilidad crímiiial, se hubieran evitado, des- .
de tiempos remotos, innumerables asesinatos jurídicos.
A provocar ese· participio se encaminan
nu
estros es-
fuerzos; po-rque es inconsiderado juzgar alliomb1'.e tleliii:.
cuente
·por exterioridades•
,'
sin büscar en
su
propia
na
tu
i.
'
' -
/
145
raleza
la
fuerza impulsiva que
pueda
dominarlo,
subyu-
gando
su
voluntad.
Es preciso convencerse,
en
tesis general, de que el
hombre
por
sí mismo nació predispuesto al
bien
y
al
amor á sus semejantes; y
qu
e si, en determinadas cir-
cunstancias, se separa de
esa
ruta
ma
rca
da por el
desti-
no común, lo hace en
virtud
de
un
esfuenm moral
inYo-
luntario, cuyo dominio no es dueño
de
evitar
la
mayor
par
te
de
In
s veces.
Cain no
hubiera
matado
á Abel (aceptando .el
he
cho
como cierto) si Caín
hubiera
· estado dotado de una bue-
na
y moral educación 6 si no
hubiera
sido
un
desequili-
brado ( ó
un
verdadero enajenado, á . juzgar por
la
ta-
citurnidad
y
la
soberbia
de
su
carácter y
su
prov
er
bial
envidia
según
nos refieren los libros santos del cristia-
' nismo); pero lo probable es creer que
Adán
y Evá, en-
tregados á
un
am~r impetuoso é ineludible
fJOl'
la.falta
de
otros seres
de
su
especie con quienes consumar
-el
adult
er
io, ó entregados también á
la
prontareproducción
para
poblar
la
tierra,
descuidaron por completo·
la
edu-
cación
de
sus
pequeñuelos, dando eonio resultado
este
abandono,
el
desarrollo de .
las
malas in-clinaciones ó de
los defectos físicos
de
Cáin,'
.Io
cual , es '
muy
' probable,
porque
no
está
averiguado· aun si gérmenes morbosos
pudieron
ser
legados
por
-los
púmeros
.
padres
de
la
es- .
pecie
humana
á
su
inmediata
descendencia.
Locura .
tal
yez, enrojeció
la
tierra
conisangre
-de
debi-
dad
y de .afemina
origen:·
la
fal:ta
de
una
educación
apropiada
para
quebrantan,mvidias
y levanta1~
espíritus
humildes
y cobardes.'
.'',
- .Ocupémonos · d,esde · luego ,del
·,
estudio: de las causas
/
'
146
impulsivas
del
homicidio con el
det
enimiento
que
seme-
jante
cuestión merece, y en seguida, de la influencia que
puede
ejercer
la
medicina legal
en
la apreciación de
la
responsabilidad criminal consiguiente á la
perpetración
de
este
delito.
. .
Y
para
dar
principio á
nues
tr
o propósito
antes
indi
ca-
do, señalemos las causas ·
más
comunes
que
pu
eda
n
ser
-
v
ir
de
móvil al homicidio, y son es
tas
las sig
uien
tes
:
I. Herencia-locura-conformación.
II.
Consanguinidad.
III. Lesiones.
Embriag
uez.
IV
.
Y.
VI. Educación-costumbres-moral.
Clima-Estaciones.
Histerismo-sífilis.
Traumatismos.
Estupidez-idiotismo.
Preocupaciones.
VII.
.
-vin.
IX.
X.
XI.
XII.
XIII:
Perturbaciones
-ilusiones-alucinaciones.
Profesión.
Imitación. 1
Enumeradas
las
causas, detengamonos,
aunque
sea
pasajeramente,
en
el
estudio
de
cada
una
de
e
ll
as
como
e
lemento
ó
causa
á
su
vez impulsiva del delito de que
nos ocupamos,
y,
así,
sea
la
primera
la
herencia.
.
En
virtud
. de
la
mayor
fuerza
creadora
de
uno
de los
padres
se
determina
el
sexo contrario de
la
prole, y así
si
el
padre
es
el
más
fuerte
,
producirá
mús
hijas
en
su
descendencia, y si
1?'
,
madre,
más
hijos;
pero
sin
que
por
ello
estos
dejen
de
parecerse
más
á
aquel
y las hijas á 1a
madre
.
en
cuanto
:á fa ·apariencia física
por
lo
que
llama-
\
147
mos semejanza,
pero
no en
cuanto
á
la
estructura
hue-
sost1,
que
seguirá
las condiciones del
sér
más
fuerte
de
los que
contribuyeron
á
su
procreación.
De
Jo
dicho so explica que, los defectos de los
padre
s
so
tras
mitan
á las hijas y los de
las
madres
á los hijos ;
porque sien
do
la
configuración de los descendientes se-
g{m
su sexo, en
ra
z6n direc
ta
de
la
mayor
potencia crea-
dora
de cualquie
ra
de
su
s padres,
la
masa encefálica,
fuente
de la i
nt
eligencia,
tiene
que modificarse
adáptán-
d0se á las condiciones física s y morbosas que le son
tras
-
nlitidas, por
la
razón de peso de que
la
conformidad de
los
hábitos
morales.
está
ligada
íntimament
e con
la
se- ,
mejanza física del
vástago
con
respecto
al
progenitor.
Todo esto con pocas y
raras
excepciones. fü
una
subs-
tanci
a
blanda
. se encierra en·
un
recipiente
duro, aquella
acloptai;á la forma definitiva á
la
del objeto que
la
con-
tiene;
y así, el cerebro
seguirá
las modificaciones de
la
bóveda huesosa
en
que se encierra,
por·estar
sometido á
esta
ley
física, y
si
ella es viciosa, modificará
por
su
ma
nera
de
estar
la
manera
de
ser
de aquel. Tal vez á
esto
se
debe que los hijos de
padres
inteligentes, se
an
in
teligentes, y que los descendie
ntes
de
padres. tontos,
sigan
la
misma
ruta
int
electual
por
la
qüe caminan aque-
llos.
Esto
es el ·principio general, pues no
pu
ede
tomarse
como absoluto,
aunque
la
mayor
parte
ele
los
autores
es-'
tén
conformes con él; y por lo mismo no es ex
traño
en-
contra
r hijos
de pa
dres necios y de
madre
s inteligentes,
q11e
se
han
distinguido por su claro talento y recíproca-·
mente
, así como hijos varones
de
padres
locos, que se
han
substraído á
la
locura; y otros del mismo sexo que
han
si
do afectados
por
la
gue
padece ó ·padeció
la
madre.
Por
:
1'48
lo
demás,
bien sabido
es
que
la
trasmisi6r~
del
talento
y
de
la locura, como herencia, es
un
verda
dero misterio:
que
se palpa el efecto: que se reconoce el origen de
ést
~
y aun
-se
establ
ecen reglas generales pa
ra
explicarlo; pe-
ro que '
el
cómo so verifica l a
tr
asmisión,
cuá
l
sea
lama-
nera
como
se
rea
liza, se ignora aún,
apesar
de
los pro-
gresos
de
la medicina y
de
los laudables esfuerzos, que
para
inyestigarlo,
han
hech
o
in
dividuos
de
instrucción
y de
talento
no comunes.,.
Por
otra
parte
no es sólo
G.l
defecto antropológico y
orgán
ico
el
que
pued
e estimarse como propio
del
sér ge-
nerad
or y n
atur
almente
her
editario para la
gene
ra
ción,
ta
mbién
el
germen fecunc.lizante es propio de
la
natura
-
leza
que
lo contiene, y
está
po
r lo
mism
o sometido á las
al
tera
ciones de ella; y bajo las modificaciones que de
ésta
recibe, se trasinite,
para
llevar
en
sí mismo tal vez
á nuevos seres,
la
vida, y
co1.
la vida el
elemento
mor-
boso
que
1a
hace
desgraciad
a.
Cuando
ese
germen, bajo
la forma del espermatozoide, se introduce en el claustro
mater
no
para
-
ent
ra r en ol estado de sér fecundan te, ocu-
pa
un
espacio no definido aun, en donde
entra
en
acti-
vidad
para
·
adqu
irir ó
hacer
adquirir á
otra
causa
de
la
repi·oducción,
paul
atinarmmte, la forma consecue
nte
á la
gener aci6n
por
venir; pero la cual
está
sujeta
tal
vez, á las
imp
resiones
fi
siológicas m ás normales
en
el
· individuo
creador
que ha recibido desde el momen
to
.
de
la
fecun-
dización, y de esto vieüe· en apoyo
la
kasm
isión de las
·
enferm
eda
des á la deacendencia.
En
teoría, Muratori
afirma
que
la
fantasía de la madre ejerne
una
poderosa
influencia sobro del hijo
durante
el período de la gesta-
ción: que el hijo ai nacer
tendrá
en
su
a
specto
fisico,
mu
-
1
:4
9
cho de aquello que impresionó á la
madre
durante
el
em
-
barazo; y as
í,
que no es extraño que si la
madre
se
fijó
por
ejemplo,
en
pintusas
humanas
muy
bonitas, el hijo
lleve en
su
cara
mucho de
aque
llas
fo
.cciones que acarició
la
maclrn en
su
fantasía d
eseindo
las
para
su
hijo; y
en
contrarias condicion,es, el hijo nace defectuoso, mons-
truo
so, si
la
madre
tuvo ocasión de
impr
esionar
su
fan-
tasía
en
contemplaciones fenomenales.
Esta
observación
puesta
en
práctica
en
ciertas
circunstancias,
ha
venido
modificando, si
nó
la
forma, sí el colorido y la regulari-
dad
del dibujo en cie
rtas
clases de animales, como por
ejemplo, que la
yegua
produzca
un
producto listado
co
- ,
mo la piel
dd
tigre cirnndo
durant
e la
pr
eñez,
ha
sido
so
-
metida
ú
la
cons
tante
obser,
Ta
ci6n de objetos listadoR. Y
quien sabe si Jacob tuvo conocimiento de
este
fenómeno,
cuando convino con
Laban
en
ser
pastor
de
sus
ovejas,
recibiendo como salario las qne
resu
l
taren
negras
y de-
:jando J
sú
Señor las blancas; porque Jacob
enr
iqueció.
n'iientras
Laban
casi se vió
de
frente á
la
miseria.
En
cuanto
al
germen
fecundizante, sigue
en
la
s igno-
radas evoluciones que se realizan
durante
el embarazo,
Jas alteraciones á que
está
predispuesto por los vicios ó
defectos de los seres, uno 6 ambos, que
coadyuvan
á
la
reproducción.
En
consecuencia de lo di.cho,
se
observa
la
epilepsia es h
ered
i
taria
: que el hijo concebido en
el perí.odo de la embriaguez
será
epiléptico 6 dipsomano,
ó
estará
predispuesto
á adquirir en
edad
apr
opiada se- ·
g
ún
las circunstanc
ia
s,
la
terrible
. dipteria,
má,s
incura-
ble en él, cuanto que
la
disposición orgánica se
presta
al
desorrollo de esa fatal enfermedad.
· Bien sabido
es
que
entr
e l as, influencias predisponen-
15
:0
tes
intrínsecas de
la
locura, domina el estado cerebral
hereditario; p orque
la
her
enc
ia
domina
ta
mbién el con-
j
unt
o de lo s fenómenos de la patología ment al, de la
misma vigoro
sa
ma
nera
con que se ven dominar las· se-
mejanzas
fí
sica s y mor ales, y
ta
l es la opinión de Grain-
ger
-
Stevard
en sus 1lnnales méd
ic
o
JJsycli
. 1
En
apoyo de lo
di
cho,
ha
y que
:fi
jarse en la
op
inión de Mr.
Luy
s,
háb
il
ali
eni
st
a, quien se ex
pr
esa
q.
e la sigui
ente
mai1era : ·
El
individuo
que
viene al mundo no es un
sér
aislado, ab
straido
de
su descende
ncia;
es un anillo de
una
lar
g a c
ad
ena que se d
esa
rro
-
lla
en e l
ti
empo y cuyos
primero
s eslabones se
pier
den e n la
antigue-
(
fa
d.
Es
tá
unido á los que le siguen, y las influencias
atávic
as que
aporta
al
nacer, le sirven
de
transitorio
sostén y las
tr
ªsmite á sus
de sG
endiente
s. Si procede de
una
raza
bien
dotada
, bien completa,
aport
a al nacimiento los
caracteres
de
organización que á sus
ante-
cesores
debe, es
apto
para
el
combate
de
la
vida
y
par
a
recorrer
su
camíno
por
sus
energías
innactas
y sus
propias
virtudes.
Pero,
por
el
contrario,
si procede de
un
tronco
que
está
ya
inves-
tido
de
un defecto
hereditario,
en el
cual
el
desarrollo
del
sistema
nervioso
es incompleto, viene al mundo con
una
orga
-nización dese-
quilibr
ada, y SUB defectos
innatos
permanecen
en el
estado
de
gé r-
menes, y
latentes
en
cierto
modo, están
presto
s á
desarrollarse
cuan-
do
una
causa
oca
sional
cualquiera
viene á ponerlos
en
actividad.
(T
rélat.)
Las
irregularidade
s de lá
c0ntextura
viscer al se
tra
smiten,
- ¡rnes,
fatalmente
de
gen
eración e n
gener
a
ció11
con
ca
ra c
te
re s simi-
l
ar
es, y cons
tituyen
de
este
mo
do
una
herencia pa tológica que su-
frimos en muy
diverso
s
grad
os.
-:-
Lo dicho a
nt
eriormen
te
es tan cierto, cuanto que es
un hecho comprobado p or ob servaciones cui dadosas, que
las influencias que
pr
esiden
al
d
esarr
ollo de las pert ur-
ba
ciones , son
pr
edispon
ente
s ú o
ca
s
i'.o
n
ales
, es d ecir, s
o:ri
el
re
s
ultado
de
la
herenci
a,
de la edad,
del
se
::c
o,
etc,,
cuya
lenta
acci6n
prepara
al
individuo
ú.
la
locura; ó bien son
,'
.
)
151
traúsitorias,
y-
por
un
hecho afectan
te
de1
rt
c'é
'rél
frdf5~j1fla
forma
' de una
impr
esión cual
qu
iera, de
tié'f
hrii{
~
1n
:1a por-
. ,
,f
r
f;
,
,.,..
·t
tu
rbnc10n. ·
··,J
¡;,
· · ·
'·
La afección hereclitaria
vi
ene á constit~
í.h;
·/
en
'l'.
los
' he-
red
eros
un
a ve rcladera enferme
dad
m
e1i
:tai·,
cDs
i _si~rnr
:i
re
in
elndiblo, y, por lo
mism
o,
so pe
rp
eh1,·i do
geriNic
i
óD
·en generación, a
unqu
e bajo semejantes ó diversas ·füses,
sin
1le
te
nerse
en
la
sé
ptim
a de las g
eu"e
\;
ac'i
o~es c'
óm
o
la
. maldición
terrible
de Dios de
que
nos
hablan
los libros
sant
os del cristianismo,
pn
es menos piadosa que º
El
;
la
natu
ra
leza,
trasmite
el
legado h
asta
constítuir
una
fatal
cadena
cuyo
último
esláoón es ignora(lo. ' · ·
·.
·.
· 1
';,
G
eneralmente
se observa
en
los casos ·
ae
locura
here-
ditaria,
el
desequilibrio de las facultades .mentales
ante-
rior
al dominio
el
e
la
péturbación.
En
·
este
pei·íotlo,
el
.
sér
afectado se
denomina
desequilibrhdo 6 degenera!do;
desequiiibrado,
porque
carece
mentalmente
'
del
egti.ili•
. .
brio
suficiente
en
sus
ideas: degenerado, porqué :no
es
adaptable
al medio
ambiente
en que vive. ·
Ahora
bien,
dados
los
anteriores
·y
bien
tristes
datos
para
la especie
humana,
agreguenios
aquel
que
debe
ser
más
sensible
para
los
p1
:ogeuitores
de
-una
generación
desgr
a-ci
ada, que á
su
vez
trasmitirá
la
'rhisma desgracia
á
las
generaciones
resultantes
de
eÜá. · · . :
En
ciertos casos,
la
locura afecta sólo
:1
las hijas i
en
otros
sólo á lós hijos ¿por qué?
El
por
qué
ele
esta
con-
secuenc
ia fatal, se pierde, se ecÜpsa á
la
investJgación
humana, y cons
tituyo
el caos co
tl
su
terribl
e obscui'idad.
y
su
c.onfosión esp~ntosa.
¿Depc1;ded
tal
fenómeno
de
las
condiciones de los pf-ldres
en
el
inst
a
nte
de la con-
cepción?
¿Será
que
los gérmenes
de
la
fecund
aci
n
se
. 1 .
21
152
modifican con las alteraciones
que
ocasionan los vicios
en
aquellos con
sus
efectos morbosos?
Tal
vez; y de
aquí
la
necesidad
de
una
investigaci6n,
que
se
hace
casi siem-
pre
imposible,
por
la
reticencia
de
las familias
en
facili-
tar
á,
los fayu
lta
tivos
datos
ciertos
acerca
del
estado,
condiciones, sa
lud,
etc.,
de
los
progenitores
del
sér
afec-
tado.
Que
la
herencia
puede
proceder
á
la
vez
del
padre
y
ele
la
madre
, es
un
l_1echo av:eriguado
per
la
ciencia; y
e1:i
tales
condiciones,
sus
-
resu
ltados son fatales.
En
rarísi-
mos
casos, e
c1ta
terrible
herencia
su
ele
saltar
de
una
ge-
neración
á
otra
dejando
libre
lÜ1i:1
interm
edia; y
de
aqui,
que
;
de
padres
locos se ~ncu
entren
hijos
cüerdos
que
{t
su
vez
se,)11
productores
de
seres
enajenados; y lo
más
sEmsible
ele
es,t
:\
es que
la
madre
es,.
casi
siempre,
la
causa
más con1(rn
de
lu,
pertnrbución
de
la
prole, y
ésta,
con
tal
o
rigt¡,¡
1,
,m~s incuni
~1
.
e.
En
. o
tra
ocasión
hemos
hab¡ado de
)os
f
at
ales
result
a-
dos
de
las
uni
o\1es
consanguíneas,
y,
por
¡q
rnisrn0, ·ex-
cus:Jrernos exponer
en
este
ca
pít
ulo lo
que
ya
tenemos
dí-
chq
antes,
aunqu
e
tratándose
de
distinta
cuestión
.. -
Por
desgracia,
lc1
lo.
cura
co~génita
se
reve1a
en
cuales-
qu
ie
ra
de
las
edades
del
individuo, y
por
lo mismo,.
-se
ma
nifie
st
a
en
el
niño
como
en
el
hombre
-yiril, y
en
.
el
que, dominadas las
fronteras
de
la
vejez, se
acerca
con
ins
eguro
aunque
constante
paso
al
borde
de
la
tJ1mba,
en cu
ya
ti
niebla h9;-rihle debe~á h
undirse
á
su
llegada.
Pero
hay
que obsorv
ar
que
si
bien
la
locura
no reconoce
período ,
en
J a
edad
c
fol
hombre
para
manifestcu-se, si
es
más
co1nú
,;
e
sta
manifestación
entro
los -i:einticinco años
y los
cincnen
t
a.
De aquí la observación
hecha
por algu-
153
nos sabios
criminalistas
de
que,
la
mayor
parte
de
los
hombres
convencidos
de
un
delito, lo
han
cometido
en
el
término medio de
la
·s
edades
indi
cadas.
Pero
no
basta
fijarse
en
que
la
locura
pueda
encontrar
su
origen
en
la
herencia,
en
la
ed
ad ó
en
el sexo;
hay
q
ue
buscarlo
también
en
las lesiones
que
el individuo.
haya
po
recibir, y q
ue
_ p
ue
dan
determinar
ep
él,
más 6 menos
tard
e,
el
aparecim
ient
o de
la
locura.
Estas
les
iones son conocid
as
de
los fac
ult
at
ivos eri la ciencia
méd
ica, y
por
lo mismo no nos ocu
parem
os en enume-
ra
rlas,
bastando
decir
pa
ra
nu
es
tro
propósito
: que si co -
mo
el
estudio
de
la
medicina
lo indica,
el
funcionamien-
to del cerebro
est
á li g
ad
o
ínt
i
mamente
al
de
lós centros
110
rviosos, reciqiendo :
por
lo mismo l a
repercución
de
las
perturbaciones
funcionales, es claro q
ue
muchbs
golpes y
lesiones que eje
rcen
directa
influenc
ia
sobre
el
sistema
nervioso, pued:3n
determin
ar
la
locura,
así
como
ciertas
.
enfermedades
ag
ud
as como el tifo, las fiebres_
intermi-
te
i;:ite
1:¡,
el cólera,
la
p:qeumonía:; y otras, como
la
aneinia,
el alcoholismo , .la sífilis,
etc.;
con la
sola
dife1:encia
de
qu
e en las lesiones,
la
locura
pued
e·
ser
.
permanente,
y
pasa
jer
a.
en
ciertas
enfermed
ades,
recobra
ndo
en
éstas
·
la
razón
el
paciente,
á . medi~a que avanza
en
la
conva-
lecencia.
Como no
es
nuestro
ánimo
tratar
científi
camente
de
-.
la
locura, sino sólo
apuntar
las
cau
sas
que
puedan
de
ter-
m
in
arla
y
estudiarlas
después como impulsivas
del
cri-
men,
permít
,
aser
;os sólo indicarlas, deja
ndo
á los 'alienis-
tas
el
cuidado de i
nvestiga
rlas con d
ete
ni
mient
o,
au
n
que
sí
es
de lamen
tarse
que hasta
,l
a
pr
esenc
ia ~e
un
anima-
'lG
cl
lucho
corno
1a
solitw·ia
en
el
aparato
digesfrrn,
pued
a
t
rastornar
las
facult
ades m
e~
1tales
del
indiYiduo.
Y a diremos al
tratar
de
la
em
br
iagu
oz, c6mo
este
vi-
-cio
puede
ser
causa
suficiente
para
determinar
la locura;
:- si
la
compa
ra
ción es
permitida,
sólo
agiegaremos
que
acontece
con el
cerebro
sometido
á
las
excitaciones
al-
cohólicas, lo
qu
e
pasa
á
la
cuerda
que
se
atiranta,
que
pr
im
ero
se
ade
lgaza,
para
:
reventar
después,
· dejando co-
mo
consecuencia
de
ello,
un
algo
inútil
y
muchas
veces
perjudicial.
Sabido
es
que
en
las
f~n
·mas crónicas del alcoholismo,
se
presentan
fases
de
paroxismo,
que
se
revelan
en
la
existencia
de
un
carácter
pasivo y á veces
agresivo
y
en
u
na
falta
.
completa
de
espontaneidacl.
¿,Qué
ele
extraño
tiene
que
el
hombre
que
tr~te
de
realizar
un
homicidio,
se
valga
de
estos
seres
débiles y
próximos
á
la
locura,
para
llevar
á cabo
intentos
criminales?
.
.
La
sífilis
es
origen
de
la
locura
sobre
todo
cuando
es-
ta ·
repugnante
enfermedad
es
cerebral,
pues
entonces
apare
cen
accesos
de
excitación
maniaca,
depresión
me-
lancólica, alucinaciones,
hipocondrías,
que
son
otras
tan-
ta
s
causas
que
pueden
determinar
la
comisión
de
un
de
lit
o,
sin
que
en
el
autor
de
él
haya
existido
la
yohrn-
.La
d deliberacla y
conciente
de
cometerlo.
Cesemos
ya
de
en
um
e
rar
Yicios ó daños
que
pueden
som
ete
r
al
hombre
m6s ó menos
tarde,
al don;inio
de
la
locura¡, y ocup6rno110s
de
cieHa
s
causas
que
no
pueden
¡:_
;'
er
estimadas,
sino
Jespués
do
un
estudio
meditado del
individuo
qne
snfru
su
fatal inf1uencia.
Quién
pudiera
creer
que
la ci-rilización,·
fuente
y
base
1G5
de
la
prosperida
d de_los pueblos, es un a
causa
determi-
na
nt
e de
la
loc
ur
a?
Y
ns"í.
es; porque la civilización que l
evanta
y
enaltece
:t Jas naciones,
tiene
t
ambién
su
sabor amargo, por
mas
que s
ea
fruto
e.le
dulcísima
estimación.
La
civilización
dá
su
contingente
de
progreso y
su
tris
te
co11socucncia de
agotami
e
nt
o social.
El
hombre
que
se consagra al
estud
io
para
prod
uc
ir
algo bueno, fruto de
su
instrucción
y
de
su
talento,
110 8 8 bo
qu
e en
el
labo-
ra
tori o santo do su s i nvestigaciones c::insa
su
cerebro; y
que
después
de
Rus
afanes, y al
estrec
ha r
entre
sus bra-
zos á la
sonr
iente
mujer
que
adora,
deposita
_en
su
.:ien-
tre,
sem
illa,
si
nó
estéril,
sí
dotada
de
un
ge
rmen
de
morb
os
idad
que
más
tarde
es l
a"
base
de
un
producto
desequi
librado.
Esta
so
breac
ti
vi
dad
élel
cerebro
hum
a-
no
ha
dado
tantos
locos á
la
humanidad,
qu
e la
estim
a-
ción
de
su
número
sería
imp.osible, y
para
evitar
esta
co
nsecuen
cia
funesta,
h~st
a donde es posible, algún
cé"-
Iebre
escritor
aconsejó
la
buena
alimentación de
las
per-
sonas
entregadas
al
trabajo
intelectual,
para
que
aquélla
l~s dejase
un
sobrante
ventajoso
para
la
generaci6n.
La educación
intelectual
tiene
su
l~do bello-y
su
con-
'
secue
ncia amarga.
El
primero es el
fruto
ventajoso
que
daja
á
la
sociedad como .
elemento
de
instrucción;
el se-
gundo
es
.
Ja
prole, desequilibrada,
degenerad
a 6 loca.
¿,Qué
debe
estimarse
h1ás?
Incuestionablemente
la
sabi-
duría,
porque
aunque
hij~
de
un
sólo individuo,
sirve
p
ara
la
ilustración universal, y los hijos locos del sabio
sólo
podrán
ser,
si
acaso, ~lementos
destructores
de
li-
mitado
número
de
personas,
y esto,
dado
que
su
manía
sea
la
del
homicidio.
156
Generalmente
sucede
que
la
educación
intelectual
es
orio·en
de
la
locma,
cuando
se
obliga á niños
de
condi-
º .
ciones débiles á
nn
estudio inconsiderado.
El
esfuerzo
cerebral
constante
p
ara
el
aprendizaje ,
gasta
el vigor y
la
füerza
de
esta
parte
de
la
organización, y
más
6 me-
nos
tarde,
tiene
dolorosas y
tal
vez fones
tas
manifesta-
ciones.
Respecto
del
clima y de
las
estaciones, es
un
hecho
averiguado
en
cuanto
al primero, que la vida
es
más
prolongada
en
los
temperamentos
fríos
que
en
los calien-
tes;
y
esto
depende
de que el calor activa
la
acción ce-
rebral
mientras
que
el
frío
la
modera.
Cuando el cerebro· discurre con más
actividad
de
aque-
lla
que
le
corresponde
para
conservar
su
equilibrio, sus
fuerzas
se
gastan;
~l
vigor
que
le
es
propio
se
agota;·
su
vivacidad
se
entorpece, y vienen bien
pronto
las
mani-
festaciones de
la
locura.
Esto
mismo se
ha
observado en
las
estaciones
de
calor, y ;
espetíalmente
en
el otoño;.
porque
en
estas
épocas del añ0,
ha
· habido
necesidad
de
abrir
más
_
ampliamente
' las
puertas
. de los manicomios
por
sér
.,
h:láyot el
número
de los qué
necesitan
entrar
en
e5ta clase
de
asilÓs.· · ' · · ·
Al
hablar
del robo· hemos
tratado
extensamente
del
histerismo
como
causa
impulsiva de ese delito, y lo mis-
mo
pod
ríamos
repetir
en
este
lugar, por· lo
quB
excusa-
mos hacerlo aquí,
bastando
saber
"á ríliestros lectores ,
que
si
el h1sterismo
puede
orillar· al individuo
al
robo,
tarnbíén
puede
ponerlo
en
· condiciones
de
homicida.
Sabemos
qüé el traumatismo no es
mas
que
la
conmo-
ción
de
los centros nerviosas ·
uor
m8dio
de
un
crolpe, de··
" o
una
caida ó de
un
choque vigoroso y 'enérgico,
sin
que.
•
157'
"
estos accidentes dejen á veces en el individuo
huellas
aparentes, como lo demuest
ran
ate
ntas
y minuciosas in-
vestigaciones.
No
obstan
te
, cuando estos ch
oq
ues se
experimentan sobre
el
cráneo ,
el
aparecimiento de
la
locura es consiguiente,
por.
la
depresión de
la
masa
en-
cefálica sobre el diafragma.
La
imbecilidad
está
con
st
ituida
por la debilidad de los
órganos· destinados á
la
manife
stac
ión del pensamient o.
El
idio
ti
s
mo
es un
est
ado morboso formado por
la
falta
de
desarrollo
de
. -las facu
lt
ades intelec
tu
ales y depen-
diente de
un
vicio
natural
ó accidental del encéfalo. Si
.,
/ pues,
la
imbecilidad y el idiotismo
están
constituidos
p¿r
un
defecto orgánico
de
la masa cerebral que impide el
_ libre discurso, 6 lo que es lo mismo, el raci
oc
inio, no es
de
dudarse que estos seres desequilibrados,
pu
edan co-
locarse ó
ser
puestos maliciosamente, en condiciones de
cometer
un
homicidio.
Los imbéciles como los idiotas,
se
hayan,
por
su
pro-
prio estado, fuera
de
toda
.responsabilidad,
y,
por
1~
mis-
mo
¿cómo exijir
la
criminal á seres
de
e
sta
esp
·ecie,
cuando la misma
naturaleza
los ex'iiüe de ella?
',
El
cerebro humano lle
ga
muchas
veces á verse preo-
cupado
pot
ideas religiosas 6 políticas
que
tienen
mani-
festaciones promrnciadas de locura. ·
Las
preocupaciones religiosas
han
dado sobrado, con-
tingente
de santos, y lo qu~ és más, de
santos
mártir
es,
lo
cuales
más
triste
&.ún;
y las preocupaciones política·s,
de
víctimas. ' ' ' . . .
En
cerebros robustos, dotados de rico plasma, vigori-
zados por
una
organización ventajosa 6 por
una
educación
mater
ial y moral apropiadas; no
ha
·
bfa
'Consecueilcias de
. ' 158 ·
s~~}p_
_~1wúfaires
ni
ele
políticos víctimas,
que
al
fin y
al
capp
..
~t
Gielo
es
muy
vago
para
buscar
un
asilo
en
él, y
lo,s,pµ~,
st,91;l
públicos son asaltados
muchas
veces,
por
los
q~rn
D
l0
I,l.QS
méritos
tieneil
para
ellos.
_ Lo
anter
ior es
una
digr
e
si6ny
como tal
recíbanla
nues-
tros
lectores,
con los cuales
entraremos
de
lleno
en
el
c?~nd~9
:
d,e
la.
influencia que p.neden ejercer
amb
os gél1e-
r9
1~J
ft~
. Preocupaciones, sobre
el
cer0bro
del
hombre.
+t
?-
r
S~
~perstición,
la
idolatría, no
han
sido
mas
que re-
s1,1.~
t¡1~0l;l
de
la
preocupación religiosa, y
una
forma
Íi
o-
. t~9le
_:
}e
este
género de preocupación se revelo
en
la
clen
,
191J~
l(
tania. ¡ Qué má s!
aun
esa
misma
preocupación
ha
dF•
;dy:
Qa
usa
algunrts veces al heroismo. .Juana
de
Arco,/
ll;l.
_,
l~f
rn
sora
del trono de Carlos VJI y
más
que
de
su
ti:Q
,l
}q
c
de
la
patria,
no fué
ante
la ciencia, y no es
otra
c
o~A
,
l],as
ta
ahora, que
una
alucinaclf-1
que
estaba
bajo
la
dependencia
de las voces que escuchaba
para
lanzarse á
la
,
n~rlea
. Aquella joven, reflejo de las
creencias
druídi-
ca,
_~
;;
~
ue
atribuían
á
la
mujer algo· de divino, no fué
una
i
1;,~
pj.rada, sino1
una
mujeren
quien ese
estado
patológico
de
la
locura, no
era
más
que la consecuencia
de
una
ten-
si\'.)~
.
del
espfritu,
del
estado
de
_invasión de
sus
faculta-
d.E
rn
fote
lectuales,
que
acabó por invadir los órganos de
sus
sentidos
.
. ,
J.,os
flagelantes que
en
1735 recorrían
el
vierne~
santo
las calles
de
Florencia, haciéndose azotar
hast
a salirles
1~
;,
sangre
de las espaldas, eón
el
núm.ero
increíble
de
G66G
golpes, é hfriéndose con
puntas
de hierro los
Ín
úscu-
lo~
y
el
pecho á ipiitación de Cristo, ·I\O
eran
mas
que
..._
19
,cos, seres infelices
en
quien.e-a
fa,
preocupación religio-1
sª'
determinó
la locura imitativa.
1rrn
;
Lombroso refiere acerca de la monomaní
a.
religios.a un
caso
bastante
original que copiamos
en
seguida:
Inés
Dlaunbcker
era
cons
id
erada
como
santa,
en
Vi
ena
,
por
l
o;:i
ti
empos
de
Rodolfo
de
A u
sburgo,
y
s11s
re
velacion
es
fueron
uilig
en
temente
r
ecojidas
por
su
confesor.
He
aqní
aJgunas
de
ell3s:
Apa
recióse
le J
esuc
risto
cubierto
de
heridas,
y
er
a
tan
grande
el
deliquio
al
contemplar
aquella
Sll
divina
sang
re
,
que
primero
se
hubiera
pri-
vad
o
de
cualq
ui
er
olro
goce
que
de
aque
lla
,ista
, y
las
heridas
en
la
mano e
ran
sefíales
de
rega
l
o,
y
en
los
pies
de
gracia.
Otra
v
ez
.
;
Jc
snc
l'i
sto
preparó
para
e
lla
en
la
cocina
un
manjar
de l
eche
y
de
a
lmendras,
lo
cual
quiere
d
.:i
cit·
dolor
y c
ompa
sión. ·
Al
besar
los
al·
tares
sentía
olore
s
suaví
simos y
cálidos,
distinguiendo
por
el
olor
{Jt1i
én fué el
fraile
o
tichnt
e
en
la
misa.
Un
día
se
le
op
areció
un
fraile
en
cueros
vivos,
enseñando
el
desdoro
de
la
Igle
s
ia
(¡
!). Per"o
· la 1íltim a y
la
más
curio
sa
de
!
as
al.
ucinaciones
de
esta
beata
es
tal,
q
ue
n
eces
ito
velarla
un
poco
de
su
püdico
latín
,
aun
en uu
periódi·
co
médico:
durante
el
día
de
la
Circunsición
púso
se
á
pen
sar
suma:
mente
melancólica
prcputio
Jesu-ChrisÚ
ubi
csse
t.
Temía.
que
se
le
hubiese
perdido,
cuando
un
día
le fué
revelado
qu?
se
h
abía
encon-
trado
el
pr
epuc
io, y
ele
pronto
sint
ió
sobre
su
lengua
una
me
mbrana;
y
era
_
tan
dulcísima
de
paladear,
que
le
parecía
nallar
se en un
rapto
de
arrobamiento;
y
más
de
cien
Yeces se
renovó
el
ob
ieno
milagro.
Desde
aquel
día,
todos
los
manjares
le
parecían
in8ípidos.
-:-
Por regla genera~ se establece que
en
las mujeres lns
ideas religiosas tienen mayor influencia.patogénica.
que
en
los hombres. De_ aquí la mayor asistencia á los· tem-
plos y la mayor devoción
ele
las nmjeres-al escuchar los
discursos siempre disparatados del fraile, que se enca-
rama
_
en
el
púlpito lleno de sufioiencia
aparente
y del
bl'illo _del grajo que vistió ·
COH
las
pintadas
plumas
del
orgulloso pavo. .
Generalmente
lo'S
que sueña_n con el bello porvenir
de
un
país, son los que menos pueden obtenerlo y los que
22
lM
más
s.e acercan á las fronteras
de
la
locur
a; y de aquí
esa
ser
ie de revoluciones _políticas, que al
pon
erse
en
práctic
a, durían al
trast
e con ordenadas y ventajosas
formas de gobierno. Por lo regular
estos
se
re
s que, po -
sesionados de la política, llegan sin sentirlo á la l ocura,
son
refract
arios
fi.
los gobiernos republicanos :
gustan
del
oropel
de
la nobleza: cuádralcs la monarquía, pero siem-
pre
con
una
pequeña
reforma de importancia: que ellos
serán
los
reyes;
y como
para
que esto se realice
nada
fa
lt
a,
su
eña
n con el programa fastuoso de
su
advenimien-
to
al
trono:
pondrán
campanas de oro en l
os
templos que
·
aturdan
con alegre clamoreo:
llenárán
las
fuentes
públi·
cas
de
vino: darán de comel' al pueblo
durante
tres
días,
hartándolo
en opíparos festin"es, etc .
. Por lo demás las conmociones volíticas no
hacen
mas
que desarrollar en ciertos casos. disposiciones
latent
es
de
locura
que predispone á los individuos y los precip
ita
en
su
caída; y esto, aunque no parezca cierto
para
inteli
gen- ·
cia·s vulgares, si, lo es
para
los. hombres consagrados al
estudio de
la
medicina y que
han
procurado el avance y
el desarrollo de
-esti:t
ciencia importante.
Tratemos ahora de las perturbaciones
en
general
bajo
las formas de ilusiones y de alucinaciones. -
· Todo individuo consagrado al estudio
de
lt!S
enferme~
dades mentales; sabe, sin género de ,duda, que
las
aln!}i-
naciones y las ilusiones son unidades no
so1
6gicas fijas é
invariables: que
)as
primeras son percepciones-fictic_i~s
que nacen en el cerebro enfermo y que no
tienen
origen
en ninguna impresi6n real y posit~va del -
mundo
exter-
no y que sea emanada de él
por
el
intermedio
de
' los
plexos sensoriales 6 de'
la
sensibilidad cerebral, de lo
..
161
cual
resulta
que
unas
alucinaciones
se
derivan de
un
trastorno
sensorial bien acentuado
que
recae sobre de-
terminado sentido, (á las cuales se
llama
alucinaciemes
.,,
sensoriales ó
;;._
ternas), 6 bien de
una
perturbación que
es como consecuencia
de
las operaciones d e
la
sensibili-
dad
sen
so
rial, que recae sobre las sensaciones· subjeti-
vas que irradian
de
tal
ó,
cual
víscera (alucinaciones.in-
ternas
6 viscerales). · .
En
todos los casos de alucinación, el trastorno psíquico
se engendra
int
e
riormente
sin influencia alguna exterior
que lo active,
lo
cual no sucede en las ilusiones.
En
la
ilusión, los fenómenos psicopático& tienen ori-
gen
en
el nrnndo externo, cuyas causas suponen
un
es-
tímuJo primordial objetivo que constituye, forma y de-
termina
el
agente
de
provocación.
Del lijerísimó ·estudio hecho
antes
.acerca de las alu- ·
cinaciones y de las ilusiones, sé
desprende
que· todo
individuo que sea víctima de estas influencias psíquicas,
está
predispu
est
o á cometer hechos que por
su
aparen-
te
naturaleza sean estimados como delitos; aunque
en
realidad,
la
causa impulsiva de ellos, les .quite el aspec-
to
criminoso
que
revisten á primera. vista.
Tanto las alucinaciones como las ilµsiones '
han
dado
. .
un
vasto contingente á
la
criminalidad y
p,l
patíbulo, sin
que, en realidad,,
hayan
existido causas criminales;
ni
razones científicas
para
imponer
la
pena
de
muerte
á
los convencidos de
un
delito que,
tal
vez, · no tuvieron
• intención
de
realizar. . . . . . .
Por
fortuna
· los av¡nces de
la
ciencia médiéa,
en
· ven-
, , . 1
;.
• , : •, , . , • ) ,
·.~
, ' ,
'1
i{
I ·' l
t·ajosa
ur¡ió:r;r
con los progresos .de la
jurisp
l'!.:dencia,
van ·
dando
ya
como resultado,.
la
justa
aplieaciórr
de.la
ley,
.
:tG2
no
recay
e
i1do
su
rig
o1·
sobre seres
irr
esponsables
de
los ,
delitos que se les
at
ribuyen,.
cnam
lo los defe nsotes de
los procesados, ab
ri
gando
la
idea del deseq
uilibri
o men-
ta
l de éstos,
han
recurrido al examen
de
los 7
néd
i
co
-
le
gi
stfl
.
Cuánt
as veces hemos visto condenar
:i
\m h om
bre
á,
.
la
pena
capital sin que. al oir é~te la sen
te
nc
ia
se con-
tra
i
o-a
un
solo músculo de
su
r
ost
ro! Y
hemos
d
ed
ucido
o
de
esfa
especie
dQ
desprec
io
al más allá
del
1'ln
mdo
co-
nocido, no
un
valor
temera
ri
o;
po
rque el horn
bre
puedo
se
r valiente cuando abl'iga una rem
ota
esperanza
clo
sal-
vación y la i_dea halagadora de
go
zar
co
n la aclmiración
pública de sus hechos, sino
una
indiferencia hi ja del
extravío mental. Cuántas voces, por lo mismo,
nn
co
ú-
denado á muerte camina al patíbulo con
la
indolencia de
aquel que no comprende
su
de
st
ino
fi
na
l!
Y la sociedad
dice ¡es
un
valiente!; pero la ciencia
exclama
¡es
un
ena -
jenado!
Refiramos
un
hecho s
in
citar personas
que
deud
os del
ajusticiad,o -viven aún._ .
Un
joven de
agradable
figura y no escasa
inteligencia,
se apode-
ra
de
un anciano octogenario que
ha
sido su
prote
ctor, y llevándo-_
Jq
con
engaño
á las
ruinas
de
un
convento, abusando
de
su fuerza, lo
domina, _
Jo
in_troduce vivo en
nna
caja i cfe¡Ta é8ta
..
C011 llave, y escri-
,
be
sobre
la
tapa
una
expre
s'
iór;t
9bsena. '
füdo
est
o,
después
de
ha·
1 berle·robado algunas l:!illetes·
de
banco
por
valor
de
Jo
s ó
tres
mil
pesos á lo más.
.,
·
· Convicto
el
joven de su delito es sentenciado á
muerte;
y al s
alir
su
celda
en
la
pri
sión y
recorrer
el corto,
-tr
.amo
qne
media
entre
.
1a
cel1a
y el
lugar
d_estinado al fusilamiento,
regala
su
sobretodo á
un
empleado de
la
cárcel pidiéndole lo conserve
en
memoria
suya;
después
puros
á
otro
que al
pasar
encuentr
á · y
así
'á
los demás con
.. . '
qmenes
tropieza
en su fina}
carrera.
. . -
1
63
Lleg
a al l
ím
i
te
de
ést
a, y s e ve nda sólo y se pone de rodill as
para
recib
ir
la
mu
erte con
bravura;
. y pocos moment os despu és, en se gui -
da de la d
esc8.
r
gn,
de l
os
fu
s
il
es, cae b aña do en rnngre,
ag
onizante,
tembloros
o,
para
r
ec
ib
ir
el tiro
fi
na l en la cabeza .
Así muero. est e sor
in
fe
l
iz
~-
á
nad
ie so l e ocurrió a,·e-
rignar el por
qu
é de
aq
uel r
o:fi
m1mie
nto.
ele
c
ru
eldad; de
t-:que
l aparen
te
y
repu
gnant e rasgo do cinismo,
re
Yelado
en el hecho asqueroso do escribir ciert a fr ase íncom·e -
11
ie
nte
en la improvisada
tum
ba del a ncian
o,
á riesgo
de
l1esc
ubrir
su
cr
im
inalidad
co
n
la
escr
itura
de
su
i
na
n
o;
A ninguno se le oc
ur
rió pen sar qne un hombre de bue -
na inteligencia como
el
asesino de
qu
e nos oc
\1.p
amos,
no podría dejar sin
causa
independiente
de
sn
voluntad,
n
na
prueba
·
mat
_erial de su delito
gravada
sobre débil
tab
la. Y
lu
ego, e l
sinn
ú
mer
o d e personas,
muchas
de
ellas h onorables, á
qui~e
s se refirió
en
s
us
múltiples
decla
ra
ciones; y después, su
desprendin
~ient o innecesa-
rio y las recomendaciones
qü
e h acía
al
verific
ar
sus
ob-
sequios; y por últinio, su serenidad_
para
ofrecerse á
la
mue
rte
en
la
plenitud
de su edad juvenil!. .
...
¿Todos
estos a
ntecedent
es n o revelan
la
existencia de
un
a per-
t
urbac
ión moral en el
supu
esto asesino? .
· Densa so
mbra
de muer
te
cubre
y'
a la _t umba del h
o-
micida, y quién sabe si después de
la
v
ida
sobre la tie
rr
a,
sn al
ma
se
ha
ya
levantad o en
tre
c
la
1·idades inde
fi
nibles,
de
su
Jecho t enebroso á
nn
mundo de prog
re
so
moral
envidiable !
No po
dr
emos
su
poner la ex
isk
ncia de a
1u
cinaci6n 6
ilusión algü
na
en el desg,raciádo
cu
yo
tr
:
íg
ico fin
hem
os
es
crit
o,
p
ero
sí
una
acentuación
ma
ni fiesta do la lo c
ura
hom
icida.
..
164
Que
el
homicidio
e§
el
result
ado
de
una
monomanía
impul
siva, se explica
de
sde el
momento
en
que
se com-
prende
que e l hombre,
por
su
propia
naturaleza,
ama
su
libe
rt
ad y
ama
sti.
vida; y que en
estado
de
criterio
perr
fecto,
de
completo juicio, no
comprometería
la
una
ni
la
otra
sin
causa
motiv
ada
que-
la
mis
ma
l
ey
estima,
como
ia
ceguedad
y arrebato producidos por
hechos
del ofen -
sor, el celo justificado,
la
l
egít
ima defensa,
etc
. Si,
P\les, á ning
ún
hombre
se ocul
tan
las consecuencias de h
comisión
del
delito de homicidio, y á pes
ar
de
ese cono -
cimiento lo realiza,
hay
que
busc
ar
en
él el
orig
en
an-
tropológico que
ha
servido
ele
base y
causa
impulsiva
para
la realiz
~c
ión de
un
he~ho _de esa
natur
aleza,
que
la
l
ey
pune
muchas
veces con rigor. · . ,
Hab
lem
os de la monomanía impu1sfra.
Legr
~nd.
qu
Sa~lie.
la
define'1:Iiciendo:
Se
llama moiw-
manía instintiva b inipulsivp,.
'u
n
g.
f
orm(l,
de
e11f
e1°medacl
mental .
en
la
cua
l,
Za
vo
luntad
es
irresistiblemente domúiacla por un
f1npu
lso í
11
J
pe1
°ios
o
que
impele
al
enjernw ,á c
om
eter
wi
acto
·
aZ
que
no
ha
pr
qcedí
do
ningün
1°azona1111'.ento,
y
cu.y
a rjecu -
cibn
no
ob
edece
éí
ninguna
clete1°1ninación
lib
re.
Larga
definicii.Sn
pero
exacta, sobrada
palabrería
y
ext
ensión de pensamiento, pero verdad científica
íncu
es- .
ti
onab1e.
L~ monomanía impulsiva, dominando
morbosamente
al individuo á quien afecta,
lo
conduce al
ext
ravío de
sus
~deas y
ele
s~s acciones. Cuando el
hombre
se en-
cuentra
dominado por la monomanía impulsiva, no es
mtí~
que el Y.ehíc
u1o,
el in
strnme
nto de
que
se
va
le. y se
1 sirve ]a inteligencia ofuscada
para
la realización de he-
1.chos torpes concebidos, únicos 6 relacionados
entre
sí ' V
165
mismos, de
tal
modo,
que
á
la
realización del homicidio·
se
siga la violación
del
cadáver,
su
inlrnmación clandes-
tina, y no remotame
nt
e
la
antropofagía. ·
Ya hemos dicho
en
alguna
otra
parte
de
esta obra, que
_ las fuentes de la locura se
encuentran
en
los·neurópatas
enajenados, en
lo
s epilépticos y en los alcohólicos: que
estos ser
e:;
trasmiten
á sus desce
ndient
Gs
como herencia
lament
able,
la
locura: que e
sta
se conserva muda y som-
br
ía en el cerebro del individu
o,
revelándose apenas e
11
modalidades que se
at
ribuyen
á.
diversas genialidades
del individuo mismo,
hasta
que
un
motivo bastant~ po-
deroso; una causa o'casiorial
rt
propiada,
hac
en que la lo-
cun
i se r
ev
ele.bajo
su
forma peculiar.
Estas
causas o
g_
a-
·sionales
so
n varias segúl1'el estado de' avance de la locura
y la energía del ·cere
bro,'pero
las
más
comunes- está.n
c
cm
stituidas por la ·en
tra
da
á l a
pubertad;
por el p
edo
do .
fatal de, una
ed
ad media' en
tri:e
l
os
veinticin'
co
y los cin-
cuenta
años;, por las
alte
ra
ciones de
·1
a menstruación
en
las mujeres; por las emociones morales e'nérgicas; y por
ot
ras, de es
tas
n
at
ur
alezas, que sería
lar
go enumerar .
.
Por
lo demás, es preciso convenir
en
que
río
tod
os los
· enajenados, ·no todos los maniacos, · ni
aun
los idiotas,
son mono'maniacos iústintivos; pues
para
caracterizar
esta
especie ·
ele
monomanía,
hay
que
fij
arse en el con-
ju
nto
de signos clínicos,
entre
los cuales
se
e
ncuentra
~l
impulso morboso que lleva al suge~o afectado á la con-
sumación de
un
delito.
General
mente
los monomaniacos impulsivos se
ven
som
et
idos á los padecimientos pr
op
ios del estado neuro-
pá
ti
co, y en su
carácte
r se observan ve
rsat
ilidades y
co
ntra
dicciones que,
para
el vul
go
, acu
saii.
rareza de
ge
-
·
10
6
, níó,
extra
vagancia, sensibilidad, egoismo, üisubordina-
ci:Sn,
etc., según
s'oa
la
forma bajo la
que
se manifi
esten
sus
senti
mie'ntos y
sus
acc
io
nes. Y no
se
crea ql
Je
lo di-
cho es exclusivo
c1el
hombre,
pu
es que el sér
fatalment
e
.
inado
al
dominio de la monomanía
impulsi
va
,
pued
e
tener
esas rnve
la
ci9nes de
carácter
y
aun
los
sufrim
ien-
tos del estado neuropático de s
do
niüo.
Por lo dem:ís, el
impul
so
puede
ser repentino ó
116.
En
sl
primer
caso,
la
acción sigue á l a
id
ea, y en el se-
gundo,
la
razón ejerce aun suficiente imperio
en
el
indi-
vi
duo
para
dmüinar aquel, aunque esa
ener
gía racional,
. . '
va siendo menos vigorosa á
medida
que.el
estado
mor-
boso
toma
mayor.incremento. Lo
lamentable
on ciertos
casos e!l los que el impulso no tiene el
carácter
de
súbi-
to, es que la-razón lo
ayuda
·, calificando
la
inclina<:i6n>
viciosa ó criminal como justa,
pues
en
estos casos,
el
agente
del hecho
repútado
··
como delictuoso, se
prepara
á cometerlo, estudiando nimiamente el medio ó los me-
. dios de llevarlo á cabo y que
su
razón
le
indica.
Es
preciso observar en .todo caso de monomanía im-
pulsiva, el estado
del
agente
del
hecho,
inmediatamente
después de haberlo consumado,
para
formarse juicio
exacto de
su
estado
moral. Por lo común se observa que
tras· de
la
perpetración
del delito que
al
hombre
sano
poncMa sombrío, el monomaniaco impulsivo
está
tran-
quilo, satisfecho de
su
acción, casi alegre por habe
rla
realizado, sin
temor
del
ca
st
igo aunque comprendo bien
la
,.,c.rrave
clad
de
su
falta, y entre(rándose
6,
la
acción
de
• o
la
justicia sin resistencia alguna. No así el monomania-
co intelectual,
pues
en éste se observa
la
idea
de
justi-
ficar el hecho cometido, es decír,· el esfuerzo
para
racio-
· 1-
67
·cinar, por más que siempre lo funde
en
la causa igno
ta
que
lo arrastró
al
delito.
Aquél-el
impul
sivo-es
ca-
llad
o-éste
, el
intelectual-es
locuaz . H~ aquí
una
di-
ferencia digna
de
estimarse
por
el médico-legista, al
·
someter
á cualquier individuo á
su
observación.
Hem
os dicho
ya,
y así lo repetimos ahora. que
entre
el
mania
co
víctima
de
la
alucinación ó
de
la ilusión y el
monomaniaco impulsivo, existe
la
diferencia notable
de
que
en aquél
la
comisión
de
sus
actos
está
sujeta á
la
ilusión 6 á
la
alucinación
quB
experimenta, y de
que
en
éste,
no existen
errores
de sentido de ninguna especie.
Así,
pu
es, el maniaco
creerá
ver
una
fiera cuando exa-
mina
á un hombre, pero el monomaniaco impulsivo verá.
un hombre si
en
realidad exi
ste
en
su
presencia. Aquél
creer
á que
la
fiera lo acomete:
qu,e
sus
ga
rras afiladas
pene
tra
n
!=l
n
sus
carnes y que tiene
ante
sus ojos
el
ho-
cico dentado del animal; és
te
(el monomaniaco impulsi-
vo),
verá
al individuo
ta
l erial es, y, sin causa ni motivo,
se
sentirá
impulsado ó privarlo de la vida. El maniaco
·
creyendo
matar
á la fie
ra
hará víctima al hombre
en
su
extra
vío
mental;
pero el monomaniaco
matará
ai' hom-
bre,
con el conocimiento
de
que
tal
es, siguiendo
el
im
-
pulso
de
su
estado morboso.
El
primero ve y no
estima
lo
qu
e ve; el segundo estima sin raciocinio perfecto: las
acciones de aquél
son
resultado de
una
alucinación: las
de
éste, de
un
im,pulso. He aquí diferencias que deben
teners
e
presentes
al
est
imar el grado
de
culpabi.lidad'
del
aparent
e criminal.
Muchas veces no es una lesión ni
un
so_lo homicidio,
demostraciones
inm
ed
i
ata
s
el
e la monomanía-
impu
lsiva
ó
de
la
man5.a
alucinatoria, sino q
ue
dos ó
más
cadáve-
.
23
J
168'
res
6 dos 6
más
heridos,
son
tristes
result
~tdos
de
_ese
género
de
perturbaciones;
y
de
estos
casos, no raros,
citaremos algunos ejemplos
en
la
. sección
respectiva
de
este
capítulo.
Otras
veces
esas
clases de
locura
pas
·ajera, obligan al
i;ifectado
de
ellas á confesarse. reo
de
fa
lt
as
no
comet
i-
das;
y así,
no
es_remoto
que
un
·individ:uo
de
esta
clase,
se
·
denuncie
como
autor
Gl.e
hechos
· que no
ha
cometido,
pero
de
los
que
cree
con evidencia
~e
r
el
repetido
autor
.
.,,.-
En
estos
casos
se
extravía
much
as, veces
el
criter
io
jud
icial; y no es
extraño
que
un
inocent
e,
por
un
cúmu
lo
de
circunstancias
.
existentes
y fatales,
aplicables
al
su
-
. ceso, se vea convencido como
autor
de
él, y la conse-
cuenc
ia
haya
sido el castigo
inmedi
ato
,
terrible,
injt1-sto
al'lte Dios pero justo
ante
la
ley, de
un
sér
inofensivo , y
que
ha
obrado bajo
la
infl.Úeii.cia
de
una
perturba
ción
mental
, al confesar
un
delito que no
es
suyo. ,
-Algo
más
acerc0: de los impulsos
cfo
que
hablamos.
, Los niños son víctimas
muchas
vec'l:ls
de
esos
impulsos;
y d0 seres inofensivos é inocentes,
se
convierten
en
fie -
recillas inconcientes y
autores
de
heclios criminales. Y
de todo,
el
alcoholismo, ·
1a
epilepsia,
el
est
ado
neuróti
-
co
heredita
rio, ó tiien las
impr
esiones podero
sa
s produci-
das
por
el atavismo,. son las causas
principales
y funes-
tas
de
la
locura.
En
conclusión, podemos
asentar:
que
aunque
parezca
imposible .la comisión de
un
h,on1icidio
por
pe
rsonas
que
no
tienen
delirio, ni
er
rores de los s~ntidos, ni alucinaci0-'
nes,
la
ciencia antropológica
ha
de
mostrado
la
exis
tencia
de
es
ta
forma de alterac,ión
mental.
La
imitac-i6n ejer~e
un
poderoso influjo,
una
influenc
ia
169
decidida
entre
las m:ultitudes.
Basta
con que el
hecho
'
criminal
consumado
revist¡;¡,
ciertas
formas de
una
par-
ti
cularidad notable,
para
que
la
imitaciói1 sea el
1i16vil
'
de
la
comisión del mismo delito, bajo las mismas 6 se-
mejantes
circunstancias con que el que sirve de· ejemplo
se
cometió. ;
Un
individuo se sufoida por medió
de
un
balazo y lo
sig
uen
bajo esa forma muchos de los predestinados á
la
locura
suicida: otro ni.ata á
su
amada
por
causas· f~tiles
con
un
puñal
ó con veneno, y de
este
he
.cho,
la
imitación
.
cr
iminal bajo
la
misma
forma. ·
¿Qué debemos
deducir
de
Jo
dicho? Que el cerebi·o
humano
en que apareée la locura, bajo determinado im-
pu
lso, ajeno
para
crear
6 fácil á la seducción,
acepta
sin
vacilación alguna los medios propuestos
para
compie-. ·
mentar
la
manifestación
funesta
de
su
desequilibrio. -
Llega
ahora
s_u
tumo
al
ejercicio de
las
profesiones, y
se deduce dé él
cuáles
son aquellas
que
predisponen
wás
á
la
locura.
P01
~ lo regufar las profesiones que re-
quieren
para
su
dEisempeño cumplido,
un
estudio conti-
nuado
,
gastan
con estq
la
fuerza vital del cerebro
huma-
no;
porq11e
probado es
tá,
que/
toda
int~ligencia en
rci6¡1
'
constante, hace
un
gasto
fre!:mente del fósforo con
que
el
cerebro se alimenta, se
nutre,
y
guarda
y cQnserva
su
equilibrio. Lo que sí llama.
la
atenció.n es que los mi-
litares
sean
los
hombres
más propensos á
la
locura
¿por
q
ué?
Esta
propensión
débes
sin duda á los frecuentes
cambios de climas; á
las
fatigas de la profesión misma;
á los temores.dominados eón esfuerzo al.exp\:mer
la
vida;
á
la
separación forzada y larga de los
seres
que se
aman;
á
la
nostalgía, y á
muchas
otras causas
de
la
misma na-
turaleza
que, afectando
constantemente
al cerebro, sir- ,
ven
como motivos
para
la revelación de
la
locura.
Las afecciones pasionales tales como
el
amor, el celo.
la envidia, etc., ejercen
un
poderoso influjo en la
cDmi-
sión de los delitos; pero estas cétusas, que bien
pueden
ofuscar
la
inteli
gencia humana, no
constituyen,
por
más
que
se quiera,
una
circunstancia
exculpante
sino cuando
má\3,
atenuante
de
la
responsabilidad criminal; pues _
aun
cuando Moreau
haya
fabricado
una
locura que denomi-
na
celosa,
las afecciones pasionales de
esta
naturaleza
no son estados de locura propiamente dichos, sino
de
exagerada excitación cerebral en la quo,
hasta
los alie-
nistas, ,no advierten ni logran encontrar
un
claro desli;n-
de con res)?ecto al delirio y á la locura.
Cuando la intensidad de la afección pasional llega
al
grado de paroxismo, la irritabilidad del c
arácter,
si exis-
te,
-se d_esarrolla de
un
modo extraordinario; si no existe,
sino por él contrario ·
un
cará_cter dulce,
este
se
trueca
en
irascible,
en
lo
s momentos
del-
dominio pasional. Por lo
común los homicidios que se cometen
durant
e ,
el
período
del paroxismo van seguidos del suicidio
del
autor de
·.
aquel delito, porque en
el
colmo de la desesperación
amorosa, que se mantiene en estado exajerado latente-·
durante el período de la influencia, la
perturbación
cere-
bral es consiguiente,. por más· que no
constituya,
por sí
mismo,
un
estado perfecto de locura.
}.'al
v@z
de esas consecuencias,
resultado
de la pertur-
bación cerebral momentánea, deduzcan' algunos alienis-
tas la .existencia ' de la enajenación mental;
más
lo
cier- ''
fo es que el suicidio es casi siempre la continuación .
171
obligada del homicidio, llevado á efecto bajo la influen-
cia pasional. •
Los periódicos son los que nos suministran exacta es-
tadística
de los delitos diarios, y de ellos entref?acamos
los dos casos que siguen, aplicables á lo dicho anterior-
ménte:
Un ci i
11en
por celos ocurrido
ha
poco en Sevilla,
ha
tenido .el
triste
privilegio de absorver por completo
la
atención de las gentes
en España.
Hace algún tiempo que
en
la compañía ecuestre y acrobática que
actuaba
en
el
teatro
de Cervantes de esa villa, figuraba,
no
como
ECU
YERE,
sino en clase de figuranta, que con
otras
formaba una es-
pecie de gtJardia femenina muy vistosa,
un9,
linda muchacha,
casi
una
niña, llamada
Fefüa
Prats,
p0seedora de
tan
raros
encantos
que se veía de contínuo asediada por
los
galanteos amorosos de los
jóvenes concurrentes .habituales del espectáculo.
No
era
al decir, de las gentes, una
vi
,
rtud
precisamen~e
la
gentil
muchacha, pero había fijad'l su atención y.depos
itadó
su cariño
en
un
muchacho de su
edad
poco más ó menos, llamado José Ruiz, de
-profesión empleado, y que
adoraba
á Felisa
tan
0iegamente, que
i más de una vez por las veleidades de
la
chiCJl,,
ocurrieron escenas
furiosos celos, precursoras de violentísima borrasca.
Esta
no
tardó
en presentarse .
. Un
día
los amantes se
habían
dado
cita
en
cierta
conocida
casa
da
la
ciudad.
Nada
se sabe aun de cierto de
lo
que
entre
ellos pasó.
Lo tínico cierto es que poco después de
estar
reunidos,
José
sacó
un revólver y dispa~6
un
tiro
á Felisa hiriéndola en
el
pecho.
Creyéndola
muerta
volvió el arma contra
él
y volvió á disparar,
teniendo el cañón casi apoyado en
el
lado izquierdo del pecho.
Cuando las personas que estaban en la casa
entraron
en la habi-
tación donde
el
terrible
drama
se había desarrollado, los amantes
estaban
exá;:nines, tendidos uno cerca del otro, y ambos sobre un
charco de sangre. · •
Felisa tiene
una
herida
grave
1 · pero que ofrece espera·nzas de sal-
vación.
172
Lo
s Médicos que
extrajeron
el
proyectil
aseguraron
que su
vida
,
no corría serio peliirO.
En
cambio el pobre muchacho agonizó poéo
tl
espué.;.
La
es
casa
edad
de
lo
s
amantes
ha
he.cho que la
tr
emen
da
desgra-
cia impresione hondamen te .
Hace
poco se
ha
desarrollado un
drama
sang
riento en el pueblo
de
Ba
r
aca
ldo, (E
spaña)
.
En
ül
bar
ri
G>
de
Raceta
de dicho pnebló h
abit
a
ba
un individúo
ll
a-
mado
Jo
~é Peláez, su mujer Fr:1ncisca Arias y
tr
es hij
os
.
Hace
algún tiempo que Jos é y
Fr
ancisca tuvieron de huésped á
un
am
i'g
o d el
pri
mero, quien en varias ocasio nes demostró tener ce-
los, qu e p romovieron disg ustos dom és
ti
cos.
Comprendiendo el anÚgo de
José
que é
l,
aunque in ocente, e r~
causa
de las frecuentes r
ey
ertas que se su
scitab
an
entre
los cóny
u-
ge
s,
se ausentó, marchando fuera de Vizcaya.
'
.A.
pesar
de e
st
o,
José Pelaez continuó
estando
t
ris
te y quejándo-
se
de su esposa.
Una noche llegó á su dornicili1
á.
l
a5
di
ez
y envió á
Francisca
á
buscar un
litro
de
aguardiente
de
caña. 1
Ella
creyéndole enfermo, le preguntó:
1
-¿T
e sientes l
'l1
alo
Jo
sé?
-Pon una
caf
e
tera
al
fu
ego
para
hacú
té-~ontestó
s'i1
mar¿d
o:
Va!UOS
á morir y qui~ro convidarte µnte s:
La
muj
er se echó á
reir
al oir tales
pa
labras é hizo el té, que to-
maron con abundante cantidad de
aguardiente
.
. Pocos ~.
om
entos después, '
Jo
sé
d'
ij
o· á su 'nrnjer :
-Va
s á decirm e _
9-uién
es tu amante.
En
seg.
niel
a
morir
em
os
lo
s
dos. ·
Francisca
trat
ó de
;alinar
,i
su ~ rido: ·.Este se
irritó
y sacando
una nav.
aja
se abalanzó sobre'
su
muj'er
,
qu
e huyó arroj,índose
al
patio desde irna
rnotana
de
bastante
altura.
No
se mató pórque
el
vestido se enganchó e,n el
antepec
ho de
una
ve
otana
del segundo, piso y aminoró el ·golpe.
Jos
é se tiro después de su muje r, diciendo : ahí v
a,
otro.
El
infe-
liz
qu
edó muerto en el acto. ·
Cuando ios vecinos advirtieron
lo
que
ocurría
, acud ieron inme'-
, 173
d i
athmen'te
y
encontr
h?
rori ,¡(
Jo
.
sé
'
que
'
yacía
·
cadáver
; y ,Í h ii IIÍÍlJer
del
de
sve
nt
urado
ce
lo
so
que
est
ah a R
in
ve
st
id
o.
A
visado
el
juzgado
se
presentó
en el
In
g
ar
de
la
o
curr
e
nci
a y
pres
-
tó
au
xilios á :Francis
ca,
que
abortó'
un
niñ
o
mu
e
rto
á 'Consecuencia
del
golpe.
,
F r
ancisca
qu
edó
en
grave
estado
. ,
Jo
sé
Peláez
,
ajustador
en
los
astilleros,
era
muy
tr
abaja
dor
y
per-
sona
de
o
xcelénte
carácter.
El
hech
o
ex
trao
rd
inari
o
de
que
vamo
s á
dar
cuentl\. á
nues
tros
lector
es
tuv
o por
teatro
la c a
sa
,tle
vecindad
númerq
2:2
de
J¡¡,
Rin-
c0na
da
de
la
Palma
,
(Ciudad
rl
o
Méx
ico).
,
En
ella vivían,
aunq
ue
en
dife
re
ntes
habi
tac
iones,
Robe
r
to
Cortés,
jóven
qu
e
contarí
a unos 18
años
df
edad,
hijo ún
ico
de l
propiet
a
rio
de
la ·c
asa,
y M
ar
ía
Concepción
Oca
r
anza,
bast
ante
herm
osa
,
de
20
primaver
as,
que
d
esde
al
gú
n
ti
empo
ll
ern
ba
relacion
es
ilícitas
con
C.
M .,
rico
comerci
a
ll
te,
de
quien
t
enía
un
pequeño
hijo
. ,
Cort
és
, á
fuerza
de
mi
rar
diariamente
á su l10rmosa
vecina
cobró
poi:
ella
un
amor
frenético.
·
Varias
vece
s se le d
ec
laró,
pero
la
5oven u
sando
de
la
rnay
o:s
franquez
a, io
rechazó
mani
festándole
que
estrech
os vínc u
lo
s la
liga-
ban
con
otro
hombre.
No
desistió
p~r
eso
de
sus
pretensiones
el
enamorado.
Siguió
asediando
con
galanterías,
con
rnegog
y,
promesa
,, al
objeto
de
su
amor,
hast
a
que
de
3eog
añado
de que no p
odría
ll
ega
r
al
término
de
'
sus
aspiraciones,
tomó
la
violenta
determin
ación
de
d
ar
fin
á
la
vi- .
da
de
su
adorada
Conc
.
ha
y
suicidárse
él
en
rnp:uida.
El
dom
ingo
último
fué el ·
dí
a
escogido
por
Roberto
par
a
pon
er
en
pl
ant
a
sus
p;oyectos
criminales
. - ' ' ' r ' .
Le
escribió
una
carta
lacónica
á
su
padre,
dic
ién
dolo
esta
s ó-
rn
-
rnejanteg
pa
l
abras
. .
'·Me
be
resuelto
á
suici0ai:me
. por•1ne
estoy
abnrrido
de
lle
var
un
a
vida
mise
rable
y
ru(n
.
Te
recorn'
iend;
enéar:ecidamente
q·ue
Ei
al-
gún
día
.ll
egas
á
sabe
r
del
pa
ra
dero
de
u
na
niña
liamada
C. M. y C.
trata
de
recogerla
porque
es
mi
hija.
· :BJncomicnda á Dios á
tu
hi
jc,
in
fort
un
ado."
En
la
cart
a,
le
daba
á
conocer
otros
motivos
qu
e lo
Jl
e
vaban
al
suicidio
, y de los
cuales
no
hab
l
amos
po
r
:oer
hccho
íi
de
vida
priva
da
.
\
17
,4
Como
a
las
sietJ
de
la
noche
se
dirigió
bastallte
ebrio
al
humilde
cuartito
de
su
adorada
y
al
ver
la
'le
dió
á
conocer
su
resolución
fi
~
na
1
•
- Ameme vd. y s
eremos
dichosos-le
dijo
Roberto.
,
-Muchas
veces he manifestado á
vd
. que me es
imposible-con-
testó Concha.
A lo que replicó aquél
:-Mía
ó
de
nadie.
Y al
pronunci
ar
estas
pal
ab
ras
s
acó
un
pequeño
revólver
y dis-
paró
un
tiro
sobre
la
desgraciada
Concha, que al momento cayó
por
tierra
.
En
seguida,
Roberto
al
verá
su
adorada
revolcándose en su san-
gre,
·
vol,ió
el
arma
cont
ra sí y se
disparó
un
tiro
que
lo ob
li
gó
á
,
caer
.
A
la
s detonaciones se preRentó la m
adre
de la
muchacha.
y des·
pnés otros vecinos qne .dieron
parte
inmediatamente
á
la
policía.
El
personal
de
la
2
Demarcación se
presentó
en
el
lugar
del acon- ,
tecimiento ,
en
momentos en que la jov.en se
hallaba
en
el
post
rer
suspiro
. Ordenó
que
el
cadáver
de
ésta
y el
cuerpo
de
su
matador
fuesen
trasladados
al
Hospital
"Juárez"
practicando
ant
es sobre
ellos
un
reconocimiento.
Concha
presentaba
lo
s huellas del proyectil
en
la
ceja
derecha,
y
en
la
región
temporal
del mismo lado, Roberto.
Este
último falleció á las pocas horaR, sin
haber
podido
decla
rar.
No
son sólo los celos
yel
amor los
quepuedenc
onducir
al hombre al paroxismo que mata, -también las ofensas
hechas á la honra producen
un
extravío no
muy
distante
de la locura; extravío que se acentúa más y
mis
á medi-
da
que la idea de
lareparaciónsetoma
domi
nan
te
. ¿,Has-
ta
qué punto puede ser exculpado el hombre que
en
esas
condiciones comete
un
homicidi
o'?
.sólo Dios que asoma
su
rostro en el espejo del alma, puede explicarse
la
ne-
gra y terrible tempestad que
en
él se forma.
He aquí
u:n
extravío que á fuer
za
de enseñorearse del
175'
espíritu, llega á tocar' las lóbregas fronteras de la locu-
ra.
El
tribunal
del pueblo
de
Córcega
acaba
de
dar
su
fallo
en
un
procec;o
sensaci9nal
que
ha
causado
cierto
interés
en
la
isla
sin
em-
bargo
de
la
obscur
,
idad
de
la
víctima
y del asesino.
Un
pastor
de Calenzana:; ,Juan Massoni, confió
durante
una
ausen-
cia
toda
su
pequeña
familia
á su
pri
no
Antonio
Belgodere,
casado
·
y
tambi
én
p~dre
de
varios
hijos.
El
mayor
de los
hijos
de
Massoni
era
una
niña
ue
14 años,
María
Juana,
la
que
Belgodere
prometió
cuidar
con
solicitud.
La
ausencia
de
Ju
an
Ma
ssoni se prolon
gó
durante
varios
meses .
Cuando
re
gres
ó. su hij a
iba
á
ser
m
ad
re.
Ella
confesó que su
se-
ductor
habfa
sido
Belgodere,
que
había
abusado
de
ella
en
lós bos-
ques
Ca~sani.
De1:de
ento
nces no
tuvo
el
padre
más
que
una
ide
a
fij
a:
mata,
á
Belgo
dere
y
matarlo
en el
lugar
mismo
donde
su
hija
había
s,ido des-
honrada.
,
Durante
Yarios meses le
espió
inútilmente.
En
fin,
en
la
mañana
del
9 de Agosto último,
en
los momentos
en
que
Belgodere. acom-
pañado
de
un
amigo,
penetraba
al bosque
de
Cassani,
un hombre, el
fo
s
il
de
casa
al hombro, se
le
acercó
amistosamente,
y,
después
de
haberle
e
st
rechado
la mano, comenzó á
caminar
cinco
ó seis
pasos
detrás
de él.
Este
hombre
era
Massoni, el
padre
ultrajado
.
.Algunos
instantes
más
tarde
Belgodere
rodaba
por
tierra
con
la
cabeza
atravesada
por
una
bala.
Juan
Massoni
había
vengado
á su
hija,
que
acababa
de
dará
luz, el
día
mismo en
que
cumplía
quince
años.
HHbfa
vengado
á su hija, hemos dicho,
pero
est.e
era
el
punto
por
dilucidar
en
este
proceso.
~¿
Estabais
bien Eeguro, dijo el
pre
s
igente
al
acusado,
de
que
María
Juana
os dijo
la
verdad
y de
que
no
acusó
calumniosamente
á
aquél
á quien la
habíais
confiado? ¡
Las
much
achas
mienten tan-
to!
Ciertos
testigos
que
declararo1_1
ante
el
tribunal,
deben
haber
ins
~
pirado
al asesino,
de
Antonio
Belgodere
una
duda
terrible
al
mismo
tiempo
que
espantosos
remordimientos.
24
•
!
li6
De
las decl::¡raciones
parece
result
ar
que
Mada
;.Jua
na
no
era
uria
joven
se
ri
a, y que el
infortunado
J3elgodere,
pagó
con
su
vida
el
crimen come
ti
do
pr
otro.
Sin
empar
go
, los
jur
ados
pronunc iaron un
veredicto
.
absolut
.orio á
fa;or
de
Juan
.:\iassoni. ·
-:-
'
En
algún
párrafo
anterior
hemos dicho que los mono-
ma
ni
acos
im
pulsivos
se
ven sometidos á los padecimien-
tos
propios del
estado
neuropático, y que en
sus
carac-
teres
se
observan
ver
satilidades y contradiccion es que
acusan
_
para
el vulgo,
rare
za
de
genio,
e::draYv
g::m
cia,
sensibili
dad
, i
mp
resionabilidad, egoísmo,
insu
bordina
-
ción,
etc.;
y
ningCrn
~aso m
tás
apropiado de la monorna-
11
Ía ·
impúlsiv
a y
del
pad
ecimiento
neuropátic
o q
ne
el
siguient
e,· al que no
pued
e darse ningún otro colorido ,
ni
más
calificaci6n que la dicha,
supuesto
el
estado
de
inocenc
ia
y
de
candor de los seres que
en
él
in
tcrYienen
y que
se
deduce de
la
le
ct
ura
del caso rhisrno.
Hacía
dos
años
que Alicia Mitchel y
Freda
'i
Ya
rd
eran
condiscí-
pu
las
en el
Instituto
de
Higbee
para
seño
rit
as, el
seminario
más
a
ristocr
ático
de
lVIenfis,
Teirnessee.
Entre
las
educanda
s del
In
sti
-
.
tuto,
Alicia
,;e
conocía como
la
joven:más
rara
y ex
céntrica.
Apena
s
tenía
17
años.
Era
bella
y
elegante,
con ojos
garzos
y
pelo
rubio, y
de
altura
tení
a 5 pi es 4 pulga das. Su
tiemp
o
ele
asueto
lo p
asa
ba
en
la
compañía
de
algunas
amigas
favoritas
y
mostraba
suma
aversión
á
la
com,
pañía
de
jóvenes del sexo masculino.
Una
de
sus
rarezas
era
salir
al
campo
á
cazar
pájaros y ardillas, ·y en el
ej
ercicio
de
la
caza
era
tan
experta,
que
era
raro
el
tiro
que
errab
a.
'l'ambién
se
le
daba
crédito
por
ser
de
un
temperamento
irritable
y violento,
hasta
el punto de no
poder
contener
la
ira.
To
j o l o c
ontrario
era
Fr ada W
ar
cl
. Alta,
delicada
de salud, de
complexión
páli d
n,
de
pelo rubi0 y ojos aznles;
de
t
emperam
ento
suaye
y
agradable,
su
inclina
ci
ón
favorita
e1:a
por
la.
música .
..
177
i
-'
t l
',
··,,
1 .r. 1
1,
• , ,
,.,.
,•
-,
4
,..,,-::
·.
,·'
• :
":
l •. • · •
~
Josefina
Ward,
.'
hermana de
Freda
y
L1ln:
Johnson; personaJ~'s
de
segundo orden en· él
dra
~a
.
de
Memfis, 'tá:rhbiéi;i''se b:allaban ·en el :
Instit'uto de escolares '
af
tiempo' qu'e P '
reda
y Alicia
esta
.bah allí.
1 Se dice que_ desde un principio, Alicia
parecía
habérs~ enamora. ·
do' de
la
dulce
Fredá.
La
acariéia
ba
comb ·á· su a
fu
unté y no césaba
de decirla
i'a
amaba. Las dos jóvenes Iléga,:on
por
fin
' á ser
nrny íntimas, y
se
visitaban éon frecuenciá én sus· casas; Al princi-
pio aquéila amistad no se crela'
tan
honÜa, ·pero llegó
ePdía
en
q1;e
:Freda y
i1icia
debían sepaÍ'arse;
la
familiá de
la
primera
se
trasla-
dó 'al
barrio
de Gold Dust, y entonces notaron su·s padres
la
magni-
tud
del amor de la se·
gunda
.
La
separaéión dejó sus ·huellas en el
cob1zón de Alicia, quien foé decayendo en salud, y gemía y langui-·'
•
decía
J!lOr
Preda
como un enamorado
j:lor
su
amante
: Lo úni
co
que
venía á consolarla
era)a
no
interrumpida
correspondencia epistola1·
de
Freda.
·
· Alicia entonces dió en
la
manía de rondar
por
los
alredeJores
de
la
casa Kimbrougb, la resi'deneia ·de
Freda:
día
tras
día, se la veía
,.
_
pasar
por allí con !a esperanza de
ver
á
Freda;
pero' sin ningün éxi- - t
~o
.
Hablaba
de
Preda
corno un
amante
con el cora2;ón partido y la
acusaba
fomentidá, diciendo cómo se había corriprometido á' ca-
barse con ella y babí~ q•uebrado el compromiso.'
.Así
se desal;wgaba con
Lila
J ohnson 'y declaró á
ésta
que
amaba
á :F'reda
lo¡;am<:mte>
y que quería casarse con ella.; y cuando'
Ltla
ra-
zonó sobre 'lo
a6sutéfo
/.le
.
c¡¡.~a
·
r,se
bna
mujer con tiria mujer, Alicia
juró
no
casare~
co
'n ·
rl
a
en 1
é't 1
nundc/
si s'u conso~te
no
é1
·a
Fr
é
cta.
La
ini'eliz enamOrada ·supo hace
'.
dos
~drn?,rías
°cJo
mci
, Fi:eda 'y
,T
Ós
'
e-
fina estaban
para
· marcharse de Góld Dtist, 'y,e'n,uri
1i:iomento
de de-
sesperación
si
resolvió sobré ·un
plan
sangriento y hórro1;0s0: el de
matará
Freda:.
En
la·
Q_j
'ecúción de su designio mostró
tanta
_deli-
beFación J calma corno· el ·1
nás
' empedern'idó 'crimi.na
l.
El lunes
aiJ.-
tepas?,do se cercioró de que
su'
víctima había-salido de
la
residencia
de Kimbrough y
se
i·ba;á ern'barcar en la
barca
''Üra
Lee" que esta-
ba
anclada
en el Ifluélle de
Fro
nt
Street, al
norte
de la ca
sa
de
la
Aduana.
Las
tres
de
la
tarde
serían cuando Alicia llegó en
un
líu'g'gy
~í:
la
ca
sa
do
Lila ,fohnson. _No móstraba 1iinguna. agitación y
di}c
't¡ue
ib3, á
ver
embarcarse á F1'eda y á Josefina. Acornpañada dé Lila y
17
-8·,
'1
.!
1
le
Tomás
Mier,
pequeño
sobrino
de
ésta,
se fué
en
el
bug-gy
hacia
la
residencia
K.imbrough,
que
distaba
sólo
unas
cuadras.
No
se
atre-
. vió á
hablar
co
n;
su
víctima
allí,
debido
á
la
oposición
que
hacía
la
Sr~.
Kimbrough.
,Aguardó
á.
que
Freda
y
Josefina
se
marcharan,
quienes
salieron
-a
compañadas
d,e
las
Sri
ta.
Purnell.
Alicia
las siguió
hasta
la
Adua-
na,
donde
paró
el
buggy
y eclló
pie
á
tierra,
da
ndo
las
riendas
á
Lila.
Lila
cr.eyó
que
Alicia
iba
por
el ,correo,
pero
en
vez
de
esto,
la
dP,sesperada joven,
sin
dar
seña
s atín
de
agitación,
dijo:
"Lila,
ébq
ver
á
Freda
una
vez más a
ntes
que
parta.
¿Quiéres
ir
"conmi-
go?"
Lila
re
s
pondió
con
la
negativa,
y
Alicia
tomó el
camino
pre-
i3U
rosa
en
dirección
de
Freda
y
Josefina
. C.uando
éstas
lleg
aron
á
la
línea
del
ferrocaq
:il
que
iba
á
terminará
la
orilla
del
muelle,
Alicia
las
alcanzó.
Corrió
hacia
Freda,
echándole
al cuello los
brazo
s con
pasión,
corno lo
hacía
cuando
estabart
juntas
eh
el
seminario
de
Higb
ee.
.Al
mismo
tiempo
sacó del bolsillo
una
navaja
de a
feitar
y -
con
ella
tiró
·una
cuchillada
á
la
_
garganta
de
Freda.
El gol pe no füé
· • c
ert
~ro, y
una
honda
cortada
en
la mejilla
de
Freda
fué
el
resulta.
• Josefina
Ward
entonces
salió á
la
defensa de su
h,nmana,
dándole
á
Alicia
un
golpe
con
la
sombrilla, quien dejó á
Freda
para
atacar
á
Josefina,
y
la
infirió un_a fea
cortada
en
el
pecho;
l!~red
a,
loca
de
dolor,
corriq
muelle
abajo,
pidiendo
auxilip, y
Alicia
dió
en
perse-
..
guirla.
La
infeliz
víctima
se
dúigía
á
un
empleado
del
ferrocarril,
_
la
desesperada
Alicia
la
volvió á
alcanzar.
Tornó
á
estre-
charla
en
sus brazos, y /
esta
vez, oprimiéndole
la
cabeza
contra
el
hombro,
la
filuda na-taja
cruzó
violenta sobre .
la
alabastrina
gar-
ganta,
y
Freda
Ward
cayó
á los
pies
de
sú
verdugo.
Alicia
arrojó
al
suelo
la
navaja,
c.orrió
hacia
el
bnggy,
montó
en
\
é,l, y
azotando
¡1,l
caballo
echó á
correr
por
la
.calle como
una
ende-
moniada.
-
Lila
iba
con ella; notó. sus vestidurai.
ensangrentadas
y
ie
preguntó:
"¿Qaé
has
hech?"
La
homicida
responde:
"He
dego-
llado á
Freda.
Mi
amor
por
ella
fué
tanto,
que
tenía
que
matarla."
,
Lila
no
habló
más. El caballo
corría
como desbocado:
la
muchedum-
b~
e
lo
seguía;
gritando:
¡ Atajadlo! ¡ atajarllo ! Calle ,
tras
calle
iba
desapareciendo,
y
al
fin
la
hermosa
joven
de pelo
rubio
y ojos
gar-
-Z
0\1
í llegó á
la
cocina
de
su
·casa.
"No
me
laves
la
sangre,
elijo á Li-
la;
es
la
sangre
de
mi
Freda
y Y,ª
sabes
cuánto la he
amado
."
Luego,
corrienclo, al aposento de
sn
madre, exclamó: "l\'Iadre, he cortado la
garganta
á
Freda;
yo
la
amaba
y tuve que !Datarla."
Freda
Ward, moribunda y ensangrºen·tada, foé puesta en un
carro
'
y llevada á la oficina de los doctores .Rogers y Holder, en la calle-
de Madison; murió en los brazos de los que la colocaban sobre un
sofá.
Media hora después, Alicia
~itchel,
acompañada de
su
desven-
turado padre, caminaba hacia la cárcel, conducida en un coche
por
el
jefe de la policía. ·
He
aquí otro,s dos casos de monomanía impulsiva sin
duda
alguna, y que se manifiestan
ya
no sólo en
la
tran-
quilidad que se observa en la confesión del .delito y
que
es característica
de
esa monomanía, sino
en
los modos
sanguinarios con que
han
sido realizados:
..
(Zaragoza. España).
La
s calles afluentes á
la
del Caballo están ocupadas en este
mo-
mento por numeroso gentío, que ha llevado á aquellos lugares el
deseo de conocer detalladamente
el
suceso de que voy á
dar
noticia.
En
el
piso ~egundo de la casa núm.
12
de
la
calle tí.ltimamente-
citada, se ha cometido un doble crimen, que reviste caracteres
de
terrible b
ar
bárie. ·
, . Un joven de veinticinco años, llamado Francisco Pérez,
natural
de Tronchon (Teruel),
ex-sargento
del ejército y empleado
en
con-
sumos, ha dado muerte, á las tnm y media de
la
tarde
ae
hoy, á su
novia
Margarita
Marín
Vel
a; de veintisiete años, peinador~, y á
una
tía
de ésta, llam
ada
Ildefonsa Laponte, anciana de ~etenta y
seis años de edad.
En
una humilde habitación dividida
en
tres
estancias,
qµe
tienen
todas acceso
por
una
obscura esca lera, vivían las citadas mujere
:-t
Teresa Marítl, hermana de
Margarita,
·y
un
pariente que estaba con
el1as
en calidad de hués.ped.
Un minuto antes de las tres y media llegó
Margarita
acompaña-
da
de Franqisco Pérez. ·
~
Francisco entró en
la
sala del centro mientras
su
povia entraba
también en la
ssla
de la derecha, donde esta:La con
uca
vecina su
/
180
tía
Ildefonsa, convaleciente
aún
de
una
enfermedad
que.
acababa
de
pasar.
,
,
Margarita
indicó
á'su
anciana,
tía
que P é
rei
ocup
aba
la
h
ab
it
a-
ción contigua, y salió, dirigiéndose _á la
estancia
ande
su
µo
vio
la
esper
aba. ' '
Cuando
Marga
rita
e
st
uvo dent1i
o,
Pérez
ce
rró
con
ll
ave
la
puerta
de
la sala. .
-Al oír
cerrar
y
correr
el cerrojo, lldefonsa· y la vecin~
qu
e
la
acom-
páñ
aba se leva
ntaron
apr
esu
ra
damen
te
, ~ospechando
que
algo
ex
-
traordinario
ocurría.
Ll
am
ar
on r
epet
idamente
á l_a
pu
e
rta
, que se
abrió
pocos
mo
-
mentos después .
.
Ild
efonsa
entró
á
la
habi.t'
acióJ1.
donde e
sta
ban
··
su
sobrina
y Pérez ;
pero
la vecina, que
~I
primer
golpe de vis
ta
se
había
dado
cuenta
de
lo
ocurrido; echó á
correr
hacia la calle a
r::i,
'
ped
ir
aux
il
io.
L a _pobre Ma
rgarita
, ya
ca
dáver, yacía en la
sa
la
en medio de un
·
charco
de sangre. _ , ·
En
cuanto el criminal vió á la anci
ana
Ildefonsa l a
agr
ed
ió
, dán·
do
le
varias
cuchilladas.
La
pobre Ildefonsa, gra-
v'
emente
h'"erid
a, huyó de s u
agreso
r,
co-
·
rrien
do desde _la 'habitación del centro
ha
sta
la de
la
der
echa, donde
hay
un
balg.ón que
da
á la calle del Caballo.
Lo
ab
rió y pid ió
au:s;:ilio.'
En
su fuga iba _echando bocanadas de sangre,
de
la que
están
re-
gados el trayecto recorrido y el balcón;
Cu
anto
voy
diciendo,, ocurrió e·n pocos segundos.
Entr~t~nto,
el
criminal permanecía inmóvil, recostado en
la
p
ared
de
la sala donde yacía
tendida
l\'!.argar
it
a.
Cuando poco despu.és'subió la veci
na
que
acorr¡.pafi
aba
á Ilde
fo
nsa
con un
gua
r
dta
municipal y
un
vecino,
Franci
s
co
Pére
z se dejó
pre
n-
der
sin
la
m
E:._no
r resistencia, y entregó el cuchillo con que
ha
bía
cometido el· doble crime
n.
- ' '
Mientras
ocurr
ía estd,
Ii
defbnsa moría en la
sa
la
de
la
deredha
sin
po
der pronunciar pal~bra ,
El crim
in
al e s un vago á qui en
aborr
~cía Maro-ar
ita
ioven
ag
ra-
,
~
'J
......
ciada , hon;·a
da
y labori
os
a. ·
,
Se
cree
qu
e Pérez,
deSf)CCh
ado sin
duda
por l
os
tl
eEa
ir
es de su
noyia, tomó la re
so
lución de ma
ta
rla.
/
1'81
Ayer á las diez y media de la noche
ll
amó en casa de
Margarita
.
-que
no le respondió.
A ias once de la
mañana
de hoy estuvo en la habitación de Mar-
garita,
cuando se hallaban allí
varias
vecinas, y salió con ella acom-
pañándola
durante
el tiempo invertido en cumplir
su
obligación. •
Más
ta
rde la dejó en
ca
sa de un
os
parientes
·con qu~enes comía
·,
Margarita.
Pérez esperó h
asta
las
tres
de la
ta
rde á que.
Margarita
salie
ra
y
se .dirigiese á su casa p
a:ra
llacer
el
chocola te á su tía Ildefonsa.
Lo demás ya se sabe. ·
• ' Sin que
mediara
en.
tre
ellos cuestión·
alguna,
pues·
no
se oy~ron
voces, la dió muerte.
Pé
r
ez
ha
dicho al ser detenido y amar
rado:-"
Lo que ·he hecho,
bien hecho está."
, De
los
antecedentes del terrible drama
de
hoy, sólo se sabe -que
Marga
rita
aborrecía .á :Francisco por el
.po
co deseo que éste
tenía
· de trabaja'r, y que además.
le
temía, pues algunas vecinas la habían
puesto al corriente
ere
los propó~itos de· I'érez, el cual
par
_ece haber
dicho que
daría
muerte á
Margarita
y que después
r,;e
mataría
él.
Se
sabe que e l cuchillo que
le
sirvió
para
corneter el doble crimen,
lo compró hace tres días en una ropel'ía; y es de suponer, ~eniendo
en cuenta sus intempestivas y frecuentes visit3:s de estos días, que
premeditaba algo.
El juzgado
ha
pí·ocedido al lc~antamientó de
..
los cadáver
es
.
El de
Margarita
tiene· más de veinte cuchilladas en
el
pecho,
cuello y vientre.
El de Ildefonsa tiene cu
atro
ó seis heridas de gravedad.
Mar
garita
é'Ildéfonsa vel'ltían de luto, á consecuencia del recien-
te
fallecimiento de la madre de
la
primera. · ·
Esta
llevabá á la cabeza u'
t:ia.
t
oq
uilla
negra
que aún
no
se había-
quitado cuando al
volverá
su misa fué acometida por
.e
l asesino. ·
En la sala donde se encontró
el
ca
,daver· de
Margaritá,
estaban
los muebles en dcsordeú y rotos varios objetos.
Est
o hace
supoI:Jer
que
Margarita
se defehdió al verse acometida por su asesino.
Este espantoso crimen ha producido iudignación
general.-Gi-
1
meno.
''-'
-:---
. '
18:Z
.
En
Villacarrillo ·
[España
J
ocurrió
un
fatricidio,
el
cual
supera
á
cuanto
en
punto
á ferfidia y
ensañamiento
pueda
exigir
la
imagina-
ción.
En
la
calle de
Arapiles
del
citado
pueblo,
habitaban
Bias
y
Juan
Collado Martí-nez,
de
veintiocho y
veinticinco
años
respectivanien-
te. en
compañía
de
su
anciana
madre.
El
primero
vivía
Jedioado
á las faenas del
campo
y el segundo á
las
de
carpintería.
Las
depravadas
costumbres
de
éste
y
la
irascibilidad
de
su renco•
· roso
carácter
venían
perturbando
hace, tiempo
la
tranquilidad
de
aquella
familia; sin que los ruegos de
la
madre
ni
la
autoridad
del
hermano
mayor
pudiera
obtener
de
aqu
·ella
tor
.
cida
voluntad
p¡trti-
do
alguno.
Hace
poco
se
suscitó uno
de
los
acostumbrados
disgustos,
pero
con
caracteres
tan
terribles
que
lá
pobre
madre
huyó
de
la
c~sa,
atemorizada
por
las amenazs de muerte que le
dirigió
el hijo, y el
hermano
mayor, Bias, á
duras
penas logró imponerse, no sin
oir
de
aquél
que
para
vengarse,
había
de
comer su
carne
y
de
beber
su
sangre.
Lo
que el desventurado Bias menos
podría
esperar
sería
que
la
predicción
se cumplie,se.
.Así
se explica que
aquella
noche se acos-
tara
junto
á su hermano
tan
tranquila
y confiadamente
que
no fija-
ra
su
atención
en que éste
espiaba
su sueño.
No
bien
aquél se durmió,
Juan,
levantándose con
gran
sigilo, fué
á
apoderarse
de
una
navaja
que
de
antemano
tenía
preparada.
Armado
con ella vblvió al lecho y
despertó
á su
hermano,
descar-
gando
sobre él una
puñalada.
.
Lo
que pasó después es ver.
daderamente
honoróso.
,Juan exigió á s~
ya
,herido hermano que
rezara
el Credo,
una
cl
e-
men~
ia
que ,
estaba
dispuesto á
usar
con él,
permitiéndole
que
antes
de
morir
se. reconciliara con Dios.
Bias le pidió perdón
le
recordó los lazos
qua
les unían, invocó el
nombre
de
la
madre que les
habíaldado
el sér,
este
nombr0, en vez
de
calmar
el
rencor
de su
despiadado
hermano, sólo
sirvió
para
que
aquél
volviera á herirle con mayor furia. ·
,
Aterrorizado
Bias, entonó el Credo que
Juan
cuidó
de
interrum-
pirá
fuerza de
puñaladas
~ á _
palabra
por
golpe
en
el pecho, en el
cuello, en el vientre. " · _
:iss
-·!
eu~
·Üdo''vió á
~u'
'~íct
hh~
cxánfrúe; · Je
co?tó
parte
,"
de
l
a;
01·e,i
us,
aplicó
sus
labio
s á las h
eridas
y
real
izó
el
te
ilr'i."l:1
ie vatiéiriio;
bebien-
dedá
sangre
de
su
'iherfnan'o, '
''
·:.
· i • ' .
i'
•,
·
, .
No
-
satisfechb
aún,
se
·
entr
et
u
v'
o en á
rrancarle
loe
dientes
sirvién
-
do
se' d e
la
n
avaja
, y' lóco siri
dud"a
ya
de
tao
to'
horror
; éogió po:·
loe:
pi
e:i
á s u he
rman
o, y
del
piso
alto
de
la
casl1.
en
que '
esto
·
ocunía,
lo
arra
s
tró
has
ta
l
a-ca
ll
e,
haciéndole
d
eja
r
un
rastro
de
sang
re
con
·
1n.
cab
eza e n
cadá
pe
ldaño
de
la
escalera
. ·
Cuando
llegó á
la
calle colocó la
cab
e
za
del desd icliaclo
mas
SO
·
bre
ei e~calón rle la
pu
e
rt
a:,
y
armado
nÍlevanientc
'con ' un palo, em -
pezó
á
descargar
le
golpes
hasta
que
varios
serenos
le
de
tu
vi
eron
en
su
b
árba
ra
tarea
y le
redujeron
:i
pi-i
~ión.
m suplicio ha
bía
(iurado
tres
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porq
.ne
la
víctima,
que
ten
ía
die
c
isiete
profondas
heridas
y
otras
do meno
;;
impo
l'
t;incia,
daba·
se~
· ñale;;
de
rida
aún
.
Mom
entoii
rl
ns
pué,i d
ejaba
de
existir
.
.
Jua
n,
en
ropns
menores,
con
la
ca :nisa aoie:-tu.,
remangada
por
los
brazos
y
empápadn,
en
la
8::rn
gr
e,
qiie le
manch
a
ba
brazos,
pecho
y
pi
ernas,
füt~
int
,c
!.Togado
por
el jcwz, confesri
ndo
su
delito y
no
,-
rranclo
la
escena
con
una
prolijidad
de
d
eta
lies
inaud
i
ta
. ·
A.
las
preguntas
del
ju
ez, Cüntest6 qu e
cataba
en su
sa
no juicio y
que
no
había
ll
ee!w
sino
lo
que
·se
propus
o e
jecutar
.
.
Ningun
a
per
sona
que
pase
la
vista
por
la
s r ehwiones
he
chas,
por
med
i
anamente
in
stru
id
a
que
sea, d
ejará
de
ve
r
un
enajenado
en
cada uno
de
los
autores
de los h
echos
re
feridos,
6,
por
lo
menos
,
de
a
br
igar al
guna
duda
ace1·-
ca
de
l
estado
perfecto
, de las
facultades
menta
les
de
és.
tos;
y p
ara
ello
basta
sólo
un
02:amon
detenido,
irn
·esti
-
gador
y cuidadoso. .
Por
el
contrario,
de
la
l
ectura
del caso sig-rtiente,
se
viene
en
conocimi
ento
de
la
incu
est
i
onable
criminalid
ad
de
los
autores
del
delito que
pasamos
á 1:eforir:
l:
n
dra
ma
de
los má s
horri
bles se
desarrolló
h
ace
poco
en
Y.
i
her-
dc
de
l
:F
resno,
en
la
provincia
española
de
Cá
ceres.
Una
mujer
hi
-
. 2
f>
184
zo
asesinar á
eu
esposo
por
su amante, asistiendo ella misma al per-
petramiento
del crimen.
Petra
López tiene
treinta
afí.os
de edad.
Es
una
mujer de eleva.
da
estatura, muy morena y de
grandes
ojos negros.
Ha
sido
casada
tres
ve·ces. Su último marido,
Juan
López, la víctima,
era
sobrino
del segundo esposo.
Juan
pas
aba
las noches én el círculor llegaba
tarde
á su
casa
J
se
entretenía
con otras mujeres.
Petra
por
su lado, llevaba una vida
muy censurable.
Mientras no hubo
grandes
dificultades financieras, el matrimonio
marchaba
pa
saderamente, pero la discordia
entró
tan
luego como
Juan
terminó_ con su fortuna.
Entonces
Petra
resolvió terminar con la vida corqún, y
para
lo-
grar
su objeto
no
retrocedió ni ante
el
crimen. El marido adivinó
sus intencione
s.
Temiendo ser envenenado ó ·matado por ella, no tocaba ningún
alimento sin que su esposa
no
lo
probará
primero, y no dormía más
que con un revólver cargado debajo de la almohada
para
defender-
se en caso de ataque.
La
noche del crimen
Juan
se füé á acostar temprano
por
casuali-
dad. P
etra,
qu
e habia resuelto su muerte
para
ese día, veló en
el
comedor ha s
ta
la media noche.
CuanJo dieren las doce en el reloj de la
ci
udad fué ella á
abrir
las puertas de la calle.
Era
la hora convenida con
el
asesino, un
tal José Martínez, amante de Petra. El asesino se sentó, mientras
que la esposa
foé
anclando con precaución sobre las puntas de los
pies, á cerciorarse de que se esposo
do
rmía profúndamente.
Algunos segundos después es
taba
ella
de
regr
eso con una hacha
en la mano.
.
-¡Torna!
dijo
elh
en
voz
baja,
entrega•do
el
arma
á
Jo
sé, luego
tornó una lámp
ara
y le in dicó
et
camino yendo por delante.
Como
JoEé
par
ecía vaci
lar
le
apostrofó diciér.dole:
-¡Cobarde
!
¿T
i
emb
las?
Los dos
..,.
amantes penetraron á la alcoba donde des
cansaba
el
.ma-
rido. A una mir
ada
de
Petra
,
Jo
sé levantó el
bv
azo y
el-
ha
cha ca-
yó sobre
la
cabeza de
Juan
que dormía.
Lue
go
se a'rrojó el .asesino
sobre
su
víctima, que
no
tu
vo
tiem
po
de sacar su revólver y le ase
s-
185
t6 veintiséis golpes inás, de 'los cuales veinte, según el dict,amen de
los
médico-legistas,
eran
mortales.
Juan
muri6 sin proferir una sola palabra.
Los do! cómplices
no
perdieron el tiempo. Vistieron á su víctima
á todo prisa, y entre ambos
lo
condujeron
hasta
una callejuela veci-
Ra,
donde
lo
abandonaron
para
hacer
creer
en
una venganza con-
sumada por algún bandido.
Sin embargo
el
público
no
vacil6 ni un instante, cuando al dfa _
SÍ·
guiente
fué
encontrado el cadáver, en declarar á
Petra
culpable del
asesinato de su esposo.
Por
las primeras averiguaciones hechas por la justicia, se supo
que la esporn hal:lía pasado
el
resto de la noche con su
criada
ocu-
pada
en
lavar
las manchas de sangre de que estaban llenas las ro·
pas de la cama y el piso de la pieza donde se
había
efectuado el
crimen . •
. El hacha de que se valió el asesino fué también encontrada.
La esposa del criminal
ha
confesado todo.
-:-
Relataremos aquí otros casos en que
la
responsabilidad
criminal es dudmm apesar de que los pormenores de los
delitos perpetrados pudieran jndicarla. Y si decimos
que es dudosa es porque, atenidos á la simple
lectura
de
los hechos, sin conocer los .antecedentes de los autores,
no podríamos jamás afirmar con seguridad, si
en
la per-
petra
ción de los delit0s obraron conciente y deliberada-
mente
ó guiados por
un
impulso morboso que nos es
desconocido.
Es
tan
vandálico y salvaje el cometido
el
día 3 del actual, en
Chicago, y hay en
él
escenas
tan
· repugnantes y asquerosas, que la
pluma se resiste á escribirlas, bastando decir que excede en cruel-
dad á
los
célebres asesinat
os
de Jaime el destripador en Whitecha-
pel.
La
víctima
fué
Mrs. Bridget Elizabeth Walsh, casada con Michael
Vfalsh, y
el
ejecutor su sobrino 'l.'homas Walsh, que había requerido
de amores á su tía, la que rechazó indignada
sus
libidinosos intento.,,
18
Q
..
Por
la ¡n:njí!\ºª
salió
Jl?-
.rn
su
.t
rab:ijo
\Ir.
.\
V;
alsh
despidiéndose
·
en-
la
cocina
de
SU mujer COUIO d e
costumbr
,
e,
. J
·:
Cu
a
nd
Q
rcg
r:
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taba
,
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ur o, el ,
prime.1'.
obj
eto
que
se ,pre-·
se
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á su vi
st:1
fué
un
montón
de ro p
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manchu.Ja
s
de
s
angre.
, A,l ·
se
pa
r
ar
las
ropas
descub
rió
deba.jo
de
el
las el
cád
áver
de
su
mujer,
horriblemente
mutil.adp,· Lmsta el
ext
remo que
apenas
pudo
rec
ono-,
cer
á
la
que
habia
sido su
compañ
era.
Sesenta
y cinco herid as
rep
nrtidas
por todo el
cuerpo
y
cuyas
di-
mension
es
va rip,ban
desde
me
dia
pulgad
a
hasta
.un pie ,
demostraban
la
terrib
le
lucha
que
la
infeli
:i1
m
uj
er ha
bía
tenido
que
sostene
r con-
tra
su
bá
rba
ro
asesino, lo
que
comprob
ab
a más el
dcsroden
de los
rn
neblcs_y
las
rnanebas
de
sang
re
esparcid
as
en la lrnbitaci6
n.
Des.
(le lu
cabeza
ha
st a los pies .no h
abía
una
parte
del
c
uerpo
en
que
no
hub
ie
ra
u
na
herida
, muy esp
ecialmente
en el µecho y las
extrem
i-
dades
infer
ior
es. · T odas
estaban
h
echas
con ti
jeras,
excepto
una
que
·
pa
recía
heclrn con
nna
hala, y
por
una
Je
e
ll
os
se
había
i
ntroducido
el
palo
de
una
escoba
que
.
fu
é cl
avado
en
el
cuerpo
hasta
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pu-
do
penet
ra r con
gran
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Cinco
hor
as
después
de
co
metido
este
h
orre
ndo
crimen,
fué
ar
re3·
to.do su
autor,
el que confesó que, de
spués
de h
abe
r
estado
be
hien
-
do
cei·veza,
fué
á ve r ;i su
tía
á la que hiz o
proposiciones
llcshones -
rn
y que
habiéndola
és
ta
dallo un bofetón,
la
hirió
de la J~a
nera
que
dejamos
narrado
á
la
lijera.
))ice
"JiJl ·
Me
rcnrio
"
de
Valparai
so,
ent
re
ot
r
as
co·,
aR
, al
dar
cuen t a
de
un inaudit:o crimen,
lo
que signe:
··Desde
hace
algün
tiempo
. vi
ene
perturbando
la
tranq
nilid
ri
d de
la
ciuda
d n
na
aspciaci ón
de
it.nEanos
que
perpetran
crímcnes-re-
r;ultado
de
vcnganzns
fraguada
s
de
antemano
en
reunio
nes
secret
as
- buscando
para
h
acer
lo, n o
las
sombras
ele
la
noche
ó la
soledad
de
los lngarC's
apnrtrvi
os, sino
la
luz
de
l
día
y la p u
blicida
d
de
los
sitio
s más
concurridos
.
Ha
rá un mes que en
plena
.calle del Comercio, un
italiano,
Rómu-
lo
Lombardi
dió
de
balazos á un
paisa
no svyo,
José
Co
chi, y aun-
·
-1'87
-q;ne -
aquél
no·
consum6
su·
in
tento
dé
asesi
nato,
_
pudo
tranquilament
e
escapa
rá
la
justicia,
•s
in
que
desde
·
entonces
hasta
'
ahora
se
haya
-c
wnpildo
·la
rnnci6
n
que
redima
ese
escandaloso
&tentado
.
·
La
impunidad,
de
que
por
esta
ó
aquella
causa
goza
ha
st
a
hoy
Lomb
ardi,
quizá
ha
dado
aliento
al
crimen
'
de
magnitud
sin
nom-
Lre,
perpetrado
antenoche
en
la
persona
del
mismo
Cechi,
teni
end
o
por s
itio
el
Teatro
M
unicipal
y
por
testigo
toda
ia
sociedad
'!.'aleo
...
' · ·
Ent
remos
ya
á'
li1
relación
descarnadn,
de los hechos.
Al
caer
el t
e:ó
n d el
primer
acto
de '
'Lus
C
de
Oarrión,"
los
jóven
es y
caball
eros
que
ocupaban
l
~ts
pl
ateas
ouscaron,
como
de
costumbre,
s;;iida
hacia
el "foye;-. "
J
el mismo
preciso
in
stante
un iudivirluo, a
soma
ndo el
cuerpo
por
sobre
la
baranda
del p a lco
de
la.
derecha,
nü
mero
l
7,
gritó
con
voz desg:1.tTadora,
pero
entera
.:
-¡
Socorro! ¡ Que me
matan!
¡
Prendan
á
I3í
aggin
i !.
...
·
No
toJo
el
mundo
Re
dió
cue n
ta
en el
pri
mer
momen
to
de
lo que
pasaba
.
Establ
ecióse
la
natur
al
confusión.
La
s
señoras
abandona
-
ron
tr:
.
rn
bién
las
lo
calidade
s,
ere.rendo
algunas
que
se
producía
un
tem
b
lor
ó
un
principio
de
i
ncend
io.
Lo
que su-2edía ,
sin
embar
go
,
era
algo
no vi
sto
:
er
a
un
acto
de
sa
ngre,
un
intento
de
ase
sinato,
un
crimen
premeditado
y .alevoso.
Ocupaban
el
pa
lco
nümero
J 7
varios
i
talianos,
entre
los
cuales
se
ha
ll
~
ban
José
Cech i
en
una
silla
de
ad
elan
te
y
.'\gnstíu
Biaggini
al
fondo del
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. A l
cor
rerse
el
telón,
éste
se
adelantó
hacia
aquél
· y á
traició
n
asestóle
rápid
a
mente
un
golpe
de
daga
en
la
espalda,
h
und
iéndole
el a.rma. en
toda
rn
longitud.
Tal
vez q uiso in
tentnr
un
segundo
·
golpe,
pero
fa,
daga
se
sujetó
en
las
carne
s,
y
Biaggini
sólo
sacó
la
empuña.dura
de
nrndera
,
que
arrojó
en
seguida
para
pasar
al
palco
contígu
o, to
rnar
la
pue
r
ta
y .
ganar
la
escalera
que
Ja
a.l FOYER .
Descendía
por
e
ll
a
sin
apresuramiento
y con
calmoso
semblante,
cu
ando
foé
dete
nido por e l
capitán
Parada,
á
cargo
de
la
gdrdia
-del
teatro
y
rodea
do
po,
todo
el
público.
La
indignación
de
éste
s
ubió
á
ta:l
punto,
que
costó
en
orme
trab
ajo
al
com
a
ndante
de
Poli-
cía
y
al
capitán
antes
nombrado
defenderlo
contra
las
ira
s
justas
de
ese
púb
lico
que
:
pedía
exaltado
el
linchamiento
del
asesino.
188
Ya
bien asegurado
el
c1>iminal,
la
atención se concentró en
la
víc-
tima
, Don
Juan
Pinasseu, que se
encontraba
vecino, le había sacado
inmediatamente la daga, que
era
de forma
triangular,
de acero, de
afiladísima punta, de cortantes bordes, un perfecto
'·stiletto,"
en
u11.a
palabra, salvo algunos pequeños surcos
en
sus
cara
s, como
para
simular
una
lima de
herrería.
·
La
herida, aunque profunda y
asestada
con intención mortal, pa-
rece qu e no
co
mprometió los pulmones,
re
sbalando
por
fe
licidad l a
daga
sobre
el
homóplato derecho, hueso que no pndo
atraves
ar. ·
Según
la
confesión del asesino,
él
cometió su crimen porque tenía
que· v
enga
r en Cechi
antigua
s injurias. Según ia
declara
ción de
i:is-
te
último, se le persigue á muerte por
negar
se á
co
.
ntinuar
en
una
soffiedad secreta que los inmigrantes
italianos
sostienen aquí con
propósitos y fines altamer:te criminale
s.
Ahora
bien, en ciertos casos se manifiesta
la
locura
de
·
ta
l modo, son
tan
inequívocas las
prnebas
de su exis-
tencia que no dejan duda acerca de e
ll
a.
De estos casos referiremos los siguientes:
Un hecho horrible
ha
sido
perpetrado
antes de ayer, en l
a¡
Iglesi:i
de A·ngelsola
[?
J en la prov~ncia de Lérida.
Celebrábanse los·
OfipiQs
del viernes santo, la iglesia
estaba
atesta-
da
de gente, que
co
n devoción escuchaba en aquellos momentos un
sermón.
El
Cura de
la
parroqnia
D.
Francisoo Martf,
estaba
arrodillado
delante del
Altar
-Mayor, entregado á
la
oración.
.
Rep
entinamente; un hombre armado con un revólver
en
la
mano
izquierda, y una
larga
· y afilada espada
en
la derecha,
salta
de de-
trás
del púlpito, á la ízquierua del
Altar
l\layor, (adonde
estaba
oc
ulto) y se precipita sobre
el
Cura Martí, á quien hie1'e
rle
muerte
con
la
espada.
El-Cura cayó exánime, con fa' cabeza hacia adelante, corriendo su
sangre
por los escalones del
alt
ar. ·
El desventura~o Cura, :al verse
agred
ido,
había
levantado la ma- ·
no derecha, en un vano esfuerzo
para
desv
iar
el golpe del asesino,
' .
189
· y el golpe fué tal, que
la
mano
fu
é completamente
separ
a
da
del pu-
. ño, y
yacía
sangrient'a
al
lado
del
cadáver.
· ·
Lo
que
acababa
de
pasar
ocur
.rió con tal violencia y rapidez, que
se neces
it
aron algunos segundos
para
que
la
concurrencia
se
hicie-
.
ra
cargo
de
todo lo
horrible
de
aqu
ella
tragedia.
Las
mujer
es lan-
zaban
gritos
de
.
terror
y muchas se desmayaron . .Algunos hombres,
con más
sa
ngre
fría,
int
e
ntaron
apode
rarse
del asesin
o.
Pero ést e·,
re vólve r en ma
no
, comenzó á hacer disparos á d
erecha
é izquierd
a,
y
lo
s qu e
pretendía
n
ap
rehenderlo huye
ron
d
espav
oridos.
Unn,
mujer que e
sta
ha
arrcdillada
cerca
de
la
re
ji
ll
a del presbite-
rio
fué heri
da
por u
na
bala
de
aquellos
disparos
; lanzó un g rito,
ag
itó
el
aire con.los brazos y .se desplomó muer.ta.
• El asesino se escap ó si n que
nad
ie
se
lo estor
bara.
Denison, (Texas) se halla en conmoción
á,
comiecuenci a del asesi-
nato
de seis mujeres d
ur
ante
la noche, por un misterioso malhechor.
Cuatro
de
las ví
ct
imas
eran
personas
honorab
les pertenecientes
á
la
bue
na
soci
eda
d de la ciu
dad
. L as
otras
dos
eran
unas desgra-
ci
adas
pensionis
ta
s de
una
casa
de
mala vida.
E l asesino q
ue
h
abía
probablemente
el
egido
á sus víctimas con
ante
rioridad, fué de
casa
en
casa, m
atan
do á u
na
después
de
ot
ra,
y
desaparecie
ndo en
seg
ui
da
.
_ C
entena
res
de
ho
mbres de bu
ena
vol
unta
d,
armados
has
ta los
dientes, se
han
pu
est
o en persecución d el asesino y alg
un
os de ell os
se sirven de s abuesos.
Varios
ar
restos se
han
hecho ya, pero no
E!C
cree
que el c1ilpable •
se
encuen
tr
e
entre
los individuos' sospechosos que h
an
sido detenidos.
- Algunos enaje
na
dos
tie
nen. la
rara
preocupac10n de
.suponerse autores
de
delitos que no ha n cometid o: se
denuncian como t ales
ant
e
la
autoridad cu ando
ti
enen
conocimiento
de
un
hech
o criminoso
sen
sacional: duran-
te su confesión rela
ta1_1
pormenores q
ue
llaman fu e
rt
e-
men
te
la
ate:qción de los que los
escu
chan:
tr
atan de
1
convencer de ·que ellos
han
cometido el delito: se esfoer-
,,,,.
lüO
zan
en
demostr
a
rl
o;
manifiest
an
arrepen
t
imien
to;
y,
por
r
úl t
imo,
p
er
suad
en de Ml modo,
quo
llegall' ú h
ace
r
creer
en
su
supuesta
r
espo
ns
abil
i
dad
com o efoct i
rn
. P or· ·for-
tuna
parn:
esto
s de sa
ra
ciados,
1a
lu
z ,no
dil
a ta 0n
hacer
-
se
y
se
vien e en conoci
mi
en to d e
st
1
irr
cspon
~;
:Ll.Jilid~
d .Y
de
su
estad
o mor boso. ~ o
ob
s
tante,
cu:mdo
un e(rnrnlo
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stanci
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fata
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lesión,
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do en sus 1n
anc
rns n
ada
que
in di-
e.
ara
la
locura, se
abrió
un
a
av
e
rigu
ació n. A d
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ft
as
:::
ier
ras
de
metal, encon
trada
s en el forro
d.
e
,rn
s
ombr
ero, fué
desc
ubie rto e ntr e l
as
cos
tur
as
de s n ropa el ta lón
de
una
maleta
de -
positad.a e n
la
estación de
San
Lázaro
. La policí.1 hi zo
rec
o
ge
r el
bulto
en cneslión.
Esta
maleta
, en forma Je
sac
o de mano,
tl
e fa
bric
ac
ión
ing
l
esa
,
cont en
ía
un
trnjc
de
etiqueta
y
roµa
bl
an ca. E
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re
es ta ro¡:m se en-
cont rn
ba
una
cami
sa
que
te
nfo.
la
pechera
manchada
de
sa
ngre.
Ni
la
ropa
blanca, ni el
trnje,
ll
eYaban m
::i
rca
al
gn
na y
par
e
cía
n
ele
fabricncióu i ngleBa; sólo
el
flombrero y la
corba
ta
·U
ern
lrn.n
el se-
llo
de
lo
s almacenes del Bon
Ma
rc hé.
De
spués
de
larga
s pesquizas, se
terminó
·t,or
esta
blecerFe la iden-.
tidarl
dA
est
e i
r.d
ividuo, que se llam a I
André,
de
cuarenta
y
dos
año
s
de
eda
d,
nacido
su
Brest
.
Ha
tenido
vflrios oficios, en-
tre
otr
as
coea~,
ha
sido irnJ~
resor
y
prof
es
c;r
de
fra
ncés
durante
mu-
cho;
tiempo
en los
Estados
Unidos,
de
allí su
acento
exuanje
ro.
Pret
e
nde
haber
sido
tambi
én
periodista
en el
Canadá,
' come
rciante
en Génova, etc. Bajo los
nombres
m
ás
.
distinto
s. y
principalmente
191
con los
de
León
Wqlrf-y Gµzmán
Rob
ert
se
io Rcribi?
en
los
hoteles
de
lo
s ba
rri
os
de
ma
la,
fama,
no
pe
rm
a neci e
ndo
en
ca
da
uno
de
ellos
m
as
que d
uran
t
e--
c~
rto
ti
empo .
Po
r
la
i
nstru
cc
ión
que 'se llbrió se vino á
av
eri
g uar q n¿ F r e
deri
c
An
dré
había. lleg
ado
de
Ln
~d
res
unos c
uan
tos días a
nt
es
.
En
t
regó
su
ma
l
eta
en
l
n.
est
ac
ión, como consta ba e n el
ta
lón que ·
se
lé r
ecog
ió
,
y
tomó
carriin
á I
n.
comi
sa
ría
de
la
Ruedes
I3ons
Enfants
.
Se
detuvo
larp:o
tiempo
,i
contemp
l
ar
los
escombros
qu e a un
llevaqan
al
pa
tio,
y
cuando
Re
disponía
á
sub
i
l'
l~
esca
l
era
fué
preguntado
á
clon
de
se
diri~fa.
-Quiero
hablar
co
n el
comisario
de
poli
cía
. cnntr.stó.
Se le dijo entonceR
Re
dirig
i
er
a á
la
conúsa
r
ía
de
la
Ruc
dn
i\'I
ont
'J'hnbor.
El
lector
se
prep:untorá
con a
lguna
razón
po
r qué
mntiv
o
el
i¡,;ió
André
la
comisaría
Jes
Bons
Enfants,
cua
,
nd
o
había
otra.s
más
pr
óxirn:.;s al
salir
de
la
esta
ción. P
er
o
esto
filé, sin dudg, nlg un a á
can
sa
de
la
gran
reso
na n
cia
que
tu\·o
en
Inglaterra
b ti;Jrríble ca-
tástrofo
ali í
ocurrid
a.
Conducido
n.1
despncho
del juez
de
i
nstrucción
,
rl
~upuesto
c
ri
mi.
na ! fué
sujetado
á un in te
rr
oo:atori" .
Sin
dej
ar
de i
nsistir
en ac u-
sarse
del
asesinato
, de jó
comp
r
ender
que
al
entr
ega
rse
á
la
policía,
0bedecía
á
una
fuerza
superior
á l a suya, r.rrnt
ra
la,
cua
l
se
· se
nt
ía
i
mpotentr
.
Tamb
i
én
man
ifestó, que
estando
hac0
diez
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en
pro-
vincia,
fn
é
llevado
ante
un
jm
·aclo p ar a
responder
del
asesina
to
de
su e
sposa
.
-
Pe
ro
fu
í
abs
uel
to
se
a
pr
esu
ró
á a g r
ega
r . Al ma
tará
mi
esp
o
sa
,
es
taba
en la pleni t
ud
de ¡ni
de
r
ec
!
10
,
la
h
abía
sor p
rendido
eri i
nfra.
ga
nti
del
ito
de
ad
ul
te
rio. ·
Por fin, se
ha
sa
ca do e n
limpio
de todas
la
s
:we
rigu
ac
ion
eR
he
chas
sob re
tan
ex
traño
individuo,
que
sufre d e la monoma
nía
· del
crimen.
Fr
e
deric
André
va
á
ser
¡¡o
me
tido
ar
ex
ame n
mé
dico d el d
octor
en
jefe
de
la
Pr
efect
ura
de
Policía, que tal v
r.z
r
ec
onoz
ca
en él á
nno
de
sus
antiguos
"enfermos."
La
his
to
ria
invent
a
da
por
André
tiene
todas
las
trazas
de
una
nov
e
la
pat
o
lógica
.
.;,__:-
Por último, no
ers
extr
a
ño
que
un
loco impulse á un
cuer:do á la comisión dei homicidio cuando por circuns-
tancias ocasionales, el segundo se
encuentra
sometido á
26
/
192
las
inspirac.iones del primero, como'
por
ejemplo
el
caso
en
que
una
neurótica adúltera, incline
al
amante
al ase -
sinato del marido, y el amante lleven. cabo
el
hecho cri-
minal
por
un
increíble amor hacia
la
ad
últera.
A ser
está
·obra
un
tratado
·de medicina legal, nos
extenderíamos
largamente
en
la
demostración de la· po-
sibilidad
de
hechos semejantes.
:j:
::
:
:::
Referidos los casos anteriores, el médi
co
-alienis
ta
po-
drá
deducir de ellos la forma de extravío
men
tal de ca-
,
da
UI10
de
los delincuentes, pues nosotros,
aje!lO
S á
la
ciencia médica en toda su amplitud, nos con
fo
rma
mo
s
con
apuntar
los, aunque creyendo siempre
qu
o on ellos
ha
intervenido una -causa de
perturb
ación m en
tal.
· . De intento
no
.hemos querido ocuparnos
porm
enoriza-
dame_
nte
del
género de locura homicida, en cuyas mani-
festaciones el agente lleva
su
crueldad
hasta
el exceso,
sobre todo
tratándose
de víctimas incapaces ó incapaci -
tadas
para
la defensa,
ya
sea par su
edad
ó por otra
caus~ cualquiera; porque ese mismo exceso ejercido en
el .que
está
sujeto al maltrato, revela
un
refinamiento
de
·
crueldad fuera de
h1,
manera
de
ser
de
las facultades
mentales, que acusa
la
existencia de
la
locura_ por sí
misma,
Nosotros convenimos en la riña franca y leal
entre
dos
individuos de cuya pelea resulta
la
muerte
de uno
de
ellos; pefo con nobleza, con valentía, con decencia
en
el
combate;
ma
s nunca
en
el ensaüamiento
en
el sér débil
ó ,v~ncido, porque esto revela éontrarios sentimientos á
los dichos,
una
delincuencia
nata
ó · perturbación moral
193
ocasionada por Ia locura 6
por
un
funesto
estado
de
pa-
roxismo.
·
La
educación
intelectual
influye
en
mucho
para
la
moralización del hombre, mas de esto
ya
nos hemos ocu-
pado en otro capítulo como podr:in verlo
nuestros
lec-
tores.
Con lo dicho
basta
para
formarse
un
juicio exacto
acerca de la influencia que ejerce
la
medicina legal en
la
apreciación de los deli
tos_;
porque es preciso comprender
que el juez, por sí mismo, no
puede
estimar en concien-
cia, las causas impulsivas del delito; primero: por
que
carece de conocimientos
ba
st
antes
para
suponer
la
exis-
tencia de
una
perturbación
mental
en el acusado: segun-
do, porque
la
l
ey
no lo autoriza
para
ello; y, tercero:
porque sería
muy
dificil y prolongado el procedimiento
de
un
proceso
en
el que
tien
e la
autori
dad que fundar
· Jas causas de sus sospechas,
para
motivar el reconoci-
miento pericial del procesado. Más sencillo sería some-
terlo por mandato de la ley á ese reconocimiento, y que
éste
sirviese de base
para
la
estimación del grado de
delincuencia
impütable
al acusado.
Basta
para
for
mular
y sancionar
una
ley
. en que se
diera partici pio al estudio y examen de todo delincuen-
te
por peritos,
la
sola consideración de que así se ev
i-
tar
ían aplicaciones de
ley
injustas,
ya
sea
en
favor ó
en
contra del procesado; porque si del reconocimiento mé-
dico-legal
resulta
que
el
convencido
de
un
delito es au-
tor
inconciente de él,
ni
se le aplicaría
la
pena
que
para
tal
delito
la
misma
ley
· sefiala; ni se
le
concedería
una
libertad definitiva ó preparatoria,
para
dejarlo
en
condi-
ciones de
perpetrar
otro delito
de
la
misma
·
naturaleza,
· 1!H
lo
c~rn
l es el origen·
ele
la reincidencia
en
muc
hos cafms,
So pres
enta
el acusado
do
un delito an
te
la
autor
id~d
co
mpetent
e 1y é
sta
lo
ju
zg
a sin reserva,
co
mo si se
tra
0
tase de u~ indi i duo sano que obr
;ó
en
18
: co misión del
hecho
'c
on la
lu
cidez d e
un
cereb
ro
bu
enamente
orga-
"'
ni
zaclo
.
Co
nvicto el procesado
cle
l dciito q
~1
0
so
le
impu
-
ta
, es
co
nd
ena do i prisión
más
ó menos prolong
ada
6
:'i
la
pe
na de mu erto.
La
sentencia se _c
ontinna,
y el apa-
rente
reo la sufre·
..
. . y la ley _no pern
1i
ti6 i
nvestigar
for-
-
zosarnente si el condenado es acreedor á ]a condena . . . .
y-el loco, el al
co
hólico en sus
dist
intos grados, d epi-
léptico, la
hi
stéric
a,
et.e
., sufren una
pena
iumerecida,
poe más que sea
ele
aplicarse al delincu
ente
.
Esto
no és
·
lle
nar el obj
et
o de la ley penal que es
el
de castigar al
.:
1-
utor del delito para procurar
su
enmienda, y
para
mo-
ralizar á las masas, satisfaciendo á l
a.
societlad.
Esto
es
castig
ar
por castigar: pasar
por
el mismo r azero al cri-
m
in:
al verdadero y
al
. que no lo
-e_
s; saciar los in
st
i
nt
os
de
pravados de las mu ched
umbr
es, ávidas
de
l sufrim ien-
to del sér que la s aterrorizó
un
in
s
tante
, ó de su
sL111g
re
en el cadalso; y
nunca
será cumpli
r'
con
la
ley, la cual
· debe
ser
siempre
justa,
castigando al d
elincuen
te y sal-
vando piadosa al ftUe no lo es.
S
omet
iendo á todo acusado aislado y único,
por
lo
menos, al reconocimiento médico-l
en·a
l
sería
tan
to co-
º '
1110
procurar
el solo medio de conv'encerse del grado de
culpabilidad, si la tiene, ó de
su
irresponsabilid
ad
,
si
exis-
te
, y apliear la ley
fuera
del severo é irracional princi-
pio en la actualidad, que dice: dura
le
.re
sed
le
:-c,
es decir:
la
ley
es
dura
; y
po:r:
más que sea cruel,
debe
aplicarsA
· lo mis nio
al
que es responsable que
al
irresponsable
·
el
e
105
sus
actos; porque
la
ley
no debe
inY
estigar
responsapi-
Jidades ó
irresponsabilidades
efecth-as sino
aparentes
:
aqu
ellas
que
por
los hechos
pr
ácticos dicen,
hay
ó no
culpable
del
delito, a
unque
un
estudio
psicológico
pn
-
di
era
cambiar por comploto. fas
apari
enc:
ias .
.
'
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