Homenaje póstumo: Eraclio Zepeda

AutorEraclio Zepeda
CargoProfesor de literatura en la Universidad Veracruzana, en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Pekín
Páginas16-16
16 90
Eraclio Zepeda. Nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en 1937 y murió el 17 de septiembre de 2015. Fue profesor de literatura en la Universi-
dad Veracruzana, en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Pekín, así como en la Universidad de Oriente de Cuba, fue embajador de México ante la
Unesco. Entre sus obras destacan Benzulul (1960), El tiempo y el agua (1960), La espiga amotinada (1960), Elegía a Rubén Jaramillo (1963), Ocu-
pación de la palabra (1965), Asalto nocturno (1975), Andando el tiempo (1982), Un tango para hilvanando (1987), Ratón-que-vuela (1999), Horas
de vuelo, Las grandes lluvias (2005), entre otras.
HOMENAJE PÓSTUMO
Eraclio Zepeda
Cuarto sol
Sé que en mis venas palpita un toro
que en las noches lame la sal de los caminos.
Y sé que en cada una de mis manos
llevo cinco pájaros del monte
que hago volar a cada instante.
Y sé también que mis cabellos
son un coro de musgos que se tienden
a cantar sobre la tarde.
Y sé, también, que con mis labios
puedo besar a todo el universo,
y dejar después, tan sólo
un sabor a ceiba y hierbabuena.
Y sé, también, yo lo aseguro,
que puedo plantarme en este pecho
un grupo de sabinos viejos,
y echarme a caminar como un arroyo.
[...]
Venid, caminos de tierra y hierba,
llevadme hacia el sudor y las canciones
de los campesinos que trabajan, bailan y procrean
bajo la sombra sencilla de las cañas.
Camino enlosado con cantos vigorosos
de muchachas que danzan en los cerros,
llévame hacia allá, para sentir que mis brazos
tienen ya razón de ser potentes.
[...]
Bienvenida la alegría del Quinto Sol
que es ungüento de luz para mis ojos.
Bienvenidas las mañanas alumbradoras de arados,
y el ruido de pezuñas en la grava.
Bienvenida a mis manos la lucha pura y fuerte
en el potrero,
y la mano de amigo del vencido.
Bienvenidos los enlabios fértiles sobre
[la arena del arroyo]
y el agua corriendo después entre los muslos.
Bienvenida, tú, mujer, que recoges la simiente
como un surco recién partido.
Bienvenidos los hijos dispersados por mis venas
que pongo a madurar bajo los árboles.
Bienvenida, compañera, que tienes para el hijo
una mazorca de maíz en cada pecho.
Bienvenidos los niños salidos de mis manos
que recogen caracoles y guijas en la arena.
Bienvenida la vejez clara,
llena de amigos, nietos y caballos.
Bienvenida la muerte, rodeado de animales
y hojas de viñedo.
Fragmento

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