Homenaje a Manuel José Othón

AutorAndrés Henestrosa
Páginas435-437
raneta no podía dejar de arrojar su jábega en aquel río revuelto. Y así lo hizo.
Y así lo cuenta.
Un poco más de cuidado en su redacción, un poco más de reposo en su
factura, y las Memorias de Aviraneta podían ser comparadas con la Sonata de
Estío de Ramón María del Valle Inclán, a quien con frecuencia remite. Inventa
como él escenas, crea etimologías caprichosas, fragua nombres, pero sobre
todo, se le asemeja en la soltura y riqueza de la expresión. Describe un hua-
pango con la misma soltura con que lo haría el escritor gallego, con idéntica
desfachatez, con parejo descaro. Por ejemplo: “Nos sentamos fuera del jacal,
en bancos y petates, a ver llegar a los jarochos y a las jarochas; por instantes
aparecían cabalgadas de ellos en fogosos caballos. Cada uno traía un jinete,
con una dama a las ancas, que era su mujer, su hermana, su querida, o su novia.
Otros caballos los montaban sólo los jinetes y jarochas. Venían por rancherías
y unos se apeaban en el rancho donde yo estaba y los demás se iban a otros
rumbos del llano o la plaza. Todos fuimos a ellas, a presenciar la llegada de
los demás que venían por otros rumbos, en dos o tres leguas a la redonda. En
menos de una hora estaba toda la plaza cuajada de jarochos y jarochas, todas
muy bien vestidas. Los hombres parecían picadores, por el sombrero blanco
de fieltro de alas grandes y adornados de flores. Creía hallarme en España, en
Jerez de la Frontera, porque hablaban puro andaluz, con aquel ceceo que les
es propio, y el andar jaque y fanfarrón.” ¿No son estos dos últimos adjetivos,
claramente valleinclánicos? Y a esto es a donde quería llegar: invitar a quien
mejor pueda hacerlo, a Emma Susana Speratti, por ejemplo, para que diga si
no anda del todo errada esta opinión.
18 de noviembre de 1956
Homenaje a Manuel José Othón
El 28 de este mes hará cincuenta años de haber muerto el poeta Manuel José
Othón en la ciudad de San Luis Potosí, camino de Laredo donde residía. A
fines de octubre había venido a la capital a pronunciar unos versos (De mis
oscuras soledades vengo/ y tornaré a mis tristes soledades…) en la velada que la
Academia Mexicana de la Lengua había dedicado a Rafael Ángel de la Peña.
Sus amigos se dieron cuenta al despedirlo en la estación, que el poeta se
AÑO 1956
ALACE NA DE MINUCI AS 435

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