Hombre viejo en hombre nuevo

AutorAndrés Henestrosa
Páginas554-556
554
ANDRÉS HEN ESTROS A
Veas solo, a tus pies, desde es ta altura,
Asunción, fu entecilla, ruiseñores;
y el porveni r incendie en tus fulgores
la negra cauda de u na noche oscura
Lejos de aquí los ay es; dulce amiga
el velo del dolor flota en tu fren te
¿Por qué llanto regaste en tu ca mino?
A mis votos el cielo te be ndiga
y por tus dichas tu s abriles cuente:
y este Álbum sea el li bro del Destino.
Ignoro si el soneto anterior ha sido publicado, aunque sí es seguro que no
se encuentre en el tomo dedicado a las poesías de Ramírez. Es posible que
el propio González Calzada lo haya dado a conocer en las páginas de nuestro
periódico. De todas suertes, la reproducción que de él hacemos puede ser pro-
vechosa a quienes en estos días trabajan en la compilación de la obra dispersa
de los grandes escritores y poetas del siglo XIX.
6 de abril de 1958
Hombre viejo en hombre nuevo
Así como en el hombre de hoy vive el hombre de ayer, en el poeta mexicano
de nuestro tiempo alienta el poeta del pasado indígena, a veces impercepti-
blemente, a ratos sin saberlo y aun sin gustarlo. Parece que un trémulo hilo de
melancolía, engarza las almas viejas con las almas nuevas. Se diría que si no
se heredaron las palabras, sí el mecanismo de la metáfora y de las otras figuras
retóricas. No la tristeza de la fácil leyenda, que ha dicho Ángel María de Ga-
ribay K., pero sí la fina niebla melancólica que suele envolver a cuanto de más
entrañable brota de nosotros. Una suerte de nostalgia de algo que jamás se ha
alcanzado, pero que se busca incesantemente. Esa nostalgia de la muerte, que
dijo un poeta a quien hubiera avergonzado verificar que del México remoto le
venía la tal nostalgia.

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