La historia de la forma de la revista a través del prisma de la historia de la 'gran conversación científica'

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AutorJean Claude Guédon
Páginas135-173
La historia de la forma de la revista a través del prisma de la historia de la
“gran conversación científica”*
Entrevista con Jean-Claude Guédon dirigida por Alain Loute y preparada con la
ayuda de Caroline Glorie, Thomas Franck y Andrea Cavazzini
I. Del comercio epistolar a las publicaciones de las academias
Jean-Claude Guédon: El término revista científica, en realidad, cubre objetos muy
diferentes en la historia. En mi opinión, y como lo menciono en mi texto Open
Access: Toward the Internet of the Mind,1 la revista científica moderna que
aparece en el siglo XVII corresponde a una mecanización del régimen de
escritura de cartas que caracterizó buena parte de los intercambios
científicos de finales del Renacimiento y comienzos de la llamada era
moderna. La imprenta creó un sistema de comunicación más eficiente que
comenzó a desmoronarse bajo el peso de los intercambios postales. Siempre
olvidamos esta importante revolución en la Europa del Renacimiento, que es
la invención del correo. A partir de éste, se permite que toda una categoría
de personas alfabetizadas comience un intercambio de información. Ahora
los límites demográficos de las ciudades son superados, el mercado de ideas
puede expandirse considerablemente y la gran conversación científica
puede intensificarse.
Por lo tanto, la revista científica impresa aparece primero como una forma
mecanizada del correo. Al mismo tiempo, se vuelve dependiente y víctima,
diría yo, de la forma que la imprenta impone al documento. Una cosa que
siempre pienso importante de señalar es que cuando aparece la imprenta, lo
hace a la par la mercantilización del documento. No se puede imprimir sin dar
* Originalmente publicada en la revista Les Cahiers du GRM, a quien agradecemos la autorización de esta traducción. DOI:
https://doi.org/10.4000/grm.912
a los documentos un formato comercializable simplemente porque se tiene
que invertir previamente en equipos pesados y porque se emplea una gran
variedad de especialistas. Simplemente pasee por el museo imprenta
Plantin-Moretus en Amberes (Bélgica); después de ello, aparece muy
claramente una forma de integración vertical que parte de los metalúrgicos
que preparan las fuentes para los letrados encargados de revisar
sistemáticamente los textos, a veces en cuatro, cinco o seis idiomas. Imprimir
un texto requiere de un enredo extremo entre el mundo financiero y el mundo
de la producción.
Las primeras revistas científicas se encuentran en este sistema. Para el
ejemplo francés del Journal des sçavans, la dimensión comercial de la
empresa es bastante evidente. En Inglaterra, la forma de la primera revista
científica, The Philosophical Transactions of the Royal Society, se basa en
un modelo mixto y más complicado que revela otras dimensiones emergentes
de las revistas científicas. En particular, su filiación a una academia real la
ubica de una manera original, incluso si la sociedad real de Londres no se
hizo cargo inmediatamente de ella. Fue hasta a mediados del siglo XVIII
cuando, después de apoyarla y refrendarla, tomó responsabilidad financiera
de ella. Esto último puede verse como una demostración del hecho de que,
incluso si tiende a imponer un esquema comercial en la comunicación
científica, la imprenta requiere de algo más, por lo que puede volverse
autónoma en relación con los objetivos comerciales.
En Francia, la Real Academia de Ciencias tendrá su propia prensa y sus
propios privilegios, lo cual es bastante extraordinario. El poder real podía
contar con el hecho de que los filósofos de la naturaleza hablarían de la
naturaleza, sin gran riesgo de subversión política. De ahí que se dejara
bastante tranquilos a estos filósofos de la naturaleza que generalmente
respetaron las reglas. Debe recordarse que, en Inglaterra, la Royal Society
nació después del paréntesis parlamentario de Cromwell, y mantenerse
alejada de las cuestiones políticas fue simplemente la más elemental de las
sabidurías. Por otro lado, el conocimiento científico no siempre ha podido
evitar un diálogo difícil con la religión. Mi colega Yves Gingras, de la
Universidad de Quebec, en Montreal, acaba de publicar un excelente libro
sobre este tema.2
Resumamos este primer logro: la revista científica comienza como un
dispositivo epistolar mecanizado y mercantilizado. Al mismo tiempo, la revista
científica está tratando de empoderarse en relación con la esfera comercial,
especialmente cuando es apoyada por academias. La situación se vuelve
más ambigua en el caso de las pequeñas empresas privadas. Los textos más
reconocidos en los siglos XVII y XVIII aparecieron en las academias o gracias
a ellas. La Real Academia de Ciencias de París fue refundada en 1699 y, a
partir de ese momento, comenzó a publicar sus imponentes volúmenes de
historias y memorias.
Las raíces académicas de las revistas académicas explican cómo se ven
posicionadas en la trayectoria general del esfuerzo de investigar. La revista
científica no constituye una fase separada en esta trayectoria; por el contrario,
constituye una parte esencial. Tuve algunos debates con colegas
estadounidenses sobre este punto porque querían absolutamente tratar la fase
de publicación científica como si fuera una fase de investigación completamente
diferente del resto, lo que justificaría la forma comercial de estas revistas. Sin
embargo, la investigación sin publicación no tiene sentido, y la publicación sin
investigación, aún menos. Con ayuda de las academias que aumentan en
número en la Europa de la Ilustración, se multiplican las revistas que dominan la
producción científica de esta parte del mundo hasta al menos alrededor de 1820-
1825.
II. El apogeo de las sociedades académicas y sus revistas científicas

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