Hallazgo de la obra de Othón Robledo

AutorAndrés Henestrosa
Páginas195-196
Maples. Y al final consigno el título del libro que Robledo pensaba publicar: La
locura de la esfi nge. Lo que después se ha escrito sobre el poeta no parece otra
cosa que una paráfrasis de los que Núñez y Domínguez escribió.
A partir del ensayo Los poetas jóvenes de Méx ico, donde aparece esta apre-
ciación de Robledo y de tres de sus poemas –sólo uno repetido, “Esta sonora
vía…”– otros florilegios se han publicado donde aparecen las muestras de su
estro, pero ningún intento de penetrarlo y sacar a flote la esencia final de sus
creaciones. Ya vimos que Maples Arce anticipa la selección de sus cuatro poe-
mas: “Nocturno del puerto”, “Y no sabré decirte”, “Acuarela” y “La antigua
plegaria”, de unas breves líneas que nada agregan a las opiniones de que hemos
venido hablando. Por su parte Manuel González Ramírez y Rebeca Torres Or-
tega –Poetas de México. Antolog ía de la poesía contemporánea mex icana (1945)– no
hacen sino repetir la nota de Maples, y ninguna poesía no coleccionada de dos
que incluye, que ya aparecen en Núñez y Domínguez y en Maples Arce. Algo
más ocurre en la segunda de las antologías aludidas: se da como buena la fecha
de muerte del poeta, año de 1922, cosa que aparece contradicha por Renato
Leduc, quien da una fecha posterior, quizá la de 1927.
Pero estas mi nucias, útiles para la cronología de las producciones de Mi-
guel Othón Robledo, serán motivo de una Alacena futura.
17 de enero de 1954
Hallazgo de la obra de Othón Robledo
Un día de la semana pasada se presentó, en la oficina donde trabajo, una per-
sona para mí desconocida hasta entonces: el señor don José María Bojórquez.
Sucedió que una de estas Alacena s había llegado hasta sus manos y quiso bus-
carme para ponerme al tanto de algunos pormenores acerca de la vida y de
la obra del poeta Miguel Othón Robledo. Es el señor Bojórquez un hombre
de cerca de sesenta años, alto y fornido, hombre de amplias lecturas, poeta
quizá y, en otro tiempo, compañero de trabajo de Robledo porque, cosa que
yo ignoraba, éste, como él, había sido telegrafista. De una pequeña maleta
que traía en las manos extrajo unos papeles escritos a máquina ya amarillentos
por el tiempo. Éste es, me dijo, el original de un libro de poemas que Miguel
Othón Robledo puso en mis manos hace cuarenta años. Leí su Alacena y quise,
AÑO 1954
ALACE NA DE MINUCI AS 195

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