Gusto y uso del seudónimo

AutorAndrés Henestrosa
Páginas683-684
¿Cuándo? No sé; pero el Señor lo sabe .
¡Luz no me falta: tengo la del ci elo!
Tiene usted la palabra, amigo Antonio Castro Leal.
13 de marzo de 1960
Gusto y uso del seudónimo
El gusto y uso del seudónimo ha sido permanente en la literatura, la de aquí
y la de todas partes. No hay escritor que no haya recurrido alguna vez a ese
arbitrio, ya para disimular un nombre poco atrayente, ya para expresarse con
mayor desenvoltura, ya para recatarse en la sombra o ya para mostrarse a plena
luz: un seudónimo al que se deba toda la gloria o todo el fracaso, que sustitu-
ya al nombre verdadero o que lo oculte para siempre. Puede ocurrir también
que los tenga numerosos, aunque todo el mundo sepa el nombre verdadero.
Así Manuel Gutiérrez Nájera que usó hasta 27; Ernesto Massón, 29; Rafael
Heliodoro Valle, 25; Vicente de Paula A ndrade, 22; José Juan Tablada, 16;
Victoriano Salado Álvarez, 11. En cambio otros –Julio Torri– ninguno; Alfonso
Reyes, uno; uno, José Vasconcelos. ¿Por qué? Por lo escaso de la obra, por se-
guridad en su perfección. Los otros los usaban con profusión para no repetirse
en todos los periódicos, y a veces en una misma entrega. Así los periodistas
mexicanos que hemos presentado como ejemplos.
En la literatura mexicana, sobre todo la del siglo XIX, abundan los seudó-
nimos, los anagramas, las iniciales, los asteriscos y otras figuras o signos de
imprenta. La manita que usaba Juan de Dios Arias, por ejemplo.
La identificación de los escritores que los usaron no sólo es un estudio sino
también un pasatiempo que ha reportado y puede reportar grandes beneficios
al conocimiento de nuestras letras, aún tan precario. Quien pretenda trabajar
sobre las obras completas de los más grandes autores del pasado, por allí debe
comenzar. Si hemos logrado reunir la casi totalidad de las obras de Justo Sierra,
de Manuel Gutiérrez Nájera, de Ignacio Manuel Altamirano –todavía en espe-
ra de que se le edite completo– de Luis G. Urbina, de Amado Nervo es porque
algunos establecieron con anterioridad las distintas maneras con que alcanzaban
sus escritos, así como los periódicos y revistas en que fueron publicados.
AÑO 1960
ALACE NA DE MINUCI AS 683

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