El guasón de la radio

AutorGerardo Australia
Páginas117-147
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El Guasón
de la radio
Abriendo la década de los años treinta, Francisco Gabilondo Soler se ganaba la
vida tocando en cabarets y en uno que otro centro nocturno, ya sea en solitario,
en grupo o acompañando a algún cantante en florescencia. Para entonces ya
tenía un buen número de composiciones propias, que él mismo denominaba “cancio-
nes festivas”, género que lo llevó a su primer encuentro con la radio:
Pues nada, que además de mis pequeñas composiciones de música para bailar, se me ocu-
rrió hacer canción festiva. Y esto coincidió con el hecho de que, leyendo un periódico,
encontré un anuncio que decía: “Buscamos novedades para una estación de radio”. Esa
emisora estuvo frente a la estatua de Caros IV, mejor conocida como El Caballito, en el edi-
ficio de la Lotería Nacional.
Recorté el anuncio y acudí a buscar una cita. Me recibieron dos personajes conocidos
como el Che Bohr y la Duquesa Olga, que eran esposos. Enseguida me hicieron un examen
musical. Luego, al finalizar, me dijeron: “Venga tal día por el veredicto”. Pues que llego en
la fecha indicada y que me van entregando una tarjeta así de grande –y que siento muchí-
simo haber tirado a la basura, es una de las cosas que más me duele haber perdido–; esa
tarjeta contenía el siguiente dictamen: “Francisco Gabilondo Soler, composiciones festivas.
El señor Gabilondo Soler es un elemento completamente nulo para la música”; lo firmaba
la Duquesa Olga.
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¡Cómo me pesó esa respuesta!, pero
con el tiempo me di cuenta del porqué
de la misma. Sucedía que el marido de
Olga hacía unas piezas que musicalmen-
te se parecían mucho a la mías y Olga
supuso que si yo ingresaba a la radio le
iba a quitar el trabajo al Che... Pero, dio
la casualidad de que aquel día que hice
la prueba estaba presente Samuel Ruiz
Cabañas, que era un periodista de El
Universal y un poeta muy conocido en
esa época.... Un día me lo encuentro en
la calle y me dice: “¿Qué tal amigo, cuán-
do empieza usted a trabajar en la radio?”
Y que le digo: “Pues no señor, no voy a
entrar a la emisora, me rechazaron”. Y
que le muestro la tarjeta. Entonces él me
respondió: “Nada; usted no haga caso de
esas palabras; usted empieza tal día”, no
recuerdo la fecha en que ingresé a esa
radio.
La estación a la que se refiere el maes-
tro Gabilondo fue la XETA, Radio Cul-
tural, financiada mayormente por el
periódico El Universal y dirigida por
don Samuel Ruiz Cabañas, pionero de
la radiodifusión mexicana; periodista,
crítico musical y hoy poeta olvidado,
que colaboraba en El Universal desde
1916. Don Samuel fue de los primeros
periodistas en no subestimar la inteli-
gencia de los niños, creando así los su-
plementos El Universal Infantil, para el
periódico El Universal, y el suplemento
Pulgarcito, para el bisemanal El Nacio-
nal.
Radio Cultural, cuya rúbrica era “La
radiodifusora de moda”, estaba en la ca-
lle de López y en su programación tenía
varios concursos, entre ellos: El cuento
más bonito, patrocinado por La Azteca,
fábrica de chocolates, y Buscando no-
vedades, donde participaron cantantes
que después se convirtieron en ídolos,
como Jorge Negrete, El barítono de la
bella voz, quien concursó en el progra-
ma en julio de 1933.
Por otro lado el Che Bohr, conduc-
tor del programa y concurso, junto con
su esposa, la argentina Eva Limiñana
Duquesa Olga, fue un excéntrico per-
sonaje que tuvo mucha influencia en
el cine mexicano de su tiempo. Actor,
compositor, pianista, editor, fotógra-
fo, director de orquesta, productor,
guionista y director de cine, José Bohr
(Yopes Böhr Elzer) nació en Alemania,
en 1901, pero se nacionalizó argenti-
no. Después de un sin fin de trabajos,
que fueron desde contador, fotógrafo,
imitador de Chaplin en películas de bo-
chornoso presupuesto, hasta composi-
tor de grandes tangos, como Cascabe-
lito, y otros tantos interpretados por el
mismísimo Gardel; José puso ojo en
Hollywood donde filmó varias pelícu-
las, entre ellas una de las primeras que
aparecieron tanto en español como
inglés, Sombras de gloria (1929), diri-

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