Guadalupe... Bandera de la Revolución

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas155-163

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La traición de Huerta era una máquina en movimiento. Huerta ordenó al señor Carranza que le informara cuáles habían sido los motivos por los que había retirado del banco en Saltillo cincuenta mil pesos. Carranza contestó al usurpador con telegrama, diciéndole: "No le reconozco a usted ninguna facultad ni personalidad legal para pedirme cuenta de mis actos", y de inmediato comenzó a concentrar las escasas tropas rurales que estaban a sus órdenes distribuyéndolas al mando de Pablo González, Francisco Coss y Luis González. El 24 de febrero Carranza en franca rebeldía contra Victoriano Huerta, salió de la capital del estado acompañado de un reducido grupo que lo seguía.

En los primeros días del siguiente mes de marzo Carranza reconoció con su autoridad de Jefe de la nueva revolución Constitucionalista, el grado de Capitán Primero a Francisco J. Múgica -¡Otra vez capitán!- Carranza dijo que hacía el reconocimiento del grado "en atención a su civismo y premio a sus servicios prestado en la revolución de 1910-1911".

Con escasos elementos, no había provistos de dineros y sin tener todavía claramente dibujado el plan de acción militar, Carranza, con sus hombres, vagó a lo largo del viejo camino que se mete por Arteaga, Ramos Arizpe, Mesillas, Los Mesones, hasta detenerse en Acatita de Baján.

Después, con rumbo a Monclova, sumando a su causa, a sus fuerzas, los voluntarios que medio equipados se unían a la revolución, pensó en apoderarse de Paredón, troncal ferroviaria en donde se bifurcan los caminos, flecha de fierro, que van a Saltillo, Piedras Negras, Torreón, Monterrey, Durango y Tampico.

El 6 de marzo, al oscurecer la tarde la Revolución Constitucionalista libró su primer combate y victoriosa, capturó la hacienda "Anhelo".

Los días 22 y 23 de marzo combatieron de nuevo soldados de la federación y los aguerridos, por optimistas, hombres de Carranza.

El comando revolucionario llegó el 25 del mismo mes de marzo a la hacienda de Guadalupe, en el distrito de Monclova, Coahuila, propiedad de Marcelino Garza. Hagamos una pausa en nuestra exposición.

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Carranza al tiempo que nos referimos, era la esperanza que había ahondado su raíz en la entraña de la conciencia humana, dentro del ámbito limitado en que actuaba.

El grupo selecto que rodeaba a don Venustiano, era el ímpetu juvenil que lo arriesgaba todo a una consigna: idealismo, esperanza, decisión.

La verdad del viejo es el axioma que por la sola antigüedad del calendario resuelve el problema antes de plantearlo.

Los jóvenes impacientes quieren construir una patria noble.

Carranza pensó que la bandera precursora al tintineo alegre de la ametralladora y al silbido suave de la bala del fusil, era el mensaje que la revolución debería llevar a los campos y a las ciudades a fin de restaurar el orden constitucional.

Ellos querían una bandera flamante para presentarla al pueblo en sus manos bizarras.

En un ambiente así, todos iban a lo que la historia conoce, por el lugar en donde hicieron presencia, con el nombre evocación de "Plan de Guadalupe".

Guadalupe... de ascendencia árabe, que ni judía, ni cristiana, siempre en la vida de México, desde la humeante Tenochtitlan, no obstante que Fray Bernardino de Sahagún nos dijo en su historia maestra, de investigación y cátedra, que los sitios milagreros de adoración en el Tepeyac eran no de la virgen cristiana, sino de la diosa nahoa, Tayatzin, "Madre de Dios".

Guadalupe... nombre arrancado de la provincia española, la Extremadura de Cortés, el conquistador, es, en manos de Hidalgo, el guion de la libertad que guía a mestizos e indígenas en la épica gesta que hunde, en la América del Norte, al imperio de oro y plata, de Carlos V, Felipe II y Fernando VII.

Guadalupe... una vez más Guadalupe, ahora en la inmensidad de Coahuila, es anuncio de un México nuevo en los propósitos de Carranza y de aquellos pocos quijotes que le creyeron, o mejor tal vez, Sanchos Panzas que vieron en él, al Quijote que los llamó a la conquista de la ínsula, convertida al paso arrollador de la guerra en una Constitución. ¿Sería accidente en el recorrido del grupo guerrillero que se redactara el plan de revolución en una hacienda de nombre Guadalupe? ¿Sería una táctica "mañosa" del viejo zorro Carranza, sacar a la vida este plan en sitio que le diera el nombre mágico de Guadalupe, tan grato al pueblo mexicano?

¿Cuántas veces hemos pensado que si un ser extraterrestre preguntara a México?, a lo Papini, cuál es su aportación a la vida universal, México no le ofrecería el canto de una oda, la melodía de una gigantesca sinfonía, una tragedia esquiliana, ni la estructura de un puente prolongado con dimensión al horizonte, ¡ni siquiera el mural de sus genios pintores, menos el invento de una fantástica máquina que no hemos fabricado! Nada de esto del reino material. Sencillamente México señalaría, como su contribución de ritmo del mundo, creyente o no, el legado de su poema leyenda de la aparición de la Virgen de Guadalupe, así, con todo lo arábigo de su nombre, Leyenda poema clavado en la memoria del tiempo a pesar de la histórica carta que

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escribió el historiador José Joaquín García Icazbalceta, negando la autenticidad de las aspiraciones, con base en el argumento histórico negativo universal.

Sea como fuere, divagación al margen, allí dejamos como espina de inquietud la averiguación del milagro guadalupano, a quien agrade investigar la historia. La realidad para el caso de que nos ocupamos, es que el nombre de Guadalupe está íntimamente ligado a la vida de la nación y que la revolución constitucionalista tocó su diana de alba al simbólico nombre que desde el Tepeyac a Dolores Hidalgo había conmovido al pueblo de México.

¿Pero cuál es el contenido de este plan, bandera de la revolución Constitucionalista y cuáles las circunstancias en que...

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