Griselda

AutorAndrés Henestrosa
Páginas535-537
teraria. El desarrollo del tema, a cuenta y riesgo de Pérez Martínez, produjo
una respuesta del humanista mex icano que, en efecto, vino a poner orden
en un capítulo de nuestra erudición literaria, a iluminar una zona de nues-
tras preocupaciones; aquella que se refiere a lo que ha de entenderse por
letras patrias. Vino, también, a refrescar la memoria de muchos que habían
olvidado que nunca la pluma de A lfonso Reyes dejó de registrar el latido de
esta tierra que prestó la arcilla, el sol, la luz, el aire, el agua con que está
amasado y que, de cuando en cuando, por virtud de esa vigilia que las letras
ejercen sobre sus hijos, asoman en sus páginas para individualizarlas, para
darles ese matiz, o dibujo, o entonación, que sólo transmite la tierra en que
el artista se sustenta, y que no hay gramática que pueda enseñar, ni ingenio
que consiga fingir.
El temor de no plantear discretamente el tema que Calvillo Madrigal me
propone, me deja en suspenso un instante. ¿Sabré, me pregunto, presentar con
la compostura debida el tema en cuestión? No puedo olvidar que la ilustre
corporación tiene precisamente, por presidente, a don Alfonso Reyes, señor de
las letras y de la erudición de nuestro idioma. Junto a él están, asimismo, algu-
nos de los que con más sapiencia y belleza han cultivado los cármenes mexi-
canos. Veo levantarse imágenes egregias como las de Martín Luis Guzmán,
José Vasconcelos, Ángel María Garibay Kintana. No. Yo no puedo así porque
sí, preguntar a estos maestros qué han hecho en bien de la lengua española
que hablan los mexicanos. Lo de menos sería que en respuesta nos dieran una
lección que nunca supimos o que teníamos olvidada. Con eso saldrían ganan-
do las letras mexicanas, pero quedaríamos con la dolorosa punzada de haber
procedido apresuradamente.
Está hecha la Alacena, mi querido Salvador Carrillo Madrigal, y quédese para
otro día, el tema sobre la Academia Mexicana de la Lengua y sus deberes para con
el idioma que hablan los mexicanos.
19 de enero de 1958
Griselda
Se llama Griselda, como pudiera llamarse Lucelia o Elfidia o Aída o Endri-
na, ni más ni menos que se llaman en Juchitán y en Archipiélago de mujeres,
AÑO 1958
ALACE NA DE MINUCI AS 535

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