General Juan N.Méndez

AutorMiguel Galindo y Galindo
Páginas807-827
˜ 807 ˜
General Juan N. ndez
HACE APENAS cinco años que el telégrafo nos
anunciaba la sensible muerte del distingui-
do republicano y liberal insigne que con-
sagró su vida al servicio de la Patria, y que
descendió a la tumba cuando desempeñaba
el honorífico cargo de Presidente de la Supre-
ma Corte de Justicia Militar.
Abierta apenas la fosa que cubre los res-
tos del hombre que figuró ventajosamente
en las filas del partido popular, vamos a emi-
tir nuestro pobre juicio, o más bien, a decir
algo acerca de esa personalidad cuya desa-
parición eterna ha causado honda sensación
en el país.
II
El Sr. Méndez nació en una época que po-
dremos llamar de transición: durante ella se
han debatido y resuelto cuestiones de altí-
sima trascendencia para la vida de México,
como Nación libre, soberana e independien-
te; y en muchos de esos episodios que reve-
lan el esfuerzo gigantesco de un pueblo para
lanzarse resueltamente en la vía del Progre-
so, el ciudadano aludido se encontró de los
primeros para acometer y llevar a cabo tan
colosal empresa, cuyo triunfo constituye en
el día la felicidad y el orgullo de los pueblos
modernos.
Tetela, esa simpática población de la
Sierra Norte del Estado de Puebla, fue el
hogar donde vio la luz primera; y si se ha
de juzgar por las circunstancias del mo-
mento y por el medio de acción en que se
desarrolla la primera época de la vida, el Sr.
Méndez recibió de la naturaleza, como se-
ñalado patrimonio, el amor santo y acen-
drado por la libertad, por esa libertad que
se siente y se aspira en las montañas, en esa
región predilecta donde no se conoce el
despotismo; donde la vida se desliza serena
en medio de los goces que proporciona una
perspectiva seductora, y bajo la influencia
bienhechora de un cielo purísimo que des-
pierta y desarrolla los sentimientos más
bellos del corazón…
La revolución de Ayutla, ese levanta-
miento de la dignidad popular contra la
odiosa dictadura de Santa-Anna, lo atrajo
a la vida pública: habiendo secundado en
I
808 LIBERA LES ILUST RES MEX ICANOS DE LA R EFORMA Y LA INT ERVENCIÓ N
Tetela el mes de Diciembre de 1854 dicho
Plan, fue nombrado Comandante de Guar-
dia Nacional.
Triunfante el movimiento que acaudi-
llara al héroe del Sur, el insigne general Don
Juan Álvarez, la reacción, que cual la hidra
de la fábula levantaba por todas partes su
monstruosa cabeza, mandada esta vez por
Don Antonio Haro y Tamariz, atacó y tomó
la ciudad de Puebla en Enero de 1856; y allí,
a las órdenes del patriota coronel C. Ramón
Márquez, fue uno de los que defendieron di-
cha plaza.
Después, a la cabeza de los patriotas te-
telanos, en Octubre del mismo año acudió
a la ciudad de Zacatlán en auxilio de esta
población, que se hallaba sitiada por el ban-
dido Cobos: rechazada esa agresión, volvió
a su país natal, siempre dispuesto a comba-
tir a los enemigos del Gobierno liberal que
imperaba en la Nación, y permaneció así
hasta que, verificadas las elecciones para la
renovación de poderes en el Estado, Tetela
lo nombró su representante, con cuyo ca-
rácter marchó a ocupar su asiento en la H.
Legislatura, hasta el mes de Diciembre de
57, en que el débil Comonfort dio el golpe
de Estado.
III
La Guerra de Reforma debe considerarse como
uno de los acontecimientos más importantes
de nuestra historia contemporánea.
Iniciada desde hacía tiempo por hábiles
políticos y profundos pensadores, como el inol-
vidable Gómez Farías, Zavala y el Dr. Mora,
fue consumada, como es sabido, por el partido
liberal, acaudillado por el inmortal Juárez.
Las vacilaciones de Comonfort, su fal-
ta de fe en el progreso y su ignorancia res-
pecto del adelantamiento de los mexicanos,
causaron esa guerra que llenó de luto a la
Nación, pero que al fin le trajo como digna
recompensa. El triunfo espléndido obtenido
sobre las turbas reaccionarias, acaudilladas
por el clero y el antiguo ejército.
México recibió como un legado precioso,
esa victoria que puso de manifiesto la pujan-
za y espíritu de las nuevas ideas y la impo-
tencia y desprestigio del vetusto partido
conservador.
Desde el principio de esa guerra, el Sr.
Méndez se unió resuelto y entusiasta a los
defensores de la Constitución.
Nombrado Coronel de Guardia Nacional
por el Gobernador del Estado, Lic. Don
Miguel Cástulo de Alatriste, acompañó a
este distinguido funcionario desde el mo-
mento, puede decirse, en que fue secundado
en Puebla, por la Brigada Echegaray, el mo-
vimiento revolucionario iniciado en México
por Zuloaga el 17 de Diciembre de 1857, y
conocido en nuestra historia con el nombre
de “Plan de Tacubaya”.
Salió de Puebla violentamente la noche
del mismo día 17, en compañía del Gober-
nador legítimo y de varios diputados a la Le-
gislatura llegando a Zacatlán el 19: el 21 se
dieron facultades extraordinarias al Gober-
nador constitucional, en los ramos de Ha-
cienda y Guerra, y se comenzó a organizar
la lucha contra la reacción.
El 27 del mismo mes salió el Sr. Méndez
para el pueblo de Ahuacatlán acompañan-
do al Gobernador Alatriste, porque Negre-
te, Jefe reaccionario y al mando de una bri-

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