La Francia donde vivió Bonnin

AutorCharles-Jean Bonnin
Páginas34-55
II. LA FRANCIA DONDE VIVIÓ BONNIN
C
OMO HEMOS VISTO
,la época en que vivió Bonnin estuvo caracterizada por
grandes cambios: el fin del absolutismo y la extinción de las reliquias feu-
dales, la Revolución francesa, el consulado y el imperio, y la restauración.
Para comprender la obra intelectual de Bonnin hay que explorar una época
de enormes mutaciones, de suyo trascendentales universalmente hablan-
do; pero al mismo tiempo se debe auscultar un fenómeno que, nacido en el
absolutismo, perduró a lo largo de esos sucesos de cambio y que desde en-
tonces caracteriza al país de los franceses. Nos referimos a la administra-
ción que, concebida junto con el Estado absolutista, cumplió un papel prin-
cipal en la formación de la Francia moderna.
La singularidad de cada país ha sido destacada como esencial por André
Siegfried, quien hace descansar sus peculiaridades en el alma de sus pue-
blos. Por ejemplo, Siegfried ha tomado nota del sentimiento de lejanía in-
glesa hacia el continente, que también experimentan los pueblos continen-
tales hacia Inglaterra. Esto le hizo sentir que entre su país e Inglaterra hay
un canal moralmente más ancho y profundo que un océano.1Ese sentimien-
to muy inglés, la insularidad cultural anglosajona, hizo que los ingleses no
se consideren propiamente europeos debido a la separación de las Islas
Británicas y el continente. Según Richard Rose, autor de esta tesis, el Ca-
nal de la Mancha aparta a esas islas y a Europa, toda vez que a pesar de
que el continente más próximo está a miles de kilómetros de distancia, es
el que le que ofrece un sentido de comunidad noratlántica con Estados
Unidos y Canadá.2
Esa insularidad ha hecho de Inglaterra un pueblo de comerciantes y
empresarios exitosos, un terreno propicio para que la economía y sus acto-
res tengan el papel principal. Esto explica por qué surgió allí la economía
política y por qué fue la iniciativa de los hombres de negocios la que em-
pujó al progreso del país. Allí hubo una administración elemental, que
hasta hace poco se ha hecho más intensa e importante. Inglaterra es, por
consiguiente, un país cuya alma radica en la tenacidad, en tanto que Ale-
mania se distingue por su disciplina, Rusia por su misticismo y Estados
Unidos por su dinamismo.3
El alma francesa se distingue por su ingenio y por su administración.
No existe país en el planeta, salvo Alemania, donde la administración ha-
ya tenido y tenga un papel más decisivo en la construcción nacional. Hizo
1André Siegfried, El alma de los pueblos, Madrid, Norte y Sur, 1965 (1950), p. 74.
2Richard Rose, England, Boston, Little, Brown and Company, 1964.
3A. Siegfried, op. cit.
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para Francia lo que comerciantes e industriales hicieron para Inglaterra,
de modo que además del Canal de la Mancha, es la cultura económica y la
cultura administrativa lo que diferencia a ambos países.
Esa administración fue creada por la monarquía absolutista.
L
AMONARQUÍA ABSOLUTISTA
El absolutismo francés, que llegó a ser emblemático a través de la célebre
frase “Estado soy yo” de Luis XIV, consistió en un proceso peculiar de con-
figuración estatal a partir de la congregación y unión gradual de una di-
versidad de autarquías. Además de la diversidad política y territorial
señalada, una densa población de 20 millones de personas —el doble de
España— dificultó desde un principio la formación del Estado. Su historia,
por consiguiente, estuvo signada por la alternancia de un proceso continuo
de centralización y de retornos autárquicos. El resultado de este proceso
histórico en el que se explica la firmeza de la centralización francesa por
motivos del carácter indómito de esas autarquías, fue la edificación de un
absolutismo característico expresado en el culto a la autoridad real, que
con aquel monarca no tuvo parangón en la historia de Europa occidental,4
pues el grado de centralización derivó inmediata y directamente del grado
de resistencias feudales que hubo que vencer.Una vez alcanzada su apoteo-
sis a finales del siglo
XVII
,el absolutismo forjado bajo su guía se convirtió
en el modelo estatal para España, Portugal y Prusia.5
El desarrollo del absolutismo francés se movió en la forma de círculos con-
céntricos y consistió en una absorción gradual de autarquías y potestades
autónomas. Este movimiento permanente ensanchó sus fronteras y extendió
su espacio interior, de modo que un territorio amplio y una población
abundante requirieron de una administración centralizada. La etapa de
este proceso se aprecia gracias a la labor de Sully, Richelieu y Colbert,
quienes partiendo de un mapa político aún diverso e inconexo trabajaron
sin descanso en pro de la centralización. Esa labor consistió en confrontar
y vencer un conglomerado de potestades feudales poderosas, que servían
de barrera a la unidad estatal de Francia, y superar esa institución esta-
mental persistente que era la venta de cargos, cuyos frutos financieros aún
eran atractivos a la monarquía.6Sully hizo descender ese negocio esta-
mental de 38% del total de ingresos de la corona a sólo 8 por ciento.
La venalidad, aunque jugosa para las finanzas reales, no fue definida
con precisión en el orden económico mercantilista de entonces. Un ejemplo
ilustrativo puede servir para desentrañar la naturaleza profundamente
contradictoria y paradójica de la venalidad en un orden estatal. Con moti-
vo de un pleito iniciado ante el Parlamento de París, las partes involucra-
4Perry Anderson, El Estado absolutista, México, Siglo XXI, 1980 (1974), pp. 81-82.
5Ibid., p. 99.
6Ibid., pp. 90-91.
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