Florencio María del Castillo

AutorLuis Gonzalez Obregón
Páginas321-327
˜ 321 ˜
Florencio M aa del Castillo
1828-1863
I
MÉXICO TAMBIÉN ha contado invictos cam-
peones de la democracia y libertad en las
nobles lides de la prensa y de la tribuna;
apóstoles que han sabido sostener y luchar
por sus ideas, con el ardor y la constancia de
los mártires. En el periódico, en la tribuna y
en la poesía, han descollado como otros en
los elevados puestos de la política o de los
campos de batalla, y ora con su pluma han
discutido las cuestiones más trascendenta-
les, ora con su elocuencia han convencido
de la justicia de sus principios, ora en fin,
con sus inspirados cantos, han comunicado
al pueblo el entusiasmo y valor cuando éste
los ha necesitado. Muchos son los escritores
que han consagrado su talento en este sen-
tido, y no pocos los que en recompensa de
sus afanes y sacrificios han cosechado úni-
camente la persecución, el ostracismo y la
muerte.
Ahí están, por ejemplo, Fernández de
Lizardi, el patriarca de la democracia y de la
reforma en México, encarcelado y persegui-
do por el gobierno español, y encausado y
excomulgado por la Inquisición y la auto-
ridad eclesiástica; Pablo Villavicencio, más
conocido por el “Payo del Rosario, que por
sus escritos, se atrajo el destierro, y por sus
ideas liberales murió asesinado en Toluca
por un corifeo de la reacción; Juan Bautista
Morales, el “Gallo Pitagórico, magistrado in-
tegérrimo, escritor satírico de primer orden,
víctima del dictador Santa-Anna, y al que
intentó el partido clerical arrancar a la hora
de su muerte la retractación de su credo li-
beral; ahí están también Quintana Roo, el
orador elocuentísimo, y Juan Valle, que aun
ciego no era respetado sino escarnecido en
las calles de Guanajuato por sus cobardes
enemigos, y Juan Díaz Covarrubias y Ma-
nuel Mateos, sacrificados en Tacubaya del
modo más infame, e Ignacio Ramírez y tan-
tos otros, que son lustre y timbre de las le-
tras mexicanas, y honra y orgullo del parti-
do liberal y reformista. Todos ellos, grandes,
ilustres y abnegados, sacrificaron su talen-
to y aun su vida para defender los grandes
principios de la independencia y de la Refor-
ma, ora señalando los abusos del poder, ora

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