La filosofía política de la 'Politeia' aristotélica, platónica y de Polibio. Las formas de gobierno o formas de régimen en Aristóteles. El cruce sistemático de los criterios normativos y numéricos

AutorPamela Lili Fernández Reyes
Cargo del AutorDoctora en Derecho Universidad Complutense de Madrid
Páginas69-84

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A “La República” de Platón se le atribuye un lugar indiscutible tanto en su condición de obra política como en su condición de obra filosófica, metafísica, moral, pedagógica, estética, religiosa y hasta literaria.1 El diálogo, en diez libros es como en todos los clásicos, un texto en el que cada lector redescubre claves interpretativas diferentes. Se trata de la obra más exte nsa de Platón, salvo las leyes que por su carácter inconcluso no pudo ni acabar ni resumir.

Los politólogos se han planteado hasta que punto y en qué sentido es razonable considerar a La República como una “obra política”. En el momento en que Platón la concluye, probablemente en la mediana de la década de los años 360 a. C., se le atribuye una posición ambivalente con respecto a la política; de creer las declaraciones autobiográficas de la Carta VII cuya autenticidad se discute, Platón estaría inclinado a desarrollar una carrera política hacia la que le reclamaban sus gustos y sus vínculos familiares, pero los dramas de la vida política ateniense en el tránsito de dos siglos del V al IV a. C., le hicieron desistir.

Para Platón son tan rechazables los crímenes de los Treinta tiranos como los desarrollos de la democracia restaurada, que llegó a condenar a muerte a su maestro Sócrates. Su viaje a Sicilia, que se inscribe en tres etapas (Egipto, baja Italia y Si-cilia precedidos por una breve estadía en la cercana Megara),2 en torno al año 387 a. C., no era sino reforzar esa actitud. En aquel momento Siracusa era la primera ciudad de la hélade ocupando la posición que Atenas había perdido y que Alejandría todavía no había conquistado. Esta experiencia le hizo asumir un pesimismo total acerca de las perspectivas de la vida política en la hélade, el asumió muy pronto la

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convicción de que para que la política fuera un instrumento eficaz de transformación en el sentido positivo de la sociedad era necesario un auténtico giro copernican. Al fundar la institución de la academia centro de enseñanza e investigación de futuros intelectuales comprometidos Platón entiende que la misma puede proporcionar un instrumento adecuado de la renovación de la política.3

La totalidad de los analistas de la obra platónica, consideran a La República su obra cumbre, obra que fue redactada simultáneamente junto con creaciones secundarias de su autor, el Fedón, el Eutidemo, el Menéxeno y el Critón. La composición de La República, por parte de Platón, ha dado lugar a la formulación de suposiciones muy controvertidas. No ha faltado quien haya visto en La República una obra póstuma, aún cuando resulta difícil poner en duda que Platón la publicó integra y en vida.

Gomperz, sostiene que si no hubiésemos heredado de Platón otro texto sino el que tiene por objeto el estudio de la construcción del estado, la concepción mate-rialista de la historia podía muy fácilmente reclamar para sí al gran idealista, ya que Platón deriva por completo el origen del Estado de las necesidades económicas. Primeramente de las necesidades múltiples del individuo que por sí solo no es capaz de conseguir alimentos, vestimentas, viviendas, de lo cual nace la necesidad de la colaboración con otros y de la división del trabajo.

“Poco a poco el grupo de los productores se agranda agregándose a las necesidades directas, las indirectas y el trabajo de sus constructores. El campesino, por ejemplo, necesita el arado y con ello también el trabajo del constructor de arados. Más tampoco la sociedad constituye una unidad económica aislada, necesita productos extranjeros que no puede obtener en su propio territorio; los gastos de la importación necesaria al efecto, solo pueden compensarse con una exportación correspondiente que sirva también para colocar la producción que rebasa las necesidades internas. Tampoco se olvidó la necesidad de la intervención del comercio mayorista y minorista y la utilización de auxiliares mediante arrendamientos de servicios”. 4La filosofía política platónica se contiene básicamente en tres textos, en “La República” (Politeia, cuyo Libro I corresponde todavía a la fase socrática), el “Político” (Politikos) y “Las Leyes” (nomoi), tres diálogos en los que se ofrece gran parte de la filosofía jurídica y política de este ateniense que viven entre el año 427 y 347 a.,
C. Filosofía jurídica y política que pivota en torno al eje de la justicia, de la mejor ordenación de la vida en comunidad. Platón no puede por menos, sino ocuparse del problema fundamental al que tanto se había dedicado Sócrates de superar el escepticismo axiológico de los sofistas, para lo cual desarrolla en método socrático de las definiciones del que extrae la dialéctica que le conduce a la teoría de las ideas y a la tajante contraposición de la idea con la realidad sensible característica de la meta-física platónica, que dará lugar a un dualismo en tensión.

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En La República, Platón aborda la idea de la comunidad política en toda su pureza, estableciendo para ello un paralelismo riguroso entre la teoría de la ciudad y la teoría del alma individual. Platón descubre en el alma individual tres partes o potencias: la parte racional, que hace posible el conocimiento de las ideas; la parte irracional, estrechamente vinculada a las necesidades más elementales; y la justicia con su papel ordenador, en la que se apoya esencialmente la vida moral. La misma estructura tripartita se encontraría en la ciudad, la ciudad sería una especie de macroantropos, cuyos elementos integrantes reproducen las potencias del alma individual.

La sociedad política costaría de tres partes, las clases sociales diferenciadas por la función: en la primera estarían los magistrados o gobernantes, que desarrollan su función guiados por la sabiduría; en la segunda estarían los guardianes destinados a defender la colectividad de los desórdenes internos y los ataques foráneos, grupo que cultiva como virtud primordial la fortaleza; la tercera estaría constituida por los artesanos y agricultores, que constituyen la base económica de la sociedad en orden a satisfacer sus necesidades. En la concepción de las clases de la república platónica, estas no son castas hereditarias, sino por el contrario, grupos abiertos fundadas en las aptitudes personales de sus miembros.

El conjunto de la filosofía política y jurídica de Platón se basa en el postulado de la subordinación incondicionado de las partes al todo, lo que supone una limitación en ocasiones excesiva de la esfera individual, en la que el individuo carece de autonomía frente a la ciudad. En La República Platón desarrolla la idea de la comunidad humana, mientras que en sus diálogos de vejez, “El político y las leyes” se ocupa de comunidades humanas empíricas. Platón admite entonces la necesidad de fijar los principios de gobierno en leyes positivas de carácter general que, además deben nutrirse de la experiencia colectiva plasmada en la costumbre y la tradición5.

Frente a Protágoras sostiene que dios, y no el ser humano, es la medida de las cosas. De tal manera que la ciudad analizada en las leyes por parte de Platón sería en su sustancia una teocracia en la que los magistrados supremos actúan como intérpretes simultáneamente de la voluntad divina y practican una precisa censura a fin de prevenir cualquier desviación con respecto a la ortodoxia.

Por lo que concierne a la teoría de las formas de gobierno, en la obra de Platón se aprecia un cambio general de perspectiva. De tal manera que Platón estableció dos clasificaciones distintas de las formas de gobierno. La primera en la República Libros VIII y IX y la segunda en el Político. Las formas descritas en la república tienen su proyección en las distintas modalidades de la psicología individual. Aún cuando por definición solo una forma de gobierno sería justa y legítima, aquella que

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establece el gobierno de los sabios, una aristocracia del espíritu que reviste la forma de una monarquía si se atribuye el poder supremo de los sabios a uno solo de ellos asistido del consejo de los demás. De tal manera, que la ciudad perfecta platónica se correspondería en la esfera individual con la figura del hombre justo, en quien impera la razón las restantes formas de gobierno descritas en La República serían corrupciones de la forma pura, por lo que en ellas no se realizaría la justicia.

La timocracia o timarquía sería una de estas formas impuras en la que los guardianes usurpan el poder supremo y establecen lo que ellos llaman el gobierno de la honra, gobierno caracterizado por la ambición y el espíritu belicoso forma corrupta de gobierno que se corresponde lo individual al hombre orgulloso ávido de honores y de distinciones. La timocracia a su vez, da lugar a la oligarquía, cuando los guardianes se enriquecen con sus rapiñas. La oligarquía es una forma corrupta de gobierno en la que se vincula el poder a la fortuna material. Forma de gobierno que responde tan solo a consideraciones económicas. Este modelo político es el modelo en grande del avaro de quien solo vive para atesorar bienes. A su vez, como consecuencia del excesivo enriquecimiento de los menos en la oligocracia, se genera la democracia, el gobierno de la multitud que ambiciona la igualdad absoluta y pretende eliminar cualesquiera diferencias personales, incluso las diferencias personales legítimas y naturales el equivalente de esta modalidad corrupta de gobierno en la psicología social es el tipo humano del individuo despreocupado, que no respeta distinciones ni jerarquías, que tiene una actitud irreverente frente a la distinción.

Todo ello determina que la democracia como forma política corrupta, desemboque en otra forma política menos corrupta, que es la ocasionada por el desorden y el caos. Desorden y caos del que saca provecho un sujeto audaz que se hace con el poder y lo pone al servicio de sus pretensiones particulares, surgiendo así la tiranía, el equivalente político del carácter violento y sin freno de la psicología individual. Los excesos de la...

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