La Filosofía de las Leyes de Reforma

AutorDr. Armando Soto Flores
CargoProfesor de Derecho Constitucional. Investigador del Sistema Nacional de Investigadores. Jefe del Posgrado en Derecho de la UNAM
Páginas30-34

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Introducción

Me resulta grato escribir sobre las Leyes de Reforma y Benito Juárez, ya que, a casi 2 siglos de su nacimiento, Juárez, los habitantes de Guelatao y el país entero merecen el homenaje más preciso: el análisis de su herencia y de su significado histórico. Un periodo muy importante en la historia de nuestro país lo constituye la Reforma, siendo un proceso muy largo que nace con la independencia y tiene una etapa brillante a partir de 1854 y culmina con las Leyes de Reforma promulgadas por Sebastián Lerdo de Tejada, generando mucho sufrimiento al pueblo mexicano, pues no constituía asunto sencillo hacer entrar en razón al clero.

Este periodo reformista es parte del proceso que tiende a lograr el afianzamiento de la nacionalidad, mediante la conquista plena de la soberanía y la transformación del sistema político, económico y social con el fin de lograr un nuevo régimen democrático, representativo y popular. Ciertamente, este proceso tuvo sus altibajos, parecía en momentos que se retrasaría por varias décadas más, pero, final-mente, por fortuna, se logró su consolidación y aunque esas ideas permanecieron durante mucho tiempo, no constituyeron un retraso para los avances logrados. El México del siglo xxi, sin duda tiene retos diferentes a los enfrentados durante los difíciles tiempos de la Reforma, sin embargo, orgullosos debemos de sentirnos todos los que habitamos en la este país, del triunfo de aquel proceso que, lo repetimos, aunque sumamente doloroso, fue crucial para el desarrollo de la República.

Antecedentes

A mediados del siglo xix en México, existían 2 partidos: el liberal y el conservador. Obviamente, ambos deseaban mejorar la situación del país, pero no se ponían de acuerdo en cómo hacerlo y conseguirlo. El primero, lo integraban escritores, maestros, periodistas, abogados, militares y algunos criollos que deseaban cambios la forma de vida y de gobierno en el país. Querían que los mexicanos gozaran de más derechos y libertades, que la tierra estuviera mejor repartida, que todos fueran iguales ante la ley, que terminaran los privilegios de los militares y el clero y que México fuese una República Federal formada por estados libres, pero unidos para solucionar los problemas nacionales.

Los conservadores, a su vez, estaban integrados por los jefes del ejército, los dirigentes del clero y personas muy ricas y poderosas que deseaban conservar los privilegios que habían tenido desde la época colonial. Querían, además, que México estuviera gobernado por un rey (de preferencia extranjero) o que por lo menos fuera una República Centralista en la que un gobierno central resolviera todos los asuntos importantes sin tomar en cuenta la opinión de los gobiernos de los estados. Convocaron a Antonio López de Santa Ana, que se encontraba en el destierro, quien convirtió su gobierno en una dictadura, en la cual suprimió los derechos y las libertades individuales e impuso su voluntad. Vendió a Estados Unidos una parte del territorio de México denominado la Mesilla, cobraba impuestos sobre coches, ventanas, perros, etc. Al grado que hizo que lo llamarán “Alteza Serenísima”, lo que generó el descontento del pueblo.

De este modo, en 1854, Juan Álvarez, un viejo insurgente se levantó en contra de Santa Anna al proclamar el Plan de Ayutla, en el que exigió que dejara el poder y se convocara a una Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. Así, la Revolución de Ayutla, como se conoció este movimiento, se extendió rápidamente, por lo que el dictador desapareció del escenario político y sólo regresó para morir en 1876. Con el triunfo de los liberales, llegó una nueva generación de políticos en la que casi todos eran civiles, entre otros Benito Juárez, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Miguel Lerdo de Tejada y Guillermo Prieto. Se nombró al General Juan Álvarez como

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presidente interino, después a Ignacio Comonfort quien convocó a un Congreso Constituyente.

Del 12 de julio al 11 de agosto de 1859 se promulgan las Leyes de Reforma, que nacionalizan los bienes del clero. Con ello, se dio la separación de la Iglesia y el Estado, se exclaustra a monjas y frailes, se extinguen las corporaciones eclesiásticas, se concede al Registro Civil las actas de nacimiento, matrimonio y defunción; se seculariza los cementerios y las fiestas públicas, y lo esencial, se promulga la libertad de cultos, al desplegar su libre albedrio. Los liberales de la reforma localizan lo que Ignacio Ramírez considera la única significación racional de este término: “Excluir la intervención de la autoridad en los asuntos fundamentales personales.” En suma, se declara concluida la etapa feudal del país y se sientan las bases del pensamiento crítico. Se necesitará más tiempo y numerosas batallas políticas, militares y culturales para implantar con efectividad la sociedad laica, pero desde el momento en que se le declara justa y posible crece y va arraigando, y tan sólo eso, el avance irreversible de la secularización modifica a pausas y cambia el sentido público y privado de la nación. Finalmente, el Congreso promulgó la Constitución de 1857, en la que se declara la libertad de enseñanza, de imprenta, de industria, de comercio, de trabajo y de asociación, nuevamente se organiza al país como una República Federal. Se incluye un capítulo dedicado a las garantías individuales, se instaura el juicio de amparo y se les da autonomía a los municipios.

Benito Juárez

Es sin duda uno de los personajes más importantes en la historia de nuestro país, ya que pocos o ninguno de ellos tuvieron la oportunidad de ver la culminación de sus...

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