Una filosofía de la historia universal para la administración pública

AutorOmar Guerrero
Páginas326-358
326
XII. UNA FILOSOFÍA
DE LA HISTORIA UNIVERSAL
PARA LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
LA ADMINISTRACIÓN pública es un tema de interés en todo el
ámbito de conocimiento de las ciencias sociales, aunque
tie ne la atención predominante de la ciencia que lleva su
nombre. Ella representa de un modo emblemático la visión
losó ca hegeliana de la culminación de la historia y la
perpetuación de nuestro tiempo en el in nito. En efecto,
dentro del marco de la historia general de Georg Wilhelm
Friedrich Hegel, particularmente en su parte  nal, la admi-
nistración pública aparece  elmente retratada como parte
del triunfo de la razón y la libertad, por cuanto emanación
del Estado, el cual es idealizado en las  guras políticas de
Federico II de Prusia y Napoleón. Las gestiones públicas
respectivas de tan ilustres estadistas están pletóricas de
todo tipo de hazañas, labor legislativa y triunfos militares,
así como de eminentes sistemas administrativos ejemplares
y notorios. De hecho, el carácter del Estado moderno que
brota con la labor de ambos personajes, entraña el énfasis
en el derecho y la administración como atributos que le dis-
tinguen de las formas de dominación precedentes. La admi-
nistración pública, por consiguiente, sólo existe plenamente
como tal a partir de la formación del Estado moderno, jus-
tamente cuando Hegel decretó el n de la historia.
UNA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA UNIVERSAL 327
EL FIN DE LA HISTORIA
Hegel concibe la historia universal como “la evolución de
la conciencia que el espíritu tiene de su libertad y también la
evolución de la realización que ésta obtiene por medio de tal
conciencia”.1 Toda vez que la evolución implica una serie de
fases, es decir, una sucesión de determinaciones de la liber-
tad que nacen de la naturaleza de la libertad misma al ha-
cerse consciente de sí. Dichas fases encierran el concepto
más general de progreso, que se de ne como una serie de
etapas por las que atraviesa la conciencia.2 Como el progre-
so es “la formación de la conciencia”,3 la historia no es otra
cosa que el progreso de la conciencia que se tiene de la liber-
tad. La historia, pues, entraña una tendencia progresiva de
fases encaminadas al avance de la libertad, que la de nen y
establecen sus límites, hasta llegar a nuestro tiempo.
La historia universal
La historia universal representa, entonces, el conjunto de
fases por las que pasa la evolución de la conciencia de la li-
bertad. La determinación de estas fases es lógica por cuanto
su naturaleza general, pero más concretamente constituye
un tema de la  losofía del espíritu. La primera fase cae den-
tro de la sumersión del espíritu en el elemento de la natura-
leza, en el cual, el espíritu existe con una individualidad sin
1 G. W. F. Hegel, Filosofía de la historia, Revista de Occidente, Buenos
Aires y Madrid, 1946 y 1928, 2 t., t. I, p. 134.
2 Herbert Marcuse asevera que la idea de progreso, que constituye un
elemento integral en la  losofía de la Ilustración, se caracteriza por la ne-
gación del estado de cosas vigente y, en consecuencia, que cesará su conti-
nuación. Herbert Marcuse, Reason and Revolution, Routlege & Kegan Paul
Ltd., Londres, 1968 (1941), p. 226.
3 G. W. F. Hegel, op. cit., p. 124.
328 ÁMBITO DE LEGALIDAD CIENTÍFICA
libertad (es libre uno solo).4 Reina la unidad del espíritu con
la naturaleza, como es observable en el mundo oriental,
porque el espíritu natural reside todavía en la naturaleza,
no en sí mismo. Todavía no es libre ni ha recorrido el proceso
de la libertad. En ese mundo existen los Estados, las artes y
las ciencias incipientes, pero se hallan en el ámbito de la
naturaleza. Es un primer mundo de tipo patriarcal donde el
espíritu es la sustancia, a la cual el individuo se añade sólo
como un accidente.
La segunda fase implica la expansión del espíritu en la
conciencia de su libertad, pero es una liberación imperfecta
y parcial (son libres algunos) porque procede inmediatamen-
te del estado natural, y está llena todavía con lo natural como
uno de sus elementos. Esta fase se divide en dos etapas: la
primera es la juventud del espíritu, que tiene libertad propia,
pero que no ha brotado todavía de lo profundo. Hegel la de -
ne como el mundo griego. La otra etapa es la edad viril del
espíritu donde el individuo tiene sus  nes propios, pero sólo
los alcanza al servicio del ente universal que es el Estado.
Es el mundo romano, donde ocurre la antítesis entre la per-
sonalidad del individuo y el servicio a lo universal.
La tercera fase es la ascensión desde esta libertad, aun
parcial, hacia la pura universalidad de la libertad (es libre el
hombre como tal hombre), en la esencia que el espíritu tiene
de sí mismo. Es la época germánica, es decir, el mundo cris-
tiano. De poderse comparar el espíritu con el individuo, esta
época se podría llamar senectud del espíritu. Pero como lo
peculiar de la ancianidad es vivir sólo del recuerdo y en el pa-
sado, no en el presente, esta comparación es imposible.5
El principio universal de la historia, en concepto de He-
gel, no signi ca pues un mero avance en pro de la libertad,
sino el progreso de la autoconciencia que tiene el hombre de
la libertad. De modo que una serie de tendencias históricas
4 Ibid., pp. 125-126.
5 Ibid., t. II, pp. 126-127.

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