Fiesta de Corpus

AutorAndrés Henestrosa
Páginas767-768
Fiesta de Corpus
Al día siguiente de culminar la Conquista, se celebró en Tenochtitlan, que
iba a ser capital de la nación mexicana, la primera fiesta de Corpus. Los his-
toriadores no cuentan cuándo empezó a incorporar el indio su magia en la
festividad cristiana, una de las más eminentes del calendario; más seguro, uno
o dos años después, la fiesta no era española ni india, sino mestiza, es decir,
occidental por fuera y americana por dentro.
Los pochtecas iban a comprar a Oaxaca, a Michoacán, Guerrero, Morelos,
atravesando sierras y barrancos, y hacían su tianguis frente a Catedral. Toda la
opulencia de la fauna, la flora y el arte popular estaban representados ahí. Entre
cohetería caracoleo de hermosos caballos, trajes de día de fiesta y repique de
campanas, una vistosa procesión salía de la Catedral, enfilaba por la calle de Ta-
cuba, recorría algunas manzanas del centro de la ciudad, pasaba frente al Palacio
y volvía a su templo. Sí, entonces todo se vendía, todo se compraba, y la plata
corría en figones y puestos de comida.
Leyes que duraron c asi todo el siglo X VI proh ibían a los indios cab algar
y vestir como e spañoles; “hombres de a pie” se les ll amaba entre otras
cosas. Luego se suavi zaron lo s reglamentos y los comerciante s nativos pu-
dieron tener bur ros y cab allos. El burro es el ver dadero liber ador del indio,
dijo en un desahogo, Jo sé Vasconcelo s. Y lo mism o pudo decirlo de la mula
y el caballo. Lógico es, pues, que el indio sintier a por las bestias de montar
un tierno agradecimiento, y que el mestiz o, tan hábil para incorpor ar su
genio creador a la s cost umbres, a los ritos y a la s ar tes e spañolas, aprove-
chara una gran fiesta religiosa para poner su gota de humor, de colorid o y
de realidad.
Así se explica la presencia de las famosas mulita s de hojas de totomo xtle,
tule y delic ados palito s que caracteriza n las venta s callejeras del jueves de
Corpus. No son preci samente c abalgadura s ga llardas con cabeza les hist o-
riados y jae ces de plata, sino humildes figur as de acémil as, compañer as del
camino, cargador as de las mercancía s que otror a el indio l levaba a cu estas.
Tienen algo de armadillo, de c onejo, de venado, de co yote, de esos ani-
males originarios de estas tierras. Tienen , pues, el sel lo indio junto a l es-
pañol; s on profu ndamente mex icanas. No cuestan nada; o mejor dicho, lo
que se paga por ellas no compens a el trabajo del ar tesano, su arte delicado.
Porque la s mulitas se hacen simplemente como nece sidad del cora zón; lo
AÑO 1961
ALACE NA DE MINUCI AS 767

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