Fiel a nuestra sangre

AutorAndrés Henestrosa
Páginas216-217
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Fiel a nuestra sangre
Entre los novelistas mexicanos de los últimos tiempos, hay que contar al mi-
choacano José Valdovinos Garza. Un escritor novel, pero cargado de experien-
cias, nutrido de pueblo, pervadido de las más puras esencias mexicanas. Su
aparición en las letras ocurrió hace tres años, durante el concurso anual de
novela de El Nacional, con una obra que no por primeriza no estuviera a punto
de llevarse el primer premio. Fue entonces cuando la novela Mi tío Marcelino,
vino a dar a nuestras manos. Otro jurado, uno que estuviera integrado por ele-
mentos más acordes en lo que es y debe ser nuestra literatura, la habría elegido
como la mejor, por sus raíces mexicanas, como la mejor del acopio de origina-
les que llegaron al concurso. Porque, en efecto, hubo miembro del jurado que
la señaló desde el primer escrutinio. Valdovinos Garza, hombre del pueblo,
que es de donde salen los buenos escritores nacionales, es un descendiente
directo de nuestros mejores novelistas: de Lizardi y de Payno, de Riva Palacio
y de Ángel de Campo. Como ellos, no desdeña inclinarse y levantar del suelo
los temas y el léxico para dar forma a sus creaciones novelísticas. Se atreve a
llamar a las cosas por su nombre, a irse derecho al grano, haciendo la paja a un
lado. Dice lo que ha de decir, sin relámpagos ni truenos, sino de modo natural
y directo. Pero como tiene sangre de escritor, como ha vivido largamente con
los hombres, y en el ambiente que describe, a su hora van apareciendo las imá-
genes, los hallazgos que de modo tan robusto caracterizan sus descripciones,
sus pinturas del medio en que sus personajes se mueven. Si ha leído a Marcel
Proust, si ha leído a Franz Kafka, tiene la fuerza de olvidarlo a la hora de escri-
bir, lo mismo que hace un varón verdadero a la hora de engendrar los hijos.
De las dos maneras de escribir novelas mexicanas: la una apegada a los
modelos extranjeros y la otra fiel al latido de nuestra sangre, Valdovinos Garza
ha elegido esta última, de ahí que se le reconozca nacionalidad, perfil, ascen-
dientes, abuelos en el largo y dolorosos trance de dar a México una novela en
que aparezcan sus rasgos más distintivos.
José Valdovinos G arza escribe sin malicias, sin trampas. No se cuida
de reunir previamente metáforas, símiles y figuras retóricas para después
armar con ellas una página, como es frecuente entre algunos de nuestros
llamados escritores. No. Él elige un tema , lo medita, y así que lo tiene
bien estudiado, se echa a contarlo, abiertas las ventanas para que por ella
lleguen las sorpresas de la creación literaria, que sólo cuando así llegan no

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