Una ficha martiana

AutorAndrés Henestrosa
Páginas20-21
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ANDRÉS HEN ESTROS A
Dejemos, pue s la cabra la ley roa,
Y al búfalo español que r umie y pazca
Adiós, hasta la v uelta de Lisboa.
¡Mala corcova de Alarcón te nazca!
Y como no encuentro registrada esta triste alusión a las joroba s de Juan
Ruiz en n inguna de las obras que tratan del tema, quise transcribirlas para
que se vea hasta qué punto alcanzaba el desprecio de Lope por el mex ica-
no, y que dentro de las desigualdades humanas, era la mayor la corcova de
Alarcón.
24 de junio de 1951
Una ficha mar tiana
No he visto citado en la extensa bibliografía martiana, el raro folleto que, im-
preso en 1897, contiene los discursos y poemas pronunciados en la Velada que
el Club “México y Cuba” organizó en memoria de José Martí al cumplirse el
primer aniversario de su muerte. Nicolás Domínguez Cowan, amigo de Martí,
residente por años en México, y cuya hermosa firma hemos encontrado en
más de un libro comprado en librerías de lance, inauguró con unas palabras
la Velada. En ella tomaron parte Aguirre que tocó al v iolín, acompañado al
piano por Moctezuma, la bella leyenda musical de Enrique Wienawsky que,
como se sabe, era una de las piezas favoritas de aquel varón con alma de mujer
formado. Atenor Lescano, discípulo de José de la Luz y Caballero, tan hecho
a México que adquirió la ciudadanía mexicana para mejor participar al lado de
Ignacio Manuel Altamirano y de Justo Sierra en nuestras luchas libertarias y li-
terarias, leyó unos robustos cuartetos inspirados en el amor a Cuba y a su ami-
go Martí. Después Villalobos tocó al piano la encantadora “Marcha Fúnebre”
de Chopin, como dice el cronista de la Velada, Conde Kostia, pseudónimo de
Aniceto Valdivia, el pirotécnico escritor que dice Manuel de la Cruz, también
emigrado por aquellos días a México y redactor de El Un iversal. Cerró la pri-
mera parte del acto, el discurso del joven Nicolás Domínguez Cotilla, hijo del
eminente Domínguez Cowan, pieza que por desgracia no se reproduce en las
páginas del folleto, porque sin duda fue dicho y no leído. El discurso debió de

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