La feminización del magisterio en querétaro y su expresión territorial

AutorPatricia Palacios Sierra - Alfonso Serna Jiménez - Angélica Arellano Cervantes
Páginas57-86
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INTRODUCCIÓN
La incitación a pensar en el núcleo dialéctico que entrelaza los polos de la
igualdad y desigualdad en el mundo moderno, nos condujo a profundizar
en un fenómeno característico del trabajo en el magisterio que incide en la
devaluación del mismo y que expresa, en términos laborales, la persisten-
cia de las asimetrías en los inicios del siglo XXI. Tal fenómeno es el proceso
de feminización de la práctica docente, que implica la presencia predomi-
nante de mujeres en esta profesión y la convierte en un nicho ocupacional
propio del género femenino. En esta posición, el magisterio prolonga una
división sexual del trabajo que inicia en el hogar y se extiende al mercado
laboral, imprimiéndole el sello de la inequidad.
Para comprender la feminización del magisterio, no sólo en nuestro
país sino también en naciones altamente industrializadas, consideramos
importante señalar que se le ha concebido como un hecho natural. Sin
embargo, la explicación de este fenómeno es mucho más compleja, rebasa
la frontera creada por las diferencias biológicas y se interna en el intrin-
cado mundo de lo sociocultural. Diversas investigaciones señalan, al res-
pecto, que la división sexual del trabajo no deriva de una especialización
biológica, sino es un hecho artificial que, a lo largo del tiempo y del espa-
cio, asigna actividades distintas a mujeres y hombres, sometiendo el com-
portamiento de ambos a sanciones y control.1 La organización social que
resulta, de estas diversas distribuciones del trabajo crea instituciones y
1 De acuerdo con Rubin (1997: 57), existen sociedades en las que la agricultura es una
actividad propia de las mujeres; en otras, ellas se hacen cargo de la cacería y la guerra y, de
La feminización del magisterio en Querétaro
y su expresión territorial
Patricia Palacios Sierra
Alfonso Serna Jiménez
Angélica Arellano Cervantes
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Patricia Palacios Sierra, Alfonso Serna Jiménez y Angélica Arellano Cervantes
mecanismos que garantizan la adjudicación de roles diferentes a cada uno
de los géneros (Astelarra, 2005: 15-18).
Este fenómeno, denominado sistema de género/sexo, es el resultado
de construcciones socioculturales y, como tal, contiene dos planteamientos
centrales. Por una parte, propone la idea de que el género es un elemento
constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que dis-
tinguen a los sexos pero, a la vez, propone que el género es una forma
primaria de relaciones significantes de poder. Ambas ideas se expresan en
símbolos, conceptos normativos, instituciones y desarrollo de una identi-
dad subjetiva (Scott, 1997: 289-292) y, por medio de estos elementos cons-
titutivos del género, mujeres y hombres despliegan un proyecto genérico
individual que se adapta, en mayor o menor medida, a los estereotipos
prevalecientes en su sociedad de pertenencia.
Como una relación de poder, entendiendo por éste un proceso mediante
el cual un actor influye en otro para que adopte una conducta determinada,2 el
sistema de género/sexo, así como las diferencias que derivan de éste, se
distinguen por su carácter jerárquico. Por lo tanto, sobresalen por contener
relaciones desiguales que colocan a las mujeres en un lugar subordinado
en relación con el hombre. Así, la condición resultante es de carácter patriar-
cal y esto significa que el hombre ejerce dominio sobre la mujer.
En este contexto, lo femenino ha sido asociado con la naturaleza, lo
instintivo, lo irracional, las emociones, la debilidad, la pasividad, la igno-
rancia, la sumisión, la dependencia, la rutina y la negación de sí misma,
todo lo cual favorece el actuar y vivir como seres-para-otros. En contrapo-
sición, lo masculino ha estado vinculado con la fuerza, la inteligencia, la
razón, la creatividad, el desarrollo personal, la autoafirmación y la autono-
mía económica, atributos que le permiten construirse y vivir como seres-
para-sí mismos (Cazés, 2005: 17, 91).
manera opuesta, en algunos grupos sociales son los hombres quienes se responsabilizan del
cuidado de los niños(as).
2 Montesinos (2002: 61), siguiendo a Richard Newbold Adams, señala que el ejercicio
del poder tiene como base el control sobre un acto o un objeto valo rizado y, en este sentido,
comenta que el poder es una construcció n mental donde el subordi nado acepta que el otro
tiene poder y por eso obedece. En este senti do, retoma la siguient e definición de Adams
sobre el poder “el proceso mediante el cual un actor, alterando o amenazando con alterar
el ambiente de un segundo actor, logra influirlo para que adopte una conducta determinada. El
segundo actor d ecide, de manera racional e independiente, conforma rse a los intereses del
primer actor ya que es conveni ente a sus propios intereses”.

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