En favor del salario mínimo

AutorJosé María Lozano
Páginas67-87
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EN FAVOR DEL SALARIO
MÍNIMO1
eñores diputados: Llevo una semana de tener mi espíritu
bajo el dogal de la incertidumbre; largos días en que la duda
llegó a paralizar mi voluntad, cual si fuese la imagen de la Me-
dusa. Mis vacilaciones eran hijas de múltiples causas.
Era la primera, prestar mi ayuda, por atómica que sea, a
un proyecto ministerial que de antemano cuenta con la victo-
ria que le promete la mayoría renovadora. Era la segunda, el
cansancio del auditorio, que ya toca los límites del tedio, por-
que forzosamente y por ley ineluctable del espíritu tenemos
que repetirnos cuando tratamos el mismo tema largos días; y
si me he sobrepuesto a estas incertidumbres, ha sido, señores
diputados, porque en hora oportuna recordé el compromiso
solemne de pasados meses. En el período de abril compro-
metí con los representantes de la clase obrera mi palabra de
que si yo pertenecía a esta Legislatura los ayudaría de una ma-
nera empeñosa en todo proyecto que les fuese benefi cioso: ha
llegado el momento de cumplir el empeño. A ello me obliga
únicamente el deber moral que resuena en mi alma con la
exigencia de un imperativo categórico de ayudar a la pobre
1 Intervención de José María Lozano en la tribuna parlamentaria el 15 de
noviembre de 1912.
S
EN LA TRIBUNA PARLAMENTARIA (1911-1913)
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clase obrera del estado de Jalisco que es una de las más ini-
cuamente explotadas.
El Parlamento inglés ha tenido sesiones que la historia ha
escrito en el bronce de la inmortalidad; pero de todas ellas la
que es más admirable y dulce a mi corazón, es una, reciente y
fresca, aquélla en que mister Asquith suavizó las aspiraciones
del individualismo inglés y a la vieja y aristocrática Inglaterra le
impuso la tarifa mínima del salario; ley que yo reputo como el
segundo capítulo en el desenvolvimiento económico moderno
y que tendrá ante la posteridad el mismo éxito que el edicto de
Turgot emancipando a la industria de la atadura de los gremios
y las corporaciones. Esta ley fi jará una nueva etapa en el Dere-
cho Público, en que ya no la vamos a nutrir y a ensanchar y a
muscular con el individualismo reseco y diamantino que pre-
conizaron viejos jurisconsultos, sino creando el benefi cio social
a expensas de los derechos individuales.
Es vieja en mí esta doctrina; enquisté defi nitivamente mi
espíritu en ella desde las aulas, y mi tesis, señor Hernández Jáu-
regui,2 fue también sobre el contrato del trabajo. He recorrido
en mi insignifi cancia todas o casi todas las teorías socialistas,
desde el anarquismo seráfi co y astral de Tolstoi, hasta el socia-
lismo tímido, pero que tiene, sin embargo, lejano perfume de
huerto galileo, de León XIII; y recorriéndolas atentamente me
2 Miguel Hernández Jáuregui (1887-1932). Abogado, poeta y político. Afi liado
al movimiento maderista, fue diputado por el estado de Veracruz durante
la XXVI Legislatura en 1912. Tras la disolución de la Cámara de Diputados
por órdenes de Huerta, fue encarcelado en 1913. Posteriormente, se desem-
peñó como abogado consultor de la Secretaría de Gobernación. En 1924,
fue designado Procurador General de Justicia de Veracruz. Actuó como abo-
gado de la Benefi cencia Pública y redactó un proyecto de Código Civil para
su estado natal.

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