El fabulador Tomás Gage

AutorAndrés Henestrosa
Páginas41-43
AÑO 1951
ALACE NA DE MINUC IAS 41
una manera de ser del alma mexicana? ¿No era ése un modo de proyectarse el
artista muerto sobre sus pósteres con quienes compartía un cielo, un aire, una
luz, un latido idénticos?
Pero es otra cosa la que queremos marcar. Contemporáneo de Couto fue
don Rafael L ucio autor de un opúsculo titulado Res eña históri ca de la pin tura
mexi cana en los siglos X VII y XVIII, publicado por primera vez en 1863. Era Lucio
un aficionado como Couto, pero menos bien informado y más torpe escr itor,
dice Toussaint. Y, sin embargo, su par, en la opinión sobre la pintura indí-
gena precortesiana. Igual criterio y hasta idénticas palabras para ex ponerlo.
Lucio, al ig ual que Cuoto, acepta que hubo una pintura india anterior a
los españoles, pero, como él, asegura que esas obras, bajo el punto de vista
artístico no ofrecen interés, por grande que sea el que in spiren bajo otros
aspectos. El arte no tenía importancia para los indios: así es que en sus pin-
turas no hay buen dibujo, ni claroscuro ni color, ni expresión, ni perspectiva,
ni nada de lo que debe tener una pintura para ser apreciada por su mérito
artístico. ¿No están en este pá rrafo las palabras centrales de Couto? ¿Son
meras coincidencias, producto de iguales cr iterios y prejuicios? Couto acabó
de corregir su libro sólo tres días antes de su muerte, en 1862, pero se publi-
có diez años más tarde. Lucio publicó su Reseñ a en 1863, como ya está dicho.
¿Quién repite a quién? Parece imposible que Couto lo hiciera de Lucio; pero
tampoco podemos creer en lo contrario. Couto escribió antes, entre 1860
y 61, dice Toussaint, y desde luego después de 1852, año en que entró a
dirigir la Escuela de B ellas Artes; pero Lucio publicó con anterioridad. Este
problema fue el que Manuel Toussaint no dilucidó, él que sabe más que
ninguno de estas cosas.
16 de septiembre de 1951
El fabulador Tomás Gage
Es una verdad establecida que uno de los primeros efectos del descubrimien-
to de América fue agrandar la imaginación europea, y provocar, como conse-
cuencia, en los hombres de acción y de imaginación, el deseo de confrontar
la irrealidad que trastornaba su mente, con la posible realidad americana. Y
cada uno abandonó su país atraído por la leyenda y el mito americanos, que ya

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