Ethos y desarrollo en Leopoldo Zea

AutorAndrés Kozel
CargoDoctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México
Páginas13-34
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Andamios
ETHOS Y DESARROLLO EN LEOPOLDO ZEA
Andrés Kozel*
RESUMEN. La tensión entre afán de desarrollo y fidelidad a los
valores propios —la tensión desarrollo / ethos— ha de contarse
entre las preocupaciones fundamentales de Leopoldo Zea.
Sin embargo, lejos de haber recibido un único tipo de tratamiento
en su dilatada obra, dicha tensión fue objeto de distintas re-
soluciones, cuya articulación no resulta sencilla. El propósito
del ensayo es doble: de un lado, mostrar los principales modos a
través de los cuales Zea procuró resolver la tensión aludida; del
otro, delinear una serie de consideraciones acerca de la eventual
obsolescencia / vigencia del legado zeiano —colosal, proteico,
tensionado, multívoco—, desde el punto de vista del anhelo de
insuflar espesor y densidad a algunos de los debates que signan
nuestro tiempo.
PALABRAS CLAVE. Ethos latinoamericano, desarrollo, Leopoldo Zea.
INTRODUCCIÓN
Fin de milenio, emergencia de los marginados (2000) fue el último libro de
aliento de Leopoldo Zea. Es una obra que debe leerse atendiendo a
tres datos contextuales fuertes: primero, el colapso de la Unión de Re-
publicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la reedición de la tesis sobre
el fin de la historia que suscitó; segundo, la visita de Zea (que en
algunos casos fue revisita) a varios países de Extremo Oriente —tigres
y dragones—; tercero, y en relación más estrecha con México, los de-
bates relativos a la significación del Tratado de Libre Comercio (TLC)
* Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México.
Profesor titular en la Universidad Nacional de San Martín, Escuela de Humanidades.
Correo electrónico: andres.kozel@gmail.com
Volumen 9, número 20, septiembre-diciembre, 2012, pp. 13-34
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ANDRÉS KOZEL
y del levantamiento neo-zapatista. El diagnóstico trazado por Zea en
esas páginas se deja sintetizar así: contra lo que hegelianamente pro-
clamaron Samuel Huntington y Francis Fukuyama, la historia no ha
terminado; así lo prueba la emergencia de Oriente, Tercer Mundo mar-
ginado hasta apenas ayer, y al que Fukuyama había querido enviar al
“vacío de la historia sin fin”. La emergencia de Japón, China, Taiwán,
Hong-Kong, Tailandia, Indonesia y Singapur enseña, además, que es
perfectamente posible alcanzar la modernidad y sus beneficios sin
renunciar a “lo propio”: el acceso al más alto nivel de desarrollo puede
combinarse con la fidelidad a los valores tradicionales. Los mismos ca-
sos muestran, también, que es posible desarrollarse compartiendo los
frutos del desarrollo; a diferencia de lo sucedido en Occidente, Japón
—también China— han permitido y propiciado el desarrollo de los tigres
y dragones, antes maquiladores suyos: esta actitud, en última instancia
creadora de consumidores, es para el Zea de fines de los años noventa el
mejor antídoto contra las amenazas de estancamiento (Zea, 2000).
Naturalmente, el diagnóstico zeiano posee implicaciones de orden
parenético: México y América Latina deben, no imitar, aunque sí ob-
servar con atención las experiencias de los países de Extremo Oriente,
aprendiendo la lección que ofrecen, según la cual es perfectamente
posible acceder al “más alto nivel de desarrollo” —a la modernidad
y sus beneficios—, sin dejar de ser leal a “lo propio”. En términos
más particulares, a México le corresponde aprovechar la oportunidad
representada por el TLC, sin dejarse llevar por el canto de sirena de sus
extraviados críticos, los enemigos del desarrollo. La empatía del Zea tardío
por una figura como Lee Kuan Yew —“padre de la patria” singapurense
y célebre defensor de los “valores asiáticos”—, su entusiasmo con las
perspectivas que el TLC eventualmente abría para México, su proximi-
dad a un Partido Revolucionario Institucional (PRI) cuestionado y en
crisis, así como su distancia ante la experiencia novedosa del neo-
zapatismo, explican que toda esta postrer prédica suya fuera recibida con
recelo y hasta con aspereza por parte importante de la intelectualidad
progresista y crítica.
Pero el nombre Zea no siempre se había presentado asociado a un
pathos como el desplegado en Fin de milenio. Poco más de una década
atrás, Richard Morse daba a conocer El espejo de Próspero (1982),

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