La especularidad de la carne. Sobre el sentido del "giro ontológico" en Le Visible et l'invisible de Merleau-Ponty.

AutorLlorente, Jaime
CargoEnsayo cr

Resumen: El propósito del presente estudio es clarificar el modo en el que los últimos desarrollos de la fenomenología de Merleau-Ponty tratan de abordar el problema de la escisión entre conciencia y objetividad que aún se hallaba presente en las primeras obras de este pensador francés. A este respecto, la noción de "carne del mundo" desempeña un papel decisivo, dado que en torno a ella Merleau-Ponty construye--en su obra postuma e inconclusa Lo visible y lo invisible--una teoría narcisista de la percepción que puede interpretarse a la vez como una ontología especular en la cual el Ser, "la carne de las cosas", se capta a sí mismo a través de la percepción humana del mundo. Se trataría, pues, de una ontología de la reconciliación entre lo objetivo y lo subjetivo.

Palabras clave: carne del mundo, reflexión, coextensividad, Ser prerreflexivo, ontología especular

Abstract: The aim of the present study is to clarify the way in which the last developments of Merleau-Ponty's phenomenology try to approach the problem of the split between conscience and objectivity that had remained unsolved in the French thinker's first works. In this discussion the notion of "flesh of the world" plays a decisive role since Merleau-Ponty builds around it--in his posthumous and unfinished work Le Visible et l'invisible--a narcissistic theory of perception that can be interpreted at the same time as a specular ontology in which Being, "the flesh of things", grasps itself through the human perception of the world--which makes it an ontology of reconciliation between the objective and the subjective.

Key words: flesh of the world, reflection, coextensivity, pre-reflexive Being, specular ontology

  1. La carne mundana y el trasfondo de la conciencia reflexiva

    Ya desde la introducción a su primera obra, La Structure du comportement (1942), Maurice Merleau-Ponty explícita el significado último que persigue la totalidad de su pensamiento fenomenológico en términos de "comprender las relaciones entre la conciencia y la naturaleza"; una naturaleza entendida aquí como "una multiplicidad de acontecimientos exteriores unos a otros y ligados por relaciones de causalidad". (1) Después, en Phénoménologie de la perception (1945), sin renunciar a concebir el mundo natural como "una totalidad en la cual cada elemento mantiene relaciones de sentido con los demás", (2) ni abjurar de una perspectiva que aún contempla la conciencia en términos de instancia ligada al "pensamiento objetivante", el fenomenólogo francés comienza a presentir tras la trama recíprocamente causal de los Sachverhalte ("estados de cosas") mundanos una dimensión extraña al pensar tético y reflexivo, un trasfondo ontológico que subyace en la percepción de todo objeto singular, presupuesto necesariamente por ésta y situado en un espacio de significación ligado al "horizonte de una experiencia primordial", que Merleau-Ponty caracteriza del siguiente modo:

    Es en la experiencia de la cosa donde se fundará el ideal reflexivo del pensamiento tético. La reflexión no capta ella misma, pues, su sentido pleno más que si menciona el fondo irreflexivo [fonds irréfléchi] que presupone, del cual se beneficia, y que constituye para ella como un pasado original, un pasado que jamás ha sido presente. (3) En 1945, Merleau-Ponty ya intuye hasta qué punto el peso de los presupuestos vinculados al "pensamiento objetivo" (es decir, al moderno paradigma de la metafísica de la subjetividad) interfiere en el modo habitual de concebir el acto de la percepción. El esquema netamente cartesiano "sujeto-objeto" vela primero y secciona después los vínculos recíprocos existentes entre las cosas y nuestra percepción sensorial de ellas: entre el obiectum y el subiectum encarnado en un cuerpo mediante el cual lleva a cabo un efectivo "acoplamiento con las cosas". En la medida en que concede preeminencia perceptiva a las cualidades puramente sensibles de la cosa (particularmente a las visuales), la reducción del proceso perceptivo a acto de pura representación efectuada por la epistemología cartesiano-moderna privilegia la posición en primer plano del objeto aislado, determinado y singular, en detrimento de la intuición del trasfondo abierto que lo precede y posibilita. De ese modo, el trasfondo ontológico universal resulta oscurecido y soslayado. Es a él--ciñéndonos aún a la terminología utilizada en Phénoménologie de la perception--al que apuntan expresiones al estilo de Merleau-Ponty como "medio" (milieu), "campo" (champ) o "atmósfera" (atmosphere):

    las cualidades visuales, porque tienen una apariencia de autonomía, se vinculan menos directamente con el cuerpo y nos presentan un objeto más que introducirnos en una atmósfera. Pero en realidad todas las cosas son concreciones de un medio, y toda percepción explícita de una cosa vive de una comunicación previa con cierta atmósfera. (4) En los últimos escritos de Merleau-Ponty, esta dimensión o trasfondo más o menos evanescente de lo real dado efectivamente a la percepción se describe mediante términos como plis, dimensions, pivots, etc., pero, al margen de la variación terminológica, el sentido profundo de la intuición vislumbrada en ambos momentos permanece, en lo esencial, idéntico. En efecto, en 1945, aún en incipiente pugna con el escollo representado por el pensamiento reflexivo y "objetivante", Merleau-Ponty logra apuntar hacia el hecho de que "la percepción originaria es una experiencia no tética, preobjetiva y preconsciente" (5) que--añadimos nosotros--ha de tener como correlato consecuente una instancia percibida igualmente investida de los caracteres de originariedad, no objetividad y donación radicalmente previa a toda posición de un objeto o elemento determinado y definido (una cosa individual). Si tal elemento originario ha de concebirse como una suerte de conditio posibilitatis ontológica de la percepción de toda cosa singular, no puede contarse él mismo entre las cosas individuales, sino que éstas aparecen como objetivaciones definidas de un fondo indeterminado y omniabarcante ("concreciones de un medio", dice Merleau-Ponty). Esta instancia a la que nos referimos admite ser aludida mediante el tradicional término "Ser", y así lo hace el pensador francés en la última fase de su producción. Ahora bien, a pesar de estos precedentes decisivos, nuestra tesis es que solamente en esta fase final de su pensamiento logra Merleau-Ponty avizorar, si bien de modo difuso y aún no elaborado, la significación ontológica profunda subyacente en esa radical anterioridad a la captación de cosas definidas que él mismo atribuía en 1945 a la percepción originaria. Es alrededor de 1959 cuando comienza a perfilarse, tras el horizonte de la naturaleza concebida como unidad holística vertebrada internamente merced a simples relaciones causales, la huella de lo ontológicamente invisible. Es también en este momento cuando el fenomenólogo galo toma realmente conciencia del sentido en el que con propiedad cabe comprender sus afirmaciones lacónicas y dispersas relativas al modo en el que "toda percepción es una comunicación o una comunión [communion], la continuación o consumación por nuestra parte de una intención extraña o, a la inversa, el cumplimiento hacia el exterior de nuestras potencias perceptivas". (6)

    Si de lo que se trataba en la proyectada obra inconclusa, según informa una Note de travail fechada en febrero de 1959, era de satisfacer la "necesidad de llevar los resultados de la Fenomenología de la percepción a una explicitación ontológica", reparando así, en cierto modo, el hecho de que "[l]os problemas que permanecen después de esta primera descripción se deben a que he conservado en parte la filosofía de la 'conciencia'", (7) los resultados fragmentarios a los que ahora llega cumplen parcialmente tal propósito. Tanto en 1945 como en 1959, el horizonte de sentido último hacia el que apunta el análisis del fenómeno perceptivo lo constituye ese Être ("Ser") de las cosas no susceptible de ser aprehendido reflexivamente ni tematizado teóricamente, pero que se muestra como referente de la "fe originaria" prerreflexiva y pretemática sobre la cual se funda toda percepción de singulares concretos, de "cosas" particulares y definidas:

    La percepción natural no es una ciencia, no pone las cosas a las que se refiere, no las aleja para observarlas, vive con ellas, es "la opinión" o la "fe originaria" que nos vincula con un mundo como con nuestra patria, el ser de lo percibido es el ser antepredicativo hacia el cual está polarizada toda nuestra existencia. (8) El trasunto de esta suerte de Urdoxa vinculada a la foi originaire de la cual habla la Phénoménologie de la perception será, tras el tamiz ontológico al cual somete Merleau-Ponty sus posiciones epistemológicas iniciales, la noción de "fe perceptiva". Al comienzo de Le Visible et l'invisible esta intuición originaria y no reflexiva de lo dado se describe del siguiente modo:

    Vemos las cosas mismas, el mundo es esto que nosotros vemos: las fórmulas de este género expresan una fe que es común al hombre natural y al filósofo desde que abre los ojos, remiten a una base [assise] profunda de "opiniones" mudas implicadas en nuestra vida. Pero esta fe tiene de extraño el que, si se busca articularla en tesis o enunciados, si se pregunta qué es nosotros, qué es ver y qué es cosa o mundo, se entra en un laberinto de dificultades y contradicciones. (9) Ambas formas de aproximación al trasfondo indeterminado de lo real (común tanto al sujeto como al objeto, al pensamiento y al mundo natural) comparten, pues, al menos dos rasgos esenciales. El primero de ellos se refiere al hecho de que la captación tético-reflexiva de una cosa singular y determinada cualquiera (un ente concreto) remite ya necesariamente, cuando se explicitan sus presupuestos necesarios, a ese "fondo irreflexivo" no tematizable, inconscientemente supuesto siempre como horizonte de sentido en el cual se incardina sin remisión posible el Ser mismo de la cosa así...

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