Esclavitud sexual

AutorMarta Torres Falcón
Páginas35-73
Relatos fragmentarios de víctimas de trata
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Esclavitud
sexualII
Todos los días, miles de mujeres son reclutadas para ali-
mentar el negocio, boyante y en continua expansión,
del comercio sexual. Todos los días, miles de mujeres
son trasladadas de un lugar a otro, dentro o fuera del país,
para ser explotadas en condiciones de prostitución. Todos los
días, miles de mujeres son sometidas a las más crueles veja-
ciones por hombres que alquilan sus cuerpos. Este capítulo
recoge esa vivencia cotidiana en las palabras de algunas de
esas víctimas, vertidas en entrevistas informales, foros, re-
portajes, investigaciones, encuentros de distinto tipo. En un
lenguaje sencillo y coloquial, las narraciones dejan ver apenas
una sombra del horror que se vive todos los días y que preci-
samente por eso resulta aterrador: es una realidad cotidiana.
La trata de personas es una secuencia de actividades delic-
tivas que se encadenan de tal manera que para las mujeres es
cada vez más difícil imaginar una puerta de salida. En países
Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género
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con fuertes desigualdades sociales, las condiciones de pobre-
za, marginación e inseguridad social ofrecen un buen caldo
de cultivo para las prácticas criminales, entre ellas la trata.
Si la desigualdad se articula con la discriminación y la vio-
lencia de género, niñas y adolescentes son particularmente
propensas a caer en las redes de la delincuencia organizada.
Los mecanismos de enganche son variados, pero siempre im-
plican alguna forma de violencia, es decir, una transgresión a
la voluntad de las mujeres; mediante engaños, coacción, ame-
nazas o incluso el secuestro, las víctimas son obligadas a tras-
ladarse a otro sitio, donde les espera una pesadilla que jamás
habrían imaginado. El camino puede ser más o menos largo,
pero siempre es tortuoso y difícil, porque en ese proceso se
descubre el verdadero propósito del viaje, que las mujeres
invariablemente rechazan. Y también de manera invariable
fracasan; siempre son sometidas, en general con lujo de vio-
lencia. El infierno apenas comienza. La realidad de la explo-
tación sexual presenta imágenes de mujeres obligadas a tener
coito vaginal o anal con diez, doce, veinte hombres al día; con
sus cuerpos producen ganancias millonarias y rara vez tienen
dinero en la bolsa. Entre las víctimas de trata son frecuentes
las adicciones al alcohol y a las drogas, las enfermedades de
todo tipo y las lesiones. El panorama se va cerrando; muchas
mujeres mueren o se suicidan, otras son asesinadas. Sólo una
minoría logra salir del esquema de explotación, gracias a la
acción concertada de organizaciones de la sociedad civil y los
operativos de los gobiernos.
En las siguientes páginas se aborda la secuencia de la tra-
ta: el contexto, los mecanismos de enganche, el traslado, la
explotación.
El contexto
México es un país con grandes desigualdades. Un primer indi-
cador, por extraño que pueda parecer, es geográfico. Hay 11
Relatos fragmentarios de víctimas de trata
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ciudades con más de un millón de habitantes, 23 con más de
500 mil y menos de un millón, y 89 localidades con más de
100 mil y menos de medio millón de habitantes. Las cifras del
Instituto Nacional del Estadística y Geografía (INEGI) indican
también que la concentración de la población coincide con la
de servicios. Más de 10% de mexicanas y mexicanos no tiene
luz eléctrica ni drenaje.
Si hablamos de ingresos, 21% de las mujeres y 13% de los
hombres que forman parte de la población económicamente
activa ganan menos de un salario mínimo al mes, lo que signi-
fica que apenas cuentan con 57 pesos diarios para mantener-
se a sí mismas o mismos y a sus familias. A veces ni eso.
En materia educativa, 7.4% de los hombres y 11.3% de las
mujeres son analfabetas; el dato, de por sí preocupante, se
dispara en población indígena (24% de hombres y 43% de mu-
jeres). Con respecto a los servicios de salud, más de 51 millo-
nes de personas no tienen derechohabiencia.
Todas las formas de desigualdad se redefinen por género.
Las mujeres son las más pobres de la gente pobre; tienen
menos posibilidades de recibir servicios básicos de alimenta-
ción, salud, educación, empleo, salario digno, recreación, etc.
Los índices de desnutrición suelen ser mayores en niñas que
en niños; las tasas de analfabetismo y los niveles de ingreso
registran la misma tendencia. Además, las mujeres reciben
pensiones raquíticas y a veces nulas, porque han trabajado
siempre en el sector informal y no tienen prestaciones.
La discriminación de género es un fenómeno universal. Na-
ciones Unidas ha señalado que ningún país del mundo ha lo-
grado dar a sus mujeres el mismo trato que a sus hombres. Los
índices de desarrollo humano consignan esta realidad indubita-
ble a través de varios indicadores: expectativa de vida al nacer,
índices de analfabetismo, tasa de matriculación en educación
básica, ingreso per cápita, escaños parlamentarios. Las muje-
res mexicanas ganan, en promedio, 41% de lo que perciben los
hombres, constituyen 27% de la Cámara de Diputados y 22%

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