Ernesto Albertos Tenorio

AutorAndrés Henestrosa
Páginas618-619
618
ANDRÉS HEN ESTROS A
Ernesto Albertos Tenorio
Un libro del escritor cubano Enrique L abrador Ruiz, El p an de los mu ertos,
viene a remover nuestra vieja inclinación a rescatar del criminal olvido en que
suelen caer los escritores humildes, los de obra escasa, los sin manos que pa-
saron por la vida sin hacer tierra, justamente por una dramática aspiración de
cielo. Recuerdo, ése el único pan que aceptan cuando se han ido de una tierra
en que carecieron de pan.
Recuero ahora a Ernesto Albertos Tenorio, poeta de Yucatán, desterrado
de las antologías, proscritos de las historias de la literatura nacional, sonám-
bulo de la geografía citadina meridense, hombre desventurado y desventurado
poeta que encontró en el abandono, medicina para su pobreza y para su tristeza.
Murió hará un mes, o dos, en fecha que sólo el calendario familiar recogió
piadoso. Si alguna cosa apareció en la prensa local, no llegó a nuestro conoci-
miento. Parece imposible que el suceso haya pasado inadvertido. Clemente
López Trujillo debe haber contado a los lectores de su periódico algo del do-
liente Albertos Tenorio. Sino que yo no lo vi, sino que nada tengo a mi alcance
que me entere de los pormenores de su muerte, que no de su vida, que siem-
pre sería escasa, aunque hubiera vivido cien años.
Cuando yo pensaba en mis últimos muertos –Salomón de la Selva, Er-
nesto Albertos Tenorio– la casualidad, esta vez representada por Florencio
Palomo Valencia, pone en mis manos un soneto del poeta yucateco que tiene
todas las trazas de haber sido inspirado por un sombrío presentimiento. Apar-
te este posible significado, el poema es hermoso, sentido, más que con tinta,
con lágrimas escrito:
Uno de estos domingos, no es tará muy nublad o,
sacarán mi cadá ver por el portón de atrás;
olerá el suelo a lluv ia, lucirá verde el prado,
sonarán las camp anas, será un domingo más.
Al cerrar yo los ojos, todo habrá conti nuado
lo mismo que otros día s. La vida su compás
no alterará, muchach as de rostro endomingado
sonreirán a la brisa q ue les besa la faz.
Quedaré bajo ti erra. Dormiré sin cuidado.

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