Equilibrio financiero vs. Desarrollo nacional

AutorHilario Barcelata Chávez
Páginas222-223
La Economía Mexicana. Crisis y reforma.
.
Hilario Barcelata Chávez
222
caer en corruptelas vuelva a ser, como lo fue durante 50 años base y fundamento del
desarrollo nacional.
EQUILIBRIO FINANCIERO VS. DESARROLLO NACIONAL 11 de julio de 1996
Uno de los cambios más trascendentales en materia de política económica que ha
traído como consecuencia el cambio de modelo económico y la concepción teórica que
lo sustenta es la forma de uso, manejo y fines del gasto público.
Hasta 1982, el gasto público fue utilizado como uno de los instrumentos más
importantes del crecimiento económico. A partir de ese año y más en particular a partir
de la llegada del expresidente Salinas al poder, la política económica va a girar en
torno al aforismo monetarista de que los déficits presupuestales en los que había
incurrido el gobierno propiciaban agudos problemas de inflación e impedían el sano
crecimiento económico.
Bajo esa premisa el gobierno salinista se dio a la tarea de establecer como objetivo de
gobierno el equilibrio de las finanzas públicas, como factor necesario para reducir las
tasas de inflación y reactivar el crecimiento económico. Esto efectivamente se logró a
mediados del sexenio salinista. En 1988 el gobierno mostró un déficit del 10.9% con
respecto al Producto Interno Bruto (PIB), frente a una tasa de inflación del 51.6%, un
crecimiento del PIB del 1.2% anual y una tasa de interés bancaria del 68.54%.
Para 1992, no sólo se había logrado el equilibrio financiero. Además se logró un
superávit presupuestal del 1.6% como proporción del PIB. Por primera vez en muchos
años el gobierno lograba hacer mayores sus ingresos que sus gastos. Para ese mismo
año, la tasa de inflación descendió al 11.9% y la tasa de interés a 15.66%. Parecía que
el modelo daba resultado. Sobre todo porque se obtuvo un crecimiento anual del PIB
del 2.8%. Es importante decir, aquí, que dicho superávit en las finanzas públicas fue
producto, en amplia medida, de los ingresos extraordinarios que recibió el gobierno por
la venta de múltiples empresas públicas, por el terrorismo fiscal aplicado por Pedro
Aspe, y por el dramático recorte en el gasto público que se reflejó en la cancelación de
programas de atención a la pobreza y a la generación de empleos.
En 1993, el superávit se redujo a un 0.7%, pero la inflación se logró reducir a un 8%,
mientras que el crecimiento económico cayó a sólo un 0.6% anual.
Los reveses llegaron con el nuevo gobierno Zedillista. A pesar de que en 1995 se
mantuvo la misma disciplina presupuestal y se logró un superávit del 0.1%, la inflación
se disparó a un 52% anual, las tasas de interés se elevaron a un 48.66% promedio
anual y el PIB mostró una brutal caída del 6.9% anual.
El esquema mostraba un fracaso rotundo y una profunda contradicción, porque a pesar
de no incurrir en déficit presupuestal, la inflación se elevó por encima del nivel que
alcanzó en 1988, cuando sí había déficit y era muy alto (-10.9%). La teoría se
desmoronaba. El diagnostico fridmaniano de que la inflación es siempre y en todo
lugar un fenómeno monetario ocasionado por el déficit presupuestal, no tenía cabida ya
en nuestra realidad.
Para colmo a pesar del superávit público, la economía mostró la contracción más
profunda de, por lo menos, los últimos sesenta años.
Para 1996 se prevé que no habrá déficit fiscal. Es decir, nuevamente el gobierno
equilibrará las finanzas públicas. Pero en términos de los objetivos a los que se supone
obedece esta estrategia, habrá poca congruencia. La tasa de inflación llegará a, por lo
menos, el 30% anual, mientras que la economía mostrará, quizá, un ligero repunte, que
no permitirá resarcir el crecimiento perdido el año pasado.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR