Epistemología de género: las mujeres zapatistas de Roberto Barrios

AutorAlejandra Araiza Díaz
CargoEscuela Nacional de Antropología e Historia, México
Páginas125-145

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Introducción

La intención de este artículo es visibilizar a las mujeres indígenas, en especial a las zapatistas, ya que la desigualdad de género las ha mantenido en la ignominia aún más que a los varones. Estas líneas provienen de una investigación exhaustiva en la comunidad de Roberto Barrios, México —una comunidad base de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional—, del año 2000 al 2002, dentro del taller Género y Política de la maestría en antropología social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Lo que aquí se presenta es sólo una reflexión sobre las condiciones de género que presentan las mujeres zapatistas de dicha comunidad, las cuales no distan mucho de la situación de las indígenas de otras latitudes de nuestro país. Asimismo, hay que dejar en claro que la cultura no es estática y aun cuando los dispositivos genéricos son muy acentuados en Roberto Barrios, como en otras partes del país y del mundo, la cultura se transforma y las mujeres, poco a poco, comienzan a organizarse y a sentar las bases para establecer en el futuro relaciones intergenéricas más equitativas.

Para tal efecto, en la primera parte se hace un recorrido por los estudios de género con sus distintos enfoques para argumentar que éstos son más que una teoría de moda. La perspectiva de género, a mi juicio, es una epistemología muyPage 126 útil para el estudio de las relaciones entre hombres y mujeres, y de todo lo que éstas conllevan en los ámbitos psicológico, social, cultural, histórico, etcétera.

Posteriormente se echa un vistazo a la situación de las indígenas en nuestro país, las cuales a pesar de ser víctimas de la feminización de la pobreza, tejen sus redes de organización femenina y alzan sus voces para cambiar aquellos usos y costumbres que atentan contra su identidad femenina.

Para finalizar, se presenta una parte de los resultados de la investigación, es decir, cuál es la situación de las mujeres en la comunidad en estudio, misma que denota gran similitud con la propia de las indígenas del resto del país. Sin embargo, estas mujeres, integrantes de un movimiento social, dan visos de transformaciones de género a favor de ellas mismas, lo que fomenta gran esperanza. Pero, sin más preámbulo…

El género: una epistemología contemporánea

Existe una diferencia fundamental entre los seres humanos que ha separado el mundo en dos polos: masculino y femenino, como lo han venido denunciando los movimientos feministas a través de los siglos, mostrando que esta diferencia no es natural, sino que, con base en la distinción genital entre los hombres y las mujeres, se ha construido socialmente un mundo dividido en diferentes culturas. Así, en los últimos años se ha generado una perspectiva para el estudio de esta construcción conocida como género. A continuación se muestra la visión que han aportado distintas disciplinas sociales a dicha perspectiva, lo que permite argumentar que el género no es sólo una teoría feminista, sino que constituye una epistemología muy útil para las ciencias sociales en particular, y para el pensamiento contemporáneo en general.

Se inicia con la antropología, pues es común definirla como el estudio del hombre, lo cual —dice Marcela Lagarde— denota una profunda huella androcéntrica, pues no debería enunciarse de esta manera, ya que la mujer no es un apéndice del hombre. Si se hablara en cambio de la ciencia que estudia al ser humano, entonces, mujer sí puede contenerse —al igual que hombre— en la categoría humano.1 De esta manera, los estudios de género han aportado mucho a la antropología. Tal es el caso, por ejemplo, de los estudios de parentesco en los que, al referirse a las alianzas entre grupos, analizaban el fenómeno como intercambio de mujeres entre grupos (como si fueran propiedades masculinas).Page 127 Al respecto, Henrietta Moore nos dice que la crítica feminista a las teorías clásicas de parentesco ha permitido que “la función doméstica/reproductora de la mujer no se contemple como un conjunto de tareas predeterminadas común a todas las sociedades de todos los tiempos; ni que se dé por supuesto que todas las mujeres desempeñan dichas funciones”.2

En general, las aportaciones mayores de la categoría de género a la antropología se encuentran resumidas en un revelador artículo que Gayle Rubín escribió en 1975 intitulado El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo. En él se hace referencia a los autores que más impactaron a la antropología en particular, y a las ciencias sociales en general, tales como Marx, Engels, Lévi-Strauss e incluso Freud. Respecto al parentesco, nos dice que si las mujeres son un bien intercambiable, son los hombres quienes tienen el don de poseerlas. De esta manera, los hombres son los encargados de la producción cultural, mientras que las mujeres lo son de la reproducción biológica. No obstante, asegura la autora, el sistema de parentesco no es más que una imposición con fines sociales. Así, definió el sistema sexo/género como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en la cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”.3 A lo largo de su artículo, Gayle Rubín argumenta lo que en su momento la antropóloga culturalista Margaret Mead ya había planteado: que las diferencias entre hombres y mujeres eran culturales y no biológicas, y que podían variar ampliamente en entornos distintos.4

Con esto, los estudios de género dieron a la antropología la posibilidad de mirar de manera más amplia a su sujeto de estudio. Asimismo, para los estudios de género, los trabajos abordados desde la antropología han revelado que el género no es igual en todas las culturas, pero que hay una constante en gran parte del globo terráqueo en donde la construcción cultural diferenciada entre hombres y mujeres es muy similar: el varón es predominante.

Se dice que la primera en utilizar la categoría de género fue la sicología en su vertiente médica, pues fue Robert Stoller quien, al trabajar con pacientes hermafroditas, descubrió que el género que ellos desarrollaban era el que sus padres y su entorno les asignaba.5 De esta manera, llegó a las mismas conclusiones a las que había llegado Margaret Mead años antes con otra mirada.

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Lo cierto es que una de las temáticas más estudiadas por la psicología es la sexualidad, que desde luego tiene todo que ver con el género. Por eso saltan a la vista las críticas feministas que se le han hecho a Freud, entre las que destacan su concepción del complejo de Edipo, con la concerniente envidia del pene y el complejo de castración, muy discutibles a la fecha. De esta manera, los estudios de género pueden enriquecer la visión sicoanalítica que, no obstante, es de suma importancia para el pensamiento contemporáneo.

De cualquier modo, la sicología brinda las herramientas para estudiar el género, pues éste, como imposición social, no sólo engendra roles y mundos divididos, sino que, a su vez, provoca subjetividades y, por ende, huellas en la personalidad diferenciadas para hombres y mujeres, lo que repercute en los planos individual y social.

Referirse al género desde la sociología implica hacerlo a lo estrictamente social, a lo socioeconómico y a lo sociopolítico, reconociendo no obstante su relación con lo cultural y lo sicológico. Está fuera de discusión la importancia del estudio del rol que desempeñan los individuos en un grupo social. Y el juego de roles más evidente es el de género, donde al hombre corresponde ser proveedor, valiente, agresivo e inteligente, entre otras cosas; mientras que la mujer es sumisa, maternal, amorosa, sensible, etc. Esto, además de ser una simple división de tareas, se convierte en la generación de estereotipos que nos impiden ver otras cualidades en unos y otras.

Ahora bien, los aspectos socioeconómicos del género se manifiestan en la división sexual del trabajo —misma que también es atravesada por el parentesco—. Dicha división se desprende de las tareas diferenciadas que desempeñan hombres y mujeres, a partir de las cuales cada quien se dedica a trabajos distintos, lo que en el ámbito económico tiene fuertes implicaciones, pues tradicionalmente es el varón quien trabaja fuera de casa, mientras que la mujer se encarga del cuidado de ésta. Así, en gran parte de los hogares es sólo el varón quien genera ingresos. Y aunque hay muchas mujeres que también los generan, normalmente el monto es menor que el del hombre. Además, suelen percibir sus actividades económicas como secundarias a sus actividades domésticas, dando lugar a dobles e incluso triples jornadas de trabajo para las mujeres.

Finalmente, lo sociopolítico sienta sus bases en un asunto de poder mucho más complicado que se encuentra en las bases del género y que se abordará unas líneas más adelante. Lo cierto es que se traduce en una ausencia de participación política femenina tradicional y no tradicional. Basta echar un vistazo a las estadísticas de mujeres que trabajan en las cámaras de diputados y senadores, en los partidos políticos, en las presidencias municipales, etc. En cuanto a la política no tradicional, como los movimientos sociales, es cierto que hay más espacio para las mujeres, pero también es cierto que son pocas las que ocupan los cargos más importantes.

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En general, éstos son los temas más importantes que ha trabajado la sociología y que han aportado al género una visión de suma importancia. Asimismo, los estudios de género han permitido a esta disciplina ampliar su panorama, pues la condición genérica atraviesa sus principales...

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