La entrevista de James Creelman a Díaz. El Imparcial Castillo de Chapultepec, 4 de marzo de 1908

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CON ESPECIAL complacencia hemos traducido
del “PEARSONS MAGAZINE”, de Nueva York,
del mes de marzo anterior, el brillante artículo de
Mr. James Creelman, publicista norteamericano
muy afamado, en el cual estudia con elevado es-
píritu de justicia y de imparcialidad la obra por-
tentosa del general Díaz en Méjico.
“El señor Creelman llama al general Porfirio
Díaz EL HÉROE DE LAS AMÉRICAS, y declara que es el
hombre más grande que éstas han producido en
los tiempos modernos, por encima de todas las
notabilidades de la América del Norte; y si tal
hace un anglosajón, de cuya imparcialidad nadie
puede dudar, natural es que los latinoamericanos
hagamos lo mismo y apoyemos declaración tan
honrosa para un hombre de nuestra raza.
“Nosotros recordando, además, que el severo
escritor Tolstoi considera al general Díaz como el
contemporáneo más notable que haya producido
la humanidad. Unimos nuestra voz a la del señor
Creelman y pedimos a toda la prensa de este he-
misferio que haga otro tanto y acoja el aludido
artículo, que dice:
EL HÉROE DE LAS AMÉRICAS
“Desde la prominencia del Castillo de Chapulte-
pec contemplaba el Presidente Díaz la venerada
capital de su país, que se extiende sobre una
vasta llanura rodeada de montañas imponentes,
mientras que yo, que había reali zado un viaje de
cuatro mil millas desde Nueva York, para ver al
héroe y señor de Méjico moderno, al hábil conduc-
tor en cuyas venas corren mezcladas la sangre de
los aboríge nes mixtecas, con la de los invasores
españoles, admiraba con interés inexplicable
aquella figura esbelta y marcial, de fisonomía do-
minante y al mismo tiempo dulce. La frente ancha
coronada de níveos cabellos lacios, los ojos oscu-
ros y hundidos que parecen sondear nues tra alma,
se tornan tiernos por momentos, lanzan miradas
rápidas a los lados, se muestran ya terribles y
amenazadores, ya amables, con fiados o picares-
cos; la nariz recta y ancha con ventanillas que se
dilatan o se contraen a cada nueva emoción, fuer-
tes quijadas que se desprenden de unas orejas
grandes, bien formadas, pegadas a la cabeza y
que terminan en una barba cuadrada y viril; una
barba de combate; la boca firme que esconde bajo
el bigote blanco; el cuello corto y musculoso; los
hombros anchos, el pecho levantado; el porte -
gido imparte a la personalidad un aire de mando
y dignidad; tal es Porfirio a los setenta y siete
años, como lo vi hace pocos días de pie, en el
mismo lugar en donde cuarenta años antes, espe-
raba con, firmeza el final de la intervención de la
monarquía europea en las repúblicas america-
nas, mientras su ejército sitiaba la ciudad de Mé-
jico, y el joven Empe rador Maximiliano moría en
el campo de Querétaro, más allá de las montañas
que se levantan hacia el Norte.
Algo magnético en la mirada serena de sus
grandes ojos oscuros, y en el aparente desafío
de las ventanillas de su nariz, trae a la imagina-
ción cierta misteriosa afinidad entre el hombre
*Fuente: José López Portillo y Rojas, Elevación y caída de Porfirio Díaz, México, Librería Española [1921], pp. 362-369.
La entrevista de James Creelman a Díaz.
El mparcial
*
Castillo de Chapultepec, México, 4 de marzo de 1908
1908
TEXT O ORI GINA L

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