El encanto de las dedicatorias

AutorAndrés Henestrosa
Páginas428-429
428
ANDRÉS HEN ESTROS A
Vuelve, pues, a in spirar tu fantasía
en la hermosura de est a ardiente zona;
aquí laurele s recogiste un día;
la gloria aquí te coron a en persona;
si eres la reina tú de l a armonía,
aquí están tu la urel y tu corona.
21 de octubre de 1956
El encanto de las dedicatorias
Entre los muchos encantos de la afición a las librerías de viejo, está el encontrar
libros dedicados, cualquier libro dedicado, pero con mayor razón cuando las
dedicatorias se refieren a los grandes escritores, porque frecuentemente son
síntesis biográficas y autobiográficas: en la dedicatoria de un autor a otro se re-
sumen sus condiciones, se da en dos líneas una semblanza literaria de ambos,
y a veces hasta una semblanza moral. Las que dedican los subalternos a sus
superiores, o los mandatarios del momento, valen por un estudio psicológico,
son retratos que un laboratorio psíquico no daría más transparentes. Tanto
como es censurable que no se destruyan estas dedicatorias autobiográficas, es
digna de aplauso que se conserven aquellas de gran belleza literaria. Si no se
puede evitar vender un libro dedicado, siquiera que corra con su procedencia,
con la marca del autor, que no otra cosa suelen ser las dedicatorias.
Entre nosotros pocos las escriben tan bellas como Alfonso Reyes, tan agu-
das como Salvador Novo, tan misteriosas como Xavier Villaurrutia, tan vibran-
tes como Carlos Pellicer, tan humildes como José Luis Martínez, tan galantes
como Rafael Heliodoro Valle. Escribo lejos de casa, pero voy a ver si puedo dar
dos ejemplos: uno de Alfonso; otro de Rafael Heliodoro Valle: “Andrés He-
nestrosa: siempre lo siento a mi lado. Su Alfonso Reyes.” O bien: “Búsquese y
se encontrará”, con lo cual quiere decir que en la página tantos te menciona.
Y ésta de Rafael Alberti: “Para Andrés Henestrosa, el primero de los últimos
zapotecas.” Tal vez las dos sean inventadas, pero no negará el lector, que sus
posibles autores están allí de cuerpo entero, y que yo no estoy del todo ausen-
te. Me viene a la memoria una más y no puedo dejar de consignarla, aunque
haya prometido sólo dos botones; es ésta de Xav ier Villaurrutia, en un libro

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