Se enamoró de México

AutorAndrés Henestrosa
Páginas38-39
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ANDRÉS HEN ESTROS A
algunas nuevas: la cortesía, la tenacidad, la mesura, el espíritu clásico, en el
sentido de artista sobrio y reflexivo, como otros tantos elementos en que se
revela su carácter nacional. Con estos materiales, ayudado de su poderosa
erudición, de su penetrante sentido crítico, Pedro Henríquez Ureña armó el
gran ensayo en que se concretan los elementos que hasta ahora se dan como
constitutivas del alma mexicana, evidente en sus manifestaciones artísticas.
Con el tiempo, la tesis del mexicanismo de Juan Ruiz, no prevalece sino
en algunos elementos relativos a la cortesía, a la mesura, a los dones de obser-
vación, por lo demás bases en que siempre fundó las diferencias que hay entre
Juan Ruiz y sus contemporáneos.
2 de septiembre de 1951
Se enamoró de México
Frances Toor vino a México hace cerca de treinta años, a pasar unas vacaciones.
Pero viendo que el país no era habitualmente lo que enseñan las películas y
los textos escolares norteamericanos, sino que era una tierra llena de sombra
y muerte, pero también de luz y de vida, se quedó a vivir aquí desde enton-
ces, salvo breves ausencias. En 1921, año en que debe haber llegado, México
alcanzaba una pausa de paz y de trabajo. La Revolución Mexicana entraba a la
ciudad impregnada de sangre, sudor y lágrimas, pero también invadida de un
olor a campo, rumorosa de clarines y cascos de las cabalgaduras que en bravos
encuentros habían doblegado las resistencias enemigas. Álvaro Obregón, un
poeta sin oficio, un tajo desprendido del mismo bloque de que fueron hechos
Morelos y Santos Degollado, rodeado de sus grandes generales y de las mejores
inteligencias del país, imprime un nuevo impulso a nuestra historia. Era como
un mediodía, como un otoño pródigo. Un hálito fervoroso, ése que se apodera de
todo un pueblo cuando una gran esperanza está en trance de cumplirse, recorre
la patria entera. Manuel M. Ponce trae a la ciudad las viejas melodías perdi-
das en la provincia; Ramón López Velarde concibe una patria menos externa,
más modesta y probablemente más preciosa; diversa de la porfirista: pomposa,
multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado; Saturnino
Herrán que no llegó a realizarse, quiso cumplirse como artista dando ojos al
ambiente nativo. Frances Toor fue testigo de este renacer, de este despertar,

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