Elites parlamentarias en América Latina. Los presidentes de comisiones

AutorLuisa Béjar Algazi
Páginas51-81
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ELITES PARLAMENTARIAS EN AMÉRICA LATINA.
LOS PRESIDENTES DE COMISIONES
Luisa Béjar Algazi*
Luego del gran esfuerzo invertido durante casi tres décadas para el in-
greso de un buen número de países de América Latina al círculo de las
democracias representativas, esa forma de gobierno parece no llenar ya
las expectativas de una ciudadanía urgida de resolver algunos de los
graves problemas persistentemente acumulados en el pasado.1 Más aún,
en no pocos casos la insatisfacción se ha traducido en honda desesperan-
za sobre el porvenir, cuando no en apoyo decidido a opciones políticas
menos dispuestas a defender sus instituciones que a prometer remedios
rápidos a rezagos ancestrales altamente riesgosos.
Para tratar de explicar el origen de esta falla, desde la academia se
han seguido varias rutas, algunas centradas en el examen de variables
estructurales relevantes en el mejoramiento de las condiciones de vida
de la sociedad en general; otras, en el estudio de las instituciones utiliza-
das por los arreglos democráticos para organizar la vida pública. Sin
restar en forma alguna importancia a esos esfuerzos, el análisis de las
elites políticas apenas comienza a ser objeto de atención a pesar de su
significación en el problema, si no por otra cosa, por su necesaria inter-
vención para impulsar el desarrollo (Lipset y Solari, 1 967) que quizá
podría facilitar un mejor d esenlace al proceso de camb io puesto en
1Al respecto, se pueden consultar los resultados de la encuesta aplicada por Latinobarómetro
en 2007, www.latinobarometro.org
*Doctora, profesora de tiempo completo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM. Lo s cuadros sobre el marco instituc ional de las comisiones de los congresos es tudiados y
acerca del perfil personal y la trayectoria laboral y política de sus presidentes en la legislatura corres-
pondiente al segundo semestre de 2007 fueron elaborados con información de las páginas electró-
nicas corresp ondiente a los mismos. Para ello se contó con el apoyo de los bec arios del proyecto
PAPIIT IN300407-3 de la UNAM, “Los partidos en el Congreso de la Unión. El trabajo en Comisiones en
dos gobiernos sin mayoría”. En especial, la autora agradece la colaboración de Teresa Sánchez Ávila
para la realización de este escrito.
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marcha. Finalmente, como diría un conocido especialista en el tema, “no
hay proceso si no hay jugadores” (Alcántara, 2006: x).
En principio, se asume que cualquier reflexión en la actualidad sobre
el comportamiento de los encargados de tomar las decisiones que afec-
tan el destino de la sociedad, difícilmente puede partir de los mismos
supuestos acuñados en los albores del siglo XX por autores como Gaetano
Mosca, Vilfredo Pareto o Robert Michels. Entre otras cosas, porque teñi-
do el ambiente entonces por el ascenso del fascismo, su lectura sobre las
elites políticas no podía adivinar las transformaciones que, una vez con-
cluida la Segunda Guerra Mundial, ocurrirían en la vida de las socieda-
des occidentales.
De haberlo hecho, estos pensadores habrían sabido que, pasado el
tiempo, en cualquier democracia, vieja o nueva, las dirigencias de los
partidos se encuentran lejos de comportarse como grupos totalmente
cohesionados, que casi nunca constituyen una sola oligarquía, y que lo
más común es verlas actuar en grupos divididos, con visiones muchas
veces discordantes sobre la sociedad y la política y con intereses apenas
compartidos por todos sus miembros (Panebianco, 1993; Bartolini y Mair,
2001; Katz y Mair, 2002). De igual modo, habrían comprobado que en la
actualidad es difícil sostener empíricamente la ausencia de todo compro-
miso de las elites políticas hacia la democracia, en virtud de las dinámi-
cas generadas bajo el amparo de sus instituciones (Eldersveld, 1989; Van
Biezen y Kopecky, 2007). Y sin dejar de reconocer el creciente deterioro
de su vínculo con la sociedad (Bartolini y Mair, 2001), tampoco podrían
ignorar algunos efectos virtuosos de su inserción en el Estado, como por
ejemplo su indispensable intervención en la coordinación y ejecución de
las decisiones colectivas requeridas por cualquier sociedad heterogénea
y, por ende, expuesta a conflictos de intereses de no fácil solución.
En efecto, insertadas de manera inequívoca en los partidos, las elites
políticas constituyen ya una pieza fundamental para hacer posible la
integración de la representación ciudadana tanto en la arena electoral
como en la parlamentaria. Dicho proceso se desarrolla básicamente bajo
dos formatos (Cain et al., 1987; Shugart y Carey, 2002), involucrados de
una u otra manera con la obligación de los representantes de atender las
preferencias de los electores y de rendir a éstos cuentas de sus actos,
condiciones imprescindibles para el logro de una democracia de calidad
Luisa Béjar Algazi

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