Una educación ciudadana más allá de los derechos

AutorAna C. Fascioli Álvarez
CargoDoctoranda del Programa 'Ética y Democracia', Universidad de Valencia, España. Miembro del grupo de investigación Ética, justicia y economía
Páginas35-57
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UNA EDUCACIÓN CIUDADANA MÁS ALLÁ DE LOS DERECHOS
Ana C. Fascioli Álvarez*
RESUMEN. En este artículo se presenta el concepto de eticidad formal
de Axel Honneth como punto de vista normativo sobre el ethos
que debería animar a las sociedades democráticas. Se presenta y
def‌iende la conceptualización de Honneth, quien considera di-
chas sociedades como comunidades postradicionales, en la
medida que integran dos esferas de reconocimiento recíproco
irrenunciables: el respeto y la solidaridad. Sobre esta base, se
ofrece una ref‌lexión sobre cuál es el modelo de educación cívica
que permitiría alcanzar tal modelo de comunidad, proponiendo
una mirada superadora del paradigma dominante centrado en
los derechos.
PALABRAS CLAVE. Honneth, eticidad democrática, derechos, res-
peto, solidaridad.
INTRODUCCIÓN
La creciente preocupación por la educación ciudadana revela una to ma
de conciencia acerca de que la fortaleza o debilidad de una democra-
cia depende, en buena medida, de los conocimientos, competencias
y disposiciones de sus ciudadanos en relación con la vida en común.
Ciudadanos que descreen de ideales comunes, volcados exclusivamente
a su vida privada, sin interés alguno por los asuntos públicos o sin
disposición a colaborar con objetivos colectivos, insensibilidad frente
a las desigualdades o descuido del medio ambiente son obstáculos
* Doctoranda del Programa “Ética y Democracia”, Universidad de Valencia, España.
Miembro del grupo de investigación Ética, justicia y economía. Correo electrónico:
anacfascioli@gmail.com
Volumen 9, número 18, enero-abril, 2012, pp. 35-57
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importantes para una plena convivencia democrática. Se alzan co-
tidianamente críticas a la democracia representativa: por terminar
reduciendo la ciudadanía a un voto —muchas veces no informado
y manipulable—; por transferir decisiones importantes a manos de
expertos o de funcionarios; por ser susceptible a altos niveles de co-
rrupción, lo que promueve a su vez, más apatía ciudadana. Ante
ello, surgen propuestas para fortalecer la democracia con una mayor
participación ciudadana, lo que habilita a algunos autores a hablar
de una democracia fuerte (Barber, 2004), postliberal (Cortina, 2005)
o deliberativa (Habermas, 1999), abriendo sin dudas la ref‌lexión a
nue vos problemas. En este contexto, resurgen diversas ref‌lexiones y pro-
puestas sobre cómo educar para la ciudadanía a las nuevas generaciones
como condición para mejorar nuestra convivencia social. En los últi-
mos años, la literatura sobre este tema ha aumentado signif‌icativamente
y el énfasis se traduce en reformas educativas, incorporación de asig-
naturas a la currícula formal, inclusión de una educación para la
ciudadanía en proyectos sociales con sectores excluidos, participación
de la escuela en redes sociales, entre otras iniciativas. Aunque el siste-
ma educativo no es el único lugar donde formar y fortalecer una eticidad
democrática, y a pesar de la crisis de legitimidad de las instituciones
educativas, seguimos poniendo en ellas nuestras esperanzas de construir
disposiciones más democráticas. Sin embargo, que el tema esté de moda
—como lo estuvo hace unos años la “educación en valores”— no impli-
ca que siempre esté claro qué educación cívica debería promoverse. De
hecho, tras las diversas propuestas hay formas diferentes de entender la
propia ciudadanía, la democracia y la vida en común.
La ref‌lexión académica también ref‌leja y acompaña este viraje. El
debate entre liberales y comunitaristas en la década de 1980 dejó como
saldo un acuerdo básico entre los f‌ilósofos políticos: que una sociedad
justa requiere algo más que instituciones organizadas de acuerdo con
ciertos principios de justicia, y que una buena democracia requiere de
buenos ciudadanos, además de buenas leyes o de instituciones bien
diseñadas. También es necesario contar con un ethos democrático, esto
es, un cierto comportamiento personal por parte de los ciudadanos.
Sólo desde ciertas disposiciones compartidas, desde cierto ethos cívi-
co común, aquellos principios de justicia pueden operar realmente o

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