Editorial

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L
a trata de personas es una de las mayores transgresiones a
las prerrogativas fundamentales de todo ser humano; afec-
ta a millones de personas en el país, y aun los países de “primer
mundo” padecen este aterrador crimen. Día con día, esta viola-
ción a los derechos humanos se manifiesta en las formas más
inimaginables, crueles, e inhumanas; no importa dónde vivas, la
cultura a la que pertenezcas, la población o el país donde residas,
los agresores siempre encontrarán la manera de engañar, mentir
y tergiversar una realidad de la que las víctimas buscan escapar,
donde la pobreza, la ignorancia y la desesperación son la fuente
que alimenta una ilusión sin futuro; el fin último, un negocio millo-
nario en donde las personas son sometidas contra su voluntad a
la explotación sexual y laboral.
Las formas en las que se manifiesta la malicia y la intencionali-
dad de dicho fenómeno son producto de una sociedad dañada,
sin cohesión y sin valor humano. Por ello, la mejor manera para
combatir dicho crimen es prevenir. La prevención es el reflejo de
una sociedad consciente de sus actos y de la responsabilidad
que tiene con la misma; la prevención, más allá del valor de la
educación, busca sensibilizar los hilos de la empatía, la solidari-
dad y, sobre todo, el respeto a la sociedad, y el arte es uno de
los caminos para expresar y comunicarse con ésta, replantear el
valor de la dignidad humana y, sobre todo, resignificar la vida de
las personas.
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