Discurso sobre la libertad de pensar, hablar y escribir

AutorJosé María Luis Mora
Páginas32-38
32
DISCURSO SOBRE LA LIBERTAD DE PENSAR,
HABLAR Y ESCRIBIR
Rara temporum felicitate ubi sentire quoe velis, el quoe
sentias dicere licet.
[Época extraordinariamente feliz en que es lícito pen-
sar como se quiera y decir lo que se piensa.]
TÁCITO, Historia, lib. 1
SI EN los tiempos de Tácito era una felicidad rara la facultad de pensar como
se quería y hablar como se pensaba, en los nuestros sería una desgracia suma
y un indicio poco favorable a nuestra nación e instituciones se tratase de po-
ner límites a la libertad de pensar, hablar y escribir. Aquel escritor y sus con-
ciudadanos se hallaban al  n bajo el régimen de un señor, cuando nosotros
estamos bajo la dirección de un gobierno que debe su existencia a semejante
libertad, que no podrá conservarse sino por ella y cuyas leyes e instituciones
le han dado todo el ensanche y latitud de que es susceptible, no perdonando
medio para garantir al ciudadano este precioso e inestimable derecho.
Tanto cuanto hemos procurado persuadir en nuestro primer número la
importancia y necesidad de la escrupulosa,  el y puntual observancia de las
leyes, nos esforzaremos en éste para zanjar la libertad entera y absoluta en
las opiniones, así como aquéllas deben cumplirse hasta sus últimos ápices,
éstas deben estar libres de toda censura que preceda o siga a su publicación,
pues no se puede exigir con justicia que las leyes sean  elmente observadas
si la libertad de manifestar sus inconvenientes no se halla perfecta y total-
mente garantida.
No es posible poner límites a la facultad de pensar; no es asequible, justo
ni conveniente impedir se exprese de palabra o por escrito lo que se piensa.
Precisamente porque los actos del entendimiento son necesarios en el
orden metafísico, deben ser libres de toda violencia y coacción en el orden
político. El entendimiento humano es una potencia tan necesaria como la
vista, no tiene realmente facultad para determinarse por esta o por la otra
doctrina, para dejar de deducir consecuencias legítimas o erradas, ni para
adoptar principios ciertos o falsos. Podrá, enhorabuena, aplicarse a exami-
nar los objetos con detención y madurez, o con ligereza y descuido; a pro-
fundizar las cuestiones más o menos y a considerarlas en todos o solamente
bajo alguno de sus aspectos; pero el resultado de todos estos preliminares
siempre será un acto tan necesario como lo es el de ver clara o confusamente

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