Discurso sobre la libertad civil del ciudadano

AutorJosé María Luis Mora
Páginas45-52
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DISCURSO SOBRE LA LIBERTAD CIVIL DEL CIUDADANO
La libertad política consiste en la seguridad, o por lo
menos en la opinión de la propia seguridad… Cuando
no está segura la inocencia de los ciudadanos, tampo-
co lo está la libertad.
MONTESQUIEU, El espíritu de las leyes, 1. 12, c. 4
EN UNA sociedad bien constituida y en la que se intenta destruir todos los
abusos que han perpetuado la existencia de un régimen arbitrario, es necesa-
rio acostumbrar a los miembros que la componen a no pagarse de voces in-
signi cantes y sí a ocuparse de la realidad de las cosas. El abuso de las voces
inde nidas, especialmente en materias políticas, ha sido desde la extinción
del feudalismo el origen de todos los males de los pueblos, que no salieron del
dominio de los señores sino para hacerse esclavos de los gobiernos. La pala-
bra libertad, que tanto ha servido para la destrucción de su sentido mismo,
ha sido el pretexto ordinario de todas las revoluciones políticas del globo; los
pueblos se han conmovido con sólo oírla pronunciar y han extendido las ma-
nos para abrazar este genio tutelar de las sociedades, que sus conductores
han hecho desaparecer como un fantasma en el momento mismo que dejó
de ser necesario para la consecución y feliz éxito de sus miras ambiciosas.
En vano los  lósofos amantes de la humanidad han levantado la voz contra
semejante conducta; los pueblos han sido y serán frecuentemente engañados
si se pagan de formas de gobierno y descuidan de asegurar el punto más im-
portante de todo gobierno libre, la libertad civil del ciudadano, o lo que es lo
mismo, la facultad de hacer sin temor de ser reconvenido ni castigado todo
lo que la ley no prohíbe expresamente.
El precioso derecho de hacer lo que a otro no perjudica, por desgracia
no puede hacerse efectivo en el estado de naturaleza, en que, reducido el
hombre a sus fuerzas individuales, sería necesariamente déspota o esclavo,
según que éstas fuesen bastantes para oprimir a los demás o insu cientes
para resistir sus agresiones. Los hombres se han visto pues precisados a
crear las sociedades y a organizar una fuerza pública que, siendo superior
a la de cada particular, pudiese reprimirlo y contener los atentados del cri-
men prepotente contra la inocencia desvalida. Pero muy en breve los go-
biernos y la fuerza que se puso a su disposición, desconociendo su origen y
desentendiéndose del objeto y  nes con que habían sido instituidos, come-
tieron por sí mismos aquellos crímenes que debían evitar o reprimir en los

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