Discurso sobre los caracteres de las facciones

AutorJosé María Luis Mora
Páginas85-94
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DISCURSO SOBRE LOS CARACTERES DE LAS FACCIONES
In turbas et discordias pessimo cuique plurima vis; pax
et quies bonis artibus indigent.
[Para excitar sediciones y discordias tienen mayor
poder los más perversos; pero la paz y la quietud sólo
se conservan por las virtudes.] TÁCITO
LAS INSTITUCIONES liberales traen consigo la divergencia de opiniones, porque,
usando cada uno del precioso derecho de opinar libremente, sería imposible
que todos los miembros de una sociedad coincidiesen en el modo de mirar
las cuestiones; así se ha dicho, con razón, que esta división y balance de opi-
niones es la vida de una república, mantiene la vigilancia de unas autorida-
des sobre otras, y del pueblo sobre todas; se aquilata la verdad y se adelantan
las luces en medio de las cuales el legislador y el gobierno hallan medios
oportunos para realizar los altos  nes de su institución, y no pueden escon-
derse las arterias y tortuosidades de la arbitrariedad, enemiga natural del
pensamiento libre.
Pero esta libertad, ¿es inde nida, o hay límites en los cuales deba cir-
cunscribirse? Si los hay, ¿por qué señales conoceremos cuando se traspasan
o cuando degeneran las disputas en facciones peligrosas?, ¿cuáles serán las
consecuencias? Tales son los puntos que nos proponemos dilucidar en un
tiempo en que el abuso de las palabras, las doctrinas anárquicas y los absur-
dos políticos se propagan a viva fuerza para extraviar a los incautos y colo-
car atentados enormes.
En una sociedad ya constituida, el con icto de opiniones jamás puede
versar sobre las bases verdaderamente esenciales de la sociedad, es decir,
sobre los pactos y leyes que aseguran las garantías individuales. Porque to-
dos los hombres sienten profundamente embebida en su ser la necesidad de
conservar por todos los medios posibles su seguridad, su libertad, su propie-
dad, pues no dejaron los bosques y formaron sociedades sino con este sobe-
rano objeto. Es pues inalterable la unanimidad de este sentimiento, y el di-
sentir sólo quedará para la más horrorosa degradación o la más estólida
ignorancia. Así, toda opinión que abierta o solapadamente lo ataca, es crimi-
nal por su naturaleza.
Tampoco debe haber divergencia sobre las leyes ciertamente constitucio-
nales, que son, según Lanjuinais, “aquellas que hechas o consentidas por los

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