Las dimensiones de la justicia

AutorJorge Ojeda Velázquez
Páginas111-204

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SUMARIO: 1. Introducción: un acercamiento de la justicia con la física clásica y la cuántica, a través de la teoría y de la ciencia de la justicia o dikalogía. 2. Dimensiones de la justicia. 2.1. Primera dimensión: longitudtiempo o longitud histórica (detrásadelante). 2.2. Segunda dimensión: alturatiempo (arribaabajo). 2.3. Tercera dimensión: anchuratiempo (profundidad: izquierdaderecha). 3. Comentarios.

Introducción: un acercamiento de la justicia con la física clásica y la cuántica͕ a través de la teoría y de la ciencia de la justicia o dikalogía

Jonathan Swift, el autor de Los Viajes de Gülliver, narra la vida de este personaje, quien en su primera travesía por el mar al mando de un barco, encuentra una tormenta frente a la costa que provoca su naufragio del cual sobrevive y logra, nadando, llegar a tierra firme; luego, el cansancio lo vence, se tiende sobre la arena y queda profundamente dormido; al despertar, se da cuenta que está fuertemente ligado al suelo y prisionero de los liliputenses, pequeños seres humanos que medían no más de seis pulgadas de altura.1No nos detendremos a reflexionar sobre la sátira a la sociedad de su época que Swift trata de enviarnos, sino en aquella ironía que en la ilosofía del derecho nos impulsa siempre a reflexionar: ¿por qué estamos, como Gulliver, atados a tantas cuerdas normativas?

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A pesar de que los seres humanos hemos obligado a los delincuentes a resarcir los daños a sus víctimas en dinero, bienes o trabajo; hemos coniscado todo su patrimonio; los hemos exiliado, torturado, mutilado, esclavizado, deportado o puesto a remar en los navíos; los hemos latigado, marcado con fuego e incluso los hemos privado de sus vidas y de sus libertades.2Empero, ellos siguen cometiendo conductas desviantes y delitos; por ello, seguimos preguntándonos: ¿ha sido necesaria tanta crueldad y saña a fin de persuadir a los delincuentes para no cometer más delitos? ¿Ha existido acaso un período de la humanidad en que los seres humanos no hayan cometido delito alguno o no hayan sido castigados? ¿Cómo alejarlos de la tentación de manchar sus manos con la sangre de sus prójimos, de desposeer a sus semejantes de los bienes que tienen, de alterar su salud, de violar las libertades de los demás?

La sociedad humana es un espacio cultural lleno de un mar de normas de conductas, lo que en física cuántica podemos equiparar al “mar de Dirac”; unas llenas de energía interior (como las normas morales, religiosas, convencionalismos); y otras, de energía externa o positiva (como las normas jurídicas). Sin embargo, a pesar de que las mismas deberían atraerse entre sí y formar quarks, fuertemente cohesionados por esas grandes fuerzas sociales, no hemos podido atar del todo a la playa social a los seres humanos, a fin que no violen ese mar de reglas y de principios que nos rigen.

Ahora bien, si partimos del hecho de que el mundo es una simetría, una correspondencia mutua o dualidad de entes ʊmicros y macrosʊ en una superposición de estados cuyos conceptos recomponen un universoespejo y que viven en armonía de tensiones opuestas: iusnaturalismo y positivismo, día y noche, blanco y negro, vida y muerte, foro interno y foro externo, electrón y positrón, materia y antimateria, onda y partícula, justicia e injusticia, principio y in; parece razonable asumir que como sucede con los átomos, la materia que en nuestra teoría es el derecho y la justicia, encontrara por otro lado, a la antimateria, correspondiente a las otras normas y reglas morales, religiosas y convencionalismos sociales. Con energía igual, con la misma masa y trayectorias opuestas, esto es con cargas invertidas, cuando estas fuerzas se encuentran pueden aniquilarse una a la otra y liberar su masa

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entera en forma de energía social. Esa energía social comprimida es la lucha de ideas que acontece en torno al derecho y a la justicia, la cual debe ser encausada a fin que la implosión no ocurra fuera de lugar.

De ahí que nos preguntemos, si la lucha que se desarrolla hoy entre el derecho y la moral podría seguir el mismo camino que señaló Einstein en su momento y ahora impulsa Hawking,3quienes a fin de unificar todas las leyes de la física clásica y cuántica propusieron una teoría única para todas las cosas, una teoría unificada para todas las fuerzas del universo (gravedad, electromagnetismo, fuerza nuclear débil y la fuerza nuclear fuerte). ¿Podríamos hacer lo mismo en las ciencias sociales? ¿Podríamos encontrar una respuesta integral, comprehensiva para todas las teorías de la ilosofía del derecho y dar por terminada así con la lucha dual entre materia y espíritu?

Y aquí el problema que se nos presenta, dentro de la metodología, es precisamente el dualismo en la concepción del mundo en que fuimos educados desde Descartes (1596-1650) que, en mi concepto, llevó a Einstein a no encontrar una respuesta que satisfaga a todos y a sostener que las leyes del universo están llenas de espiritualidad y, dentro de esa espiritualidad, a descubrir un determinismo universal en el que todo está ya planeado.

En efecto, como sabemos Einstein no simpatizaba4completamente con los nuevos descubrimientos que en la física de las partículas o física cuántica se estaban realizando, sino más bien sostenía con base en los principios de la física clásica o física de los cuerpos, que así como una manzana siempre cae al suelo atraída por las fuerzas de gravedad; así como los polos opuestos de una fuerza electromagnética siempre se atraen entre sí; así como la fuerza nuclear fuerte mantiene unidos los protones y los neutrones dentro de los núcleos atómicos. Así que tanto en el macro como en el microcosmos, estas fuerzas serían siempre las mismas y por ello habría una certeza y no una indeterminación en las cosas, toda vez que nada sucede sin una causa; pues todos los fenómenos naturales están basados en lo predecible o el determinis-

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mo; y no hay probabilidades de que ello cambie, toda vez que “Dios no juega a los dados”.

En cambio, la física cuántica al basarse en el principio de incertidumbre de Werner Heisenberg, que señala que no podemos conocer simultáneamente la posición y la velocidad precisas de una partícula subatómica; es decir, no se puede predecir con certeza en qué lugar aparecerá de nuevo un electrón, sino únicamente calcular la probabilidad de que aparezca aquí o allá. Esto nos lleva a una posición de probabilidades en el que nada es seguro. Si ello es así, es probable que haya habido más de un constructor celestial, uno para el macro y otro para el microcosmos, y cada uno de ellos le puso su constructo personal. De otro modo, afirmaba Einstein, si fue un sólo creador universal, las mismas leyes del macrocosmos deben regir para el microcosmos y debe encontrarse una sola respuesta para todas las teorías elaboradas para interpretar esos mundos: una teoría única e integral para todas las cosas, una teoría unificada para todas las fuerzas. Esto es, lo que se llama ahora en la física cuántica y en la astrofísica, la “teoría del todo” (TOE, por sus siglas en inglés).

Bajo estas ideas nos preguntamos, si en las ciencias sociales se pueden unificar todas las normas de tipo jurídicas, morales, convencionales, éticas y religiosas a fin que los juzgadores no cometan errores al momento de emitir una decisión.

Esto es muy importante subrayar porque como afirma Hawking:5 la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de las nuevas teorías que describen lo que es el universo, que no se han planteado la cuestión de por qué (existe). Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué –los filósofos– no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas. En el siglo XVIII, los filósofos consideraban que todo el conocimiento humano, incluida la ciencia, era su campo. Discutían cuestiones tales como: ¿tuvo el universo un principio? Sin embargo, en los siglos XIX y XX la ciencia se hizo demasiado técnica y matemática para los filósofos o cualesquiera otros, salvo unos pocos especialistas. Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: ‘la única tarea que queda para la ilosofía es el análisis del lenguaje’. ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la ilosofía de Aristóteles a Kant!

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No obstantes, ¿ es factible recorrer aquel camino en la ilosofía del derecho y concretamente en el análisis de la justicia? ¿Esta metodología de las ciencias exactas se puede utilizar en las ciencias sociales?, ¿este paradigma se puede romper? A primera vista parecería que no, habida cuenta que el método deductivo empleado en las ciencias sociales es diferente al inductivo utilizado en las ciencias exactas. Pero ¿en qué se diferencian estos métodos?

Para entender las diferencias hay que recordar que los empiristas, con Francis Bacon (1561-1626) a la cabeza, llegaron a la conclusión que para avanzar y profundizar en el conocimiento del mundo real y sensible es imprescindible proceder mediante un método científico. Así, en primer lugar aconsejaron que debemos partir de una detenida observación de los hechos, tomar nota de lo observado y reunir la mayor cantidad posible de datos. Una vez que se haya reunido toda la observación disponible, se podrá proceder a atar cabos y establecer las relaciones de causaefecto, de los que...

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