La dialéctica negativa en el joven Marx: una lectura adorniana de la critica al hegelianismo.

AutorNahuel Martín, Facundo
CargoEnsayo

Resumen: En este trabajo se evalúan algunas de las continuidades y rupturas entre el hegelianismo y la obra temprana de Karl Marx. Se intenta mostrar, contra la lectura althusseriana, que la crítica de la dialéctica hegeliana acometida en los Manuscritos de 1844 sitúa a Marx fuera de todo marco antropocéntrico y de todo primado del sujeto. El recurso al pensamiento de Adorno permitirá precisar algunos elementos propios de una dialéctica negativa en el planteamiento juvenil marxiano. Esta relectura autoriza, asimismo, la recuperación de ciertos trazos de dicho planteamiento en el contexto filosófico contemporáneo.

Palabras clave: materialismo, sujeto, objeto, especulación, crítica

Abstract: In this article I intend to analize some of the differences and resemblances between Hegel and Marx's early work. I will try to prove that, against the Althusserian interpretation, the young Marx does not endorse any form of anthropocentrism or primacy of the subject. This analysis will also be oriented by some of the concepts of Adorno's Negative Dialectics. Revisiting Marx this way will enable us to critically reconsider the possible relevance of early Marxian thought in the contemporary philosophical context.

Key words: materialism, subject, object, speculation, critique

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En este artículo presentaré una interpretación del pensamiento juvenil de Marx en una clave no humanista. Trataré de mostrar que los conceptos nodales de los Manuscritos de 1844 no comportan, como se interpreta habitualmente, una carga antropocéntrica o subjetivista. La crítica hacia la filosofía hegeliana desplegada por el joven Marx augura ya una ruptura con el horizonte de una filosofía especulativa centrada en el sujeto. Para precisar esta lectura de Marx recurriré al concepto adorniano de dialéctica negativa, no ligada al primado de la identidad subjetiva. Esta es, por lo tanto, mi hipótesis: la "dialéctica" original del joven Marx trasciende toda relación especulativa entre sujeto y objeto, por lo que es ya una dialéctica negativa que se instala más allá del horizonte del antropocentrismo y la totalidad subjetiva. Esta lectura, que vuelve sobre la relación entre Marx y Hegel, permite cuestionar la concepción althusseriana de un joven Marx antropocéntrico y subjetivista. Asimismo, esta revisión (en clave no humanista) de la relación entre el joven Marx y Hegel habilita algunas vías para plantear de nuevo

la vigencia posible del planteamiento marxiano en el horizonte filosófico contemporáneo.

La relación de Marx con Hegel fue, sin duda, ambigua. En las tradiciones filosóficas y políticas herederas de Marx, esa ambigüedad fue habitualmente interpretada a partir de la idea de inversión de la dialéctica. Se mentaría así cierta continuidad dialéctica en una ruptura con ciertos elementos del hegelianismo. El pensamiento filosófico y social del joven Marx, como intentaré mostrar, se produjo a partir de un dislocamiento teórico con respecto al hegelianismo. Ese dislocamiento, sin embargo, no es absoluto, ya que Marx continuó valorando la dialéctica como una aportación insoslayable para su propia elaboración intelectual. En este trabajo me propongo evaluar el alcance de las continuidades y rupturas entre algunos aspectos del pensamiento hegeliano y la obra temprana de Marx. Sugeriré una reformulación que trascienda la idea de una inversión de la dialéctica como momento fundante del pensamiento de Marx. Asimismo, el recurso al pensamiento de Theodor Adorno permitirá iluminar algunas claves de este movimiento. Como intentaré mostrar, en la relación del joven Marx con Hegel operan ya algunas notas fundamentales del concepto de una dialéctica negativa.

La adhesión de Marx a la dialéctica fue puesta en cuestión profundamente en el pensamiento francés, tanto en el marxismo estructuralista como en las derivaciones contemporáneas del posmarxismo. Louis Althusser señaló que Marx había llegado a producir su propio pensamiento únicamente en virtud de un dislocamiento con respecto a Hegel. La piedra clave de la crítica althusseriana contra la dialéctica radica en su rechazo de toda primacía del sujeto. Este concepto se correlaciona, para Althusser, con el de "totalidad expresiva". Althusser localiza la producción de la filosofía madura de Marx en un simultáneo dislocamiento con respecto al humanismo feuerbachiano y la dialéctica hegeliana. En un principio, Hegel no partiría de una concepción esencializada del Origen o del Sujeto (Althusser 1977, p. 141). Por el contrario, las categorías dialécticas serían la "moneda" que se pone en circulación cuando se rechaza la filosofía del sujeto y del origen (Althusser 1977, p. 143). Sin embargo, para Althusser, Hegel "mistifica" doblemente la dialéctica. En primer lugar, porque su dialéctica es idealista, es decir, especulativa: produce su propio contenido en el movimiento espontáneo de su autodesarrollo. En la dialéctica especulativa, el sujeto absoluto se despliega incluso en su propia materia. El Origen, negado como punto de partida puro, es conservado transfigurativamente como totalidad final del proceso (Althusser 1977, p. 144). En segundo lugar, la dialéctica hegeliana procede con figuras mistificadas (la negación y la superación). Bajo estas figuras, Hegel comprendería la realidad como parte de una totalidad cuya esencia actual se manifiesta universalmente en cada determinación particular (Althusser 1977, p. 145). La negatividad dialéctica no sería sino el motor de la manifestación de lo universal en lo particular que le estaría subordinado. La reducción de la heterogeneidad de lo real a la expresión de un principio único y la infatuación del sujeto por elevarlo a totalidad productora serían, pues, las dos caras de la dialéctica especulativa.

El pensamiento maduro de Marx (excluidos los Manuscritos de 1844, de los que nos ocuparemos aquí) implica, en la reconstrucción althusseriana, un dislocamiento con respecto al totalismo y el subjetivismo dialécticos. El Marx maduro, entonces, abandonaría todo recurso a la idea de una totalidad producida especulativamente para considerar al propio sujeto como un resultado descentrado de un todo social sobredeterminado y desigual.

Asimismo, en varios exponentes de la tradición posmarxista, de gran pregnancia en el horizonte filosófico contemporáneo, se profundiza la continuidad entre Marx y Hegel para movilizarla críticamente contra el proyecto emancipatorio marxiano. El tramo principal del cuestionamiento posmarxista al pensamiento de Marx destaca una (presunta) pretensión identificante en este último. Marx, se dice, estaría atado a un ideal reconciliador subrepticiamente totalizante, que llevaría a ocluir la conflictividad y pluralidad características de la sociedad democrática. Este tipo de crítica a Marx fue desarrollado paradigmáticamente por Claude Lefort en La invención democrática. Lefort sostiene que, en su crítica al Estado y el derecho, Marx sentaría las bases para el totalitarismo, que "tiende a abolir todos los signos de autonomía de la sociedad civil, a negar las determinaciones particulares" (Lefort 1990, p. 16). Lefort parece extender el cuestionamiento de Althusser a la "totalidad expresiva" dialéctica (vigente sólo en el joven Marx) al proyecto marxiano de una sociedad comunista como tal, enfatizando una dimensión ética más que epistémica. Lefort no intenta detectar una rupture épistémologique en la maduración intelectual de Marx, sino condenar el contenido de su proyecto emancipador como tal. Marx, por haber descuidado la inherente conflictividad de lo social, no podría proveer un concepto de lo político (y de los derechos del hombre) compatible con el ejercicio democrático. La fascinación por la totalidad y la falta de atención hacia el carácter irreductible de lo particular y diverso en la sociedad pondrían al conjunto del proyecto revolucionario marxiano en la peligrosa senda del totalitarismo.

En La democracia contra el Estado, Miguel Abensour sostiene que Marx comparte con las metafísicas idealistas de la Modernidad el supuesto de la centralidad del sujeto. Es interesante destacar su trabajo porque explícitamente vincula el "totalismo" marxiano con el legado de la dialéctica. Para Abensour, si la exterioridad del Estado político puede ser reconducida a la inmanencia cerrada sobre sí de una democracia absoluta, entonces el hombre puede llegar a ser el sujeto y principio incondicional de su existencia social. El pueblo emancipado en la democracia que sobrevendría al fin de la revolución social sería "principio, sujeto y fin" (Abensour 1998, p. 107) de su propia vida colectiva. Así, la crítica marxiana encerraría un "objetivo de reconciliación" exacerbado que implica "una metafísica de la subjetividad, [...] una negación de la exterioridad [...] un rechazo de la alteridad y una forclusión de la finitud" (Abensour 1998, p. 106). El precio de la unidad del demos originario consigo mismo es la imposición de la identidad sobre la diferencia en la sociedad y, por lo tanto, la negación del conflicto. Para Abensour, Marx levanta su ideal democrático contra las escisiones conflictivas de la individuación moderna. Para ello apela, empero, al horizonte metafísico de la modernidad filosófica: "remite la objetivación política a un sujeto erigido en una posición de soberanía [...] como presencia a sí" (Abensour 1998, p. 106). Si la escisión de la esencia humana en el Estado puede superarse, ello se debe a que para Marx el hombre sería originariamente sujeto soberano, pleno y total de su propia realidad. Para Abensour, por todo esto, el ideal democrático de Marx está ligado a una peligrosa pretensión de unificación social. (1)

En suma, existe una larga corriente de pensamiento, dominante sobre todo en Francia, que interpreta la persistencia de la dialéctica en el pensamiento de Marx como lastre idealista, antropocéntrico y centrado en el sujeto, que conlleva una visión especulativa de lo social y esconde aspiraciones políticas totalitarias. En este...

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