El día empezó mal y se puso peor

AutorPaola Dada
Páginas19-44
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ste día no podía empezar peor —pensó Juan José. Se le había olvidado po-
ner el despertador y ya había venido su mamá a despertarlo dos veces pero
simplemente no podía pararse de la cama. Sabía que pronto empezarían los gri-
tos y las carreras... Poco a poco se iba haciendo bolita porque estaba esperan-
do ese grito que conocía tan bien y que siempre sentía como una cubetada de
agua fría. Pero simplemente no podía abandonar su rica y deliciosa cama— ¿Q
pensará mi mamá al torturarme a estas horas?, todavía es de noche —pensaba
Juan José mientras trataba de desperezarse sin lograrlo. Estiró lentamente una
pierna para sacarla de las sábanas, sintiendo con su dedo gordo si hacía frío o
no. La puerta se abrió de golpe, y de golpe también
llegó el temido grito— ¡JUUUaaaaannn
JoseEÉ, ya apúrate que se nos hace tarde!
—Juan José pegó un brinco fuera de
la cama mientras pensaba que esto
era lo peor que podía pasarle. No
sabía que todavía le esperaban
muchas sorpresas durante el día.
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El día empezo mal
y se puso peor
Capítulo UNO
20
Nuestra Cámara de Diputados
—Este día no podía empezar peor —susurra-
ba Stefanía mientras se peinaba frente al espejo
y no se le acomodaba el fleco. Oía el golpeteo de
la puerta del baño y la insistencia de su herma-
na presionándola para que se apurara— maaa-
mmmaaá —gritaba furiosa su hermana— dile a
ES-TE-FA-NÍA que no es la única que vive en esta casa.
—Stefanía odiaba que le dijeran así. Abrió de golpe la
puerta del baño— no me llamo EEEstefanía, me llamo
SSStefanía y con tus gritos me doy cuenta de que no
soy la única que vive en esta casa, gracias por recordár-
melo... —su hermana se metió al baño ignorándola y cerró
la puerta sin terminar de escucharla. Stefanía se fue rezongando mientras pen-
saba que esto era lo peor que podía pasarle. No sabía que todavía le esperaban
muchas sorpresas durante el día.
—Este día no podía empezar peor —pensaba Martín mientras oía la discu-
sión que tenían su padre y su hermano mayor. Las discusiones se habían vuelto
cosa de todos los días y empezaban con cualquier
pretexto: que si no le prestaban el coche, que
si no le alcanzaba el dinero, que si no había
llegado a la hora que le habían dicho, que
si no era responsable… Si no era una
cosa era otra, pero Martín sabía cuál era
la verdadera razón de las discusiones: a
su papá no le gustaba que su hermano
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